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Salimos peores

Algún día de aquellos días, los días de la pandemia, yo también quise ser optimista y con gusto di en pensar que de todo eso íbamos a “salir mejores”. El arco extenso de mi entusiasmo iba desde la confianza en el fortalecimiento de la noción de comunidad, de la evidencia de que somos y vivimos con otros, hasta la ilusión de que los precios de los pasajes aéreos bajaran.

Pero hubo, entretanto, algo más. Partidario como soy de que las clases se dicten en las aulas, y no por medio de llamadas o transmisiones televisivas con interacción, atendí desde un primer momento a la cuestión de la reapertura de escuelas y facultades. No obstante, me cuento entre quienes consideran que hubo un problema sanitario severísimo en el mundo, que no se trató de un engaño planetario tramado por poderes insondables o del capricho personal de un señor llamado Fernández.

Para reabrir escuelas y facultades, había cuestiones concretas a resolver. ¿Cómo habían solucionado, en otros países, el problema de la sobrecarga en el transporte público por el ir y venir de los “docentes taxis”? Muy simple: ¡no tienen docentes taxis! Que, por otra parte, así se llaman entre nosotros, aunque comúnmente no viajan en taxi, sino en trenes o colectivos o subtes que en esos días no podían abarrotarse.

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Ahí donde los docentes reciben salarios dignos, no precisan agobiarse con múltiples trabajos y correr de un lado al otro a lo largo de cada día. Dan clase en un solo lugar, que acaso tengan cerca de sus casas, o bien han podido comprarse ya algún autito sencillo, pero servicial para trasladarse. La sobreexplotación de los docentes saturados de horas de clase, consecuencia directa de sus sueldos tan penosos, atenta además contra la calidad educativa, porque empieza a faltarles tiempo para formarse, preparar clases, corregir sin apremios horarios.

En aquellos días tan malos, me dije con expectativa: ¡qué ocasión tan propicia se presenta para revisar a conciencia las condiciones laborales de los docentes en la Argentina! Pero no: no ocurrió. Y hasta hoy, en general, cuando se habla de lo que pasó en ese entonces, esto suele pasarse por alto.