Décimo Junio Juvenal fue el poeta del Imperio Romano del siglo I que con la creación de sus Sátiras mejor pintó su época. Frases de uso corriente que sobreviven tras 2 mil años, mostrando parte de la esencia inalterable del ser humano, surgieron de sus versos: mens sana in corpore sano, rara avis, panem et circenses y quis custodiet ipsos custodes. Estas dos últimas, “pan y circo” y “quien custodiará a los custodiadores”, vienen a cuento del debate que se generó esta semana a partir del regreso del fútbol a la televisión abierta, o sea de forma gratuita para el espectador.
El combo de la felicidad actual: renta básica más acceso a fútbol y espectáculos
Se especuló sobre qué razones influyen en sectores del Gobierno para avanzar en esta nueva versión de Fútbol para Todos, atribuyéndole relevancia al hecho de que Quique Sacco, pareja de María Eugenia Vidal, de Cambiemos, sea parte de la dirección de TNT Sports (con el 50% de los derechos televisivos del fútbol) y que Diego Lerner, presidente de Disney para América Latina (con el otro 50% de los derechos de TV del fútbol), según se dice, sea amigo de Macri. Pero las motivaciones no habría que buscarlas en circunstancias personales sino en cuestiones de estrategia política mucho más relevantes.
Si se hila más fino, se podrá conectar el deseo de que cada domingo haya un partido de Boca o de River por televisión abierta con la polémica de la semana pasada a partir de cortes de energía sobre las tarifas de electricidad subsidiadas y, nuevamente, la siempre más fácil personalización en ese caso sobre los nuevos dueños de Edenor, Daniel Vila, José Luis Manzano y Mauricio Filiberti, aquí amigos y no opositores al Gobierno. La grieta, con su aporte de menor esfuerzo cognitivo, tiende a simplificar todo en Cristina versus Macri, cuando la realidad es algo más compleja.
El fin de semana pasado, PERFIL publicó un reportaje al candidato presidencial de Brasil y gobernador del estado de San Pablo, João Doria. Allí se le preguntó si, al revés de Bolsonaro, apelaría a subsidios para resolver el problema que afecta a la mayoría de los brasileños, quienes destinan la mitad de su salario a pagar los servicios públicos, principalmente energía. Su respuesta fue que no, que su solución al problema será aumentar los sueldos, generando más crecimiento y demanda laboral.
Los subsidios son lo contrario a los impuestos, en algunos el Estado pone dinero en el bolsillo de los ciudadanos, aunque transitoriamente porque luego alguien lo paga. Llevado al extremo de los sistemas sin mercado, Corea del Norte se ufanó de ser el único país que no cobra impuestos. En la ex Unión Soviética y sus satélites de Europa del este, los salarios eran infinitesimales, 30 dólares de hoy. Pero luego los servicios públicos eran gratuitos: el transporte y, obviamente, la medicina y la educación. Simplificadamente, siendo en esos sistemas el Estado el empleador, en lugar de pagar más salario no cobraba los servicios.
Pero ese régimen implosionó porque las nuevas generaciones ya no se conformaban con los consumos básicos: en Rusia los jóvenes escuchaban rock por la onda corta de BBC y aspiraban a tener acceso también a bienes culturales y experiencias que el Estado soviético no podía brindarles.
El sociólogo norteamericano Jeremy Rifkin, en su libro La era del acceso. La revolución de la nueva economía, lo explica con claridad: la transición de la era de la posesión a la era del acceso produce un profundo cambio de paradigma y modificaciones drásticas en la vida humana. Erich Fromm ya había escrito que “tener se refiere a cosas (...) ser se refiere a experiencias”.
Como el marxismo, el peronismo es hijo tardío de la Ilustración y, al igual que la visión del mundo de Hegel, estaba asociado al “espíritu del trabajo”. Su premio era el “poder tener”, distinto a la subjetividad de época actual, donde más que poseer (incluso en las relaciones personales con las parejas) lo que se quiere es experimentar y disfrutar.
Renta básica y acceso a la producción audiovisual (figurativamente: Netflix, YouTube y Fútbol para Todos) es el panem et circenses actual del Homo ludens del siglo XXI, diferente del Homo faber del siglo XX. Existe otra política del tiempo.
¿Más sueldo o más subsidio? ¿Más trabajo o más diversión? Jeremy Rifkin llega a pronosticar un tipo muy diferente de ser humano, lo que resulta un desafío no solo para la política sino hasta para la religión, comenzando por el Vaticano, cuya ética en gran medida está basada en el trabajo. El peronismo ya comenzó esa trasformación de la representación. Hoy el movimiento obrero no tiene la centralidad que tenía en el siglo XX y los movimientos sociales vienen a sustituir parte de ese pilar.
Como alguna vez se escribió en esta misma columna, si el producto del político es la felicidad, el paroxismo del demagogo sería aquel que colocase en el agua corriente Prozac o algún antidepresivo que promoviera alegría, y no ya aquel que generase fuentes de trabajo con las cuales “vencer laboriosamente la resistencia de la realidad material”.
Los subsidios son lo opuesto a los impuestos, algunos para aumentar los sueldos
Mientras tanto, los economistas discuten externalidades positivas y negativas de los subsidios: ¿si bajo el precio de la energía, induzco a que se consuma en demasía creando problemas ecológicos además de ineficiencias? Por el contrario: ¿si subvenciono el trasporte público en precio y calidad, la gente lo usará más en lugar de su auto ayudando así a reducir la contaminación? Pero la matemática no puede resolver todo (error del Gosplan en la ex Unión Soviética) y no todo entra en la planilla de Excel de Aranguren, aquel ministro de Energía de Macri.
La realidad es más compleja que las acciones de sus supuestos agentes (las personas que deciden) y de lo que reflejan los datos, sean producto de algoritmos o de mediciones estadísticas: siempre están registrando el pasado.