El enfrentamiento de la burguesía con el proletariado y del comunismo con la democracia fue el centro del debate político del siglo pasado. Los líderes y los países tuvieron que definirse entre Occidente y la revolución en cualquiera de sus variantes.
Hoy importan determinadas identidades que se estructuran en torno a la cultura, la raza, el género, la religión, la ecología y otros conceptos que enmarcan sueños y temores que no tenían importancia en el viejo paradigma.
Los electores se identifican con utopías de su metro cuadrado y poco se interesan en el destino de la humanidad. Bastantes se movilizan por el calentamiento global, los derechos de las mujeres, la oposición a la discriminación por raza, religión, o preferencia sexual. Otros votan haciendo algo propio de los mamíferos desde que existen: jugar.
Existe una brecha horizontal que separa al 25% de electores que forman parte del círculo rojo, interesado en discutir temas políticos y económicos, con la mayoría de la población cansada de polémicas que no entiende, que desconfía de los políticos y prefiere algo distinto.
Son los que respaldaron a Boric en las elecciones chilenas dejando cuartos y quintos a la Concertación y a la alianza de derecha; apoyaron a Castillo derrotando a todo el círculo rojo peruano que apoyó a Keiko Fujimori; hicieron que Petro y Hernández sacaran de la segunda vuelta a los conservadores y liberales colombianos; votaron por AMLO, que acabó con el PRI y el PAN; son la base de un Bolsonaro que compite ajustadamente con la coalición de casi todos los políticos y partidos de Brasil que respalda a Lula.
La prensa independiente es una piedra en el zapato de los políticos que quieren ser adulados
Como dicen varios analistas, las elecciones brasileñas no se deciden solo por la economía. El tema que se ha discutido en la segunda vuelta no ha sido la bondad del Fondo Monetario Internacional o del capitalismo. Bolsonaro tiene un discurso conservador sobre temas religiosos y familiares, es homófobo y racista. Ha hecho gala de su desprecio por el orden democrático llamando a los militares a tomar el poder, ha combatido la delincuencia sin respetar los derechos humanos, manteniendo una relación más o menos abierta con grupos paramilitares que asesinan a delincuentes y a militantes ecologistas.
Lula ha coqueteado con los evangélicos buscando el voto de quienes combaten el aborto, no al capitalismo. Durante su gobierno mantuvo una economía sana, al mismo tiempo que sacó de la pobreza a más de 20 millones de brasileños. Fernando Henrique Cardoso, el creador del Plan Real, arquitecto de la estabilidad económica del país, lo apoya en estas elecciones.
Por el desbarajuste económico que provocó el kirchnerismo, algunos argentinos creen que la política se reduce a conseguir un presupuesto equilibrado y una moneda estable, pero eso es lo normal en el mundo. No es cierto que todos los gobiernos de izquierda destruyeron la economía de sus países y los llevaron a una inflación descontrolada. Actualmente son capitalistas, no promueven economías centralmente planificadas. Mandatarios tan diversos como Evo Morales, AMLO, Lula, Nicanor Duarte Frutos, Iván Duque o Sebastián Piñera mantuvieron estable la moneda, no provocaron el deterioro económico de Argentina y algunas dictaduras militares del Caribe, pero tenían distintas metas.
Algunos quisiéramos que nuestros países se desarrollen y que sus habitantes podamos vivir mejor que los de los países desarrollados. Creemos que es posible. No nos sentimos sudacas incapaces de hacer algo mejor, pero no podemos ir hacia esa utopía sin fortalecer la democracia, fomentar el pluralismo y desarrollar una educación de calidad, que permita a las nuevas generaciones competir en el mundo globalizado que nos tocó vivir.
Hay asuntos que son más complejos que bajar el gasto público, entre los que están la calidad de la democracia y la existencia de la prensa independiente. En todo el mundo los medios de comunicación escritos, la radio y la televisión viven una crisis provocada por el desarrollo de internet, y de la sociedad de la red, que cambió la mente y los hábitos de la mayoría de los ciudadanos de Occidente.
Mientras la prensa se adapta a la nueva época y se renueva tecnológicamente, se necesita que tenga respaldo del Estado. Si desaparece de pronto la pauta oficial, casi todos los medios de comunicación argentinos irían a la quiebra y esto haría daño a la democracia. La existencia de la prensa independiente tiene que ver con una definición política, no solo es asunto de caja.
Algunos dicen que es mala, coprófaga y que sería mejor que desaparezca, pero quienes queremos vivir en sociedades libres no compartimos ese punto de vista. No debe existir solamente una prensa que pertenezca a grupos económicos que la usan para hacer lobby para sus negocios.
Algunos gobiernos autoritarios destruyeron la prensa plural, dejando subsistir solo a pocos medios oficialistas para que difundan las mentiras del poder. Esos países no atraen inversiones, aunque tengan las cuentas en orden. La prensa independiente es una piedra en el zapato de los políticos que quieren que los medios les adulen y alaben sus equivocaciones. Argentina no tendría remedio si no fuese porque tiene una prensa que critica al poder y promueve el debate plural.
Otro tanto ocurre con actividades como las culturales. No son un desperdicio de recursos, sino que fomentan el debate plural, que es la base del avance y el progreso.
Desde 2007 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha promovido la cultura. Para el bicentenario de la independencia restauró el Teatro Colón, gastando una enorme suma. Algunos pudieron pensar que era un dispendio de recursos que se podían guardar para que crezca el superávit contable de la Ciudad, que además podía crecer si se vendía el edificio a una cadena internacional de pizzerías. Otros creemos que la actividad cultural de la Ciudad es uno de sus mayores tesoros. Hay que promoverla, aunque cueste dinero y los intelectuales y los artistas sean contestatarios y critiquen al poder. Eso está en la esencia del trabajo intelectual.
Durante años el gobierno de la CABA ha gastado mucho en promover la cultura y eso es muy bueno, es lo que hace tan especial a nuestra ciudad, conocida en el continente y en el mundo como una de las capitales de la cultura. El trabajo de Enrique Avogadro en el Ministerio de Cultura y de Jorge Telerman al frente del Teatro Colón ha sido brillante, han dado muestra de pluralismo, imaginación y han provocado polémicas. El trabajo intelectual que no suscita discusiones suele ser inocuo.
Aun desde la perspectiva de quienes solo se interesan solo en la economía, no llegarán las inversiones al país si tiene ordenadas las cuentas pero ha destruido a la prensa, ha cerrado los teatros, las librerías, y está sumergida en el caos por el enfrentamiento del Gobierno con organizaciones obreras, empresariales, movimientos sociales, intelectuales, periodistas cesados, la Iglesia católica y las corporaciones de esta sociedad corporativa que debe dialogar para transitar hacia una organización liberal.
Jaime Duran Barba y su pronóstico sobre Argentina: "Va a darse una rebelión de los planeros"
Mauricio Macri ganó la presidencia del país con menos del 2%, porque encabezó un gobierno progresista en la Ciudad de Buenos Aires. Su posición frente al matrimonio igualitario lo enfrentó a determinadas autoridades eclesiásticas que después evolucionaron y ayudaron en la campaña presidencial a Alberto Fernández, un candidato que promovía la legalización del aborto. Combatieron a Macri por progresista.
El gobierno de Buenos Aires fue uno de los primeros del continente en construir las ciclovías típicas de las ciudades más avanzadas del mundo, construyó el metrobus, amplió los espacios verdes, fue plural, defendió la libertad de prensa, integró a su equipo a colaboradores con todo tipo de creencias. En todas las campañas en que triunfó Macri, tuvo como binomio a mujeres valiosas como Gabriela Michetti y María Eugenia Vidal.
No todo es caja, pasa lo mismo con otros temas como la problemática social, la atención a los jubilados, a los que tienen habilidades especiales, la transformación de la educación.
No somos seres humanos originarios, somos africanos con miles de años de historia, argentinos nacidos de un pasado que nos hizo como somos. Nuestra política y nuestra sociedad son fruto de lo que hicieron nuestros mayores, que a veces fueron inmigrantes anarquistas o comunistas y se hicieron peronistas, radicales, demócratas o tomaron cualquier otra opción política. No es posible que en 2023 se haga tabla rasa del pasado, se instaure por decreto la ética protestante y nos convirtamos en amish.
El pasado tuvo defectos y virtudes, pero es lo que nos hace ser como somos. No cabe hacer una transformación atemporal, en la que nazca una nueva especie. Estamos parados sobre los hombros de un pasado que nos permite soñar en el futuro.
Al mismo tiempo debemos preocuparnos por las transformaciones que llegan con la tercera y la cuarta revolución industrial. Dentro de pocos años la mayoría de la población va a perder sus fuentes de trabajo por el desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial. Hay sindicatos que se resisten a la automatización de los peajes de las autopistas, está claro que en poco tiempo los camiones inteligentes desplazarán a los camioneros y los ordenadores a la mayoría de los que trabajan en estudios jurídicos y a la mayoría de los empleados de comercio. Son procesos inevitables.
Esto ya ocurre en muchos países del mundo que, curiosamente, son los que tienen menos pobres y desempleados. En algunos de ellos, como Alemania y Estados Unidos, existe déficit de mano de obra. A pesar de la robotización, faltan trabajadores, porque la sociedad se organiza de otra manera. ¿Alguien está pensando este problema en América Latina?
Ser progresistas hasta el infinito es lo que nos permitirá superar la etapa de involución a la que nos llevó el kirchnerismo, fomentando el pluralismo, la libertad, el progreso con justicia social, incorporando los adelantos tecnológicos para que sirvan a todos, y nos ayuden a vivir más felices, a disfrutar de un futuro lúdico.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.