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Sobran argentinos

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Inglés. Vive en Argentina porque es barato. | reproducción the guardian

“Esperar y ver” es la frase que en Washington sintetiza la expectativa todavía escéptica sobre la sustentabilidad futura de la economía de Milei y luego sobre su eventual éxito político. Queda por discernir si podrá una parte significativa de los argentinos soportar “el ajuste más grande de la historia de la humanidad”, como lo describe el propio Milei, sin turbulencias sociales que hagan naufragar al propio Gobierno. 

Pero si se lograra consolidar este modelo económico y se estabilizara la economía argentina con solo una caída del 2,5% en 2024 y un crecimiento en “V” para 2025 del 5%, como pronosticó el Fondo Monetario Internacional, tanto la caída como la recuperación no serían parejas y, si bien nunca lo son del todo, en este caso serían extremadamente desparejas, con el consumo cayendo cinco veces más en 2024 de lo que indica el promedio general del PBI, mientras que ciertas actividades, generalmente orientadas a la exportación, aunque no solamente, creciendo mucho más que el promedio del PBI en 2025, compensando lo que cae el consumo este año.

Quedaría allí una sociedad más latinoamericanizada, proceso que ya viene produciéndose desde hace medio siglo, con un tercio de la población con capacidad de consumo y dos tercios en diferentes grados de pobreza. Nunca es igual pero hay algunas reminiscencias de los primeros años de la década del 90 abaratando el dólar y permitiendo a la clase media/media alta viajar al exterior y encontrar productos importados en los supermercados. Hasta proporcionarle a La Libertad Avanza mejorar su resultado electoral de primera vuelta en 2023 (29,99% de los votos) para las elecciones legislativas de 2025. Carlos Menem fue reelecto en 1995 con el 18% de desocupación entre los empleados en blanco aunque vale recordar que los salarios de aquellos empleados eran en dólares cuatro veces mayores que los actuales.

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El decano de los economistas argentinos, Juan Carlos de Pablo, dijo esta semana: “Si esto sigue así, vamos a volver pronto a Miami a decir deme dos”, asumiendo que volverá ese tercio de los argentinos integrado por empresarios, comerciantes, profesionales independientes y el porcentaje que resulte de los 7 millones de empleados en blanco cuya actividad esté entre las ganadoras de la recuperación en “V” y puedan recuperar más allá de paritarias su pulverizado salario actual.

Mientras tanto, la modificación de precios relativos que hagan a Argentina cara en dólares y a Miami barata en pesos ya se está produciendo, y en tiempo récord, haciendo pasar a la Argentina de ser un país muy barato en dólares a otro bastante caro. Publicó el diario inglés The Guardian una nota titulada “Artista desalojado por un propietario de Londres reduce el alquiler al viajar desde Argentina”, artículo que recién difundido ya comienza a quedar obsoleto por la velocidad del cambio económico argentino.

Cuenta el diario inglés: “Un artista que se quedó sin hogar después de ser desalojado por su propietario privado en Londres ha comenzado a viajar efectivamente desde Argentina, donde el alquiler es mucho más barato, y cubre el costo del pasaje aéreo”. “Andy Leek, de 38 años, cuyas obras de Notes to Strangers están pegadas en paredes y cajas de conexiones en más de veinte ciudades británicas y europeas, se mudó a Buenos Aires, donde los alquileres son varias veces más baratos, y viaja de regreso al Reino Unido aproximadamente cada dos meses para el trabajo. (...) Desde que se mudó a Argentina, Leek ha pagado tan solo 400 libras al mes de alquiler por un apartamento”.

Con cierta ironía, se podría pronosticar que Andy Leek probablemente pronto tendrá que mudarse a Miami en búsqueda de una ciudad más barata para vivir que Buenos Aires. Asombrado, otro inglés en nuestro país comentó la semana pasada: “I paid more for a pizza on Tuesday than I would have in London!”.

Una eventual especie de neoconvertibilidad tácita o expresa de una canasta de monedas (la diferencia sería solo incluir la moneda de Brasil porque el dólar y el euro son menos oscilantes entre sí) podría cristalizar ese modelo económico de sociedad definitivamente latinoamericanizada, con un tercio de la población con capacidad de consumo y dos tercios en diferentes grados de pobreza en la medida en que: 1) las exportaciones de energía, minerales, economía del conocimiento y el complejo agropecuario de siempre generen suficiente cantidad de dólares para importar adicionalmente todo lo que se dejaría de fabricar en el país por ser más caro; y 2) que después de un cuarto de siglo el sector más bajo de la sociedad, sujeto político en 2001 de las revueltas más violentas que terminaron con la caída de la convertibilidad, tenga vencida su capacidad de resistencia, sumado a que el protocolo de seguridad de Patricia Bullrich resulte sostenidamente operativo. Seguramente en esa instancia, y de existir recursos, será económicamente más conveniente generar alguna forma de seguro de desempleo que construir muchas más cárceles e invertir más en seguridad.

Una sociedad proporcionalmente distribuida como a fines del siglo XIX, fecha que utiliza Milei como ejemplo de cuando Argentina tuvo el producto bruto per cápita mayor del mundo mientras dos tercios de su población era analfabeta. Fue más fácil en 1895, cuando la población era de 4 millones de personas, conformar a 3 millones con consumo de subsistencia que a 30 millones de argentinos de los dos tercios actuales.

Milei sostiene que su meta es que en veinte años Argentina tenga un producto bruto per cápita mayor aun que Alemania, similar al de los países escandinavos. El problema es que esos países tienen una población comparable con la de Uruguay, en promedio diez veces menor que la Argentina.

Mientras tanto, la economía del Brasil de Lula superó en 2023 a la de Canadá, siendo la novena más grande del mundo y, a pesar de tener una inflación anual de solo el 4%, devaluó el real sobre el dólar un 6% en las últimas tres semanas para hacer aun más competitivo su comercio exterior después de haber tenido en 2023 un superávit comercial récord de 100 mil millones de dólares (exportó 340 mil millones e importó 240 mil). El producto bruto per cápita de Brasil es de poco más de 10 mil dólares mientras que el promedio de los países escandinavos es seis veces mayor, pero la diferencia poblacional hace que el total de la economía brasileña sea cinco veces más grande que la de esos países.

Quizás esa posibilidad de alcanzar en veinte años el producto bruto per cápita de países escandinavos sea por la combinación de una tasa de natalidad negativa con jóvenes que en una alta proporción directamente no tengan más hijos, combinado con que en el conurbano bonaerense, como en otros lugares de concentración de pobreza, la expectativa de vida es 15 años menos que en el resto del país y que el tiempo vaya resolviendo el problema de los argentinos actuales “que sobran”. 

Pero otro diagnóstico es posible: no sobra ningún argentino y la economía argentina puede volver a ser más grande que la de Brasil, como ya lo fue hasta los años 60, gracias a que ahora se agregan a las exportaciones del complejo agroindustrial las exportaciones de energía y minerales, y la economía del conocimiento (que carece Brasil), generando la suficiente cantidad de dólares para importar no solo los bienes intermedios actuales sino adicionalmente más bienes de capital para invertir en volver a tener la mayor industria de Latinoamérica, como era en los años 60. Volviendo así también a tener cinco veces el producto bruto per cápita de Brasil (similar al de los escandinavos), con una economía igual o mayor a la de Brasil, con un cuarto de la población, como ya fue en los años 60.

Dos visiones: nuestra decadencia comenzó en 1910 o en 1975. Y que la decadencia de los últimos cincuenta años tiene su origen en la emergencia de China como potencia industrial exportadora mundial de salarios bajos, sumado a la malas decisiones de gobiernos democráticos y militares tratando de resolver las demandas que generaba el desmantelamiento del insostenible Estado de bienestar que no existía en ningún otro país latinoamericano.

El destino puede parecer el mismo: llegar al producto bruto per cápita escandinavo en veinte años. Pero con más o menos argentinos será la gran diferencia.