A partir de los años noventa la sociedad argentina ha ido acelerando su camino hacia la fragmentación. Es un proceso que se inicia en los setenta, pero que a partir de 2001 se cristaliza y naturaliza: ya es borroso para la memoria el tiempo en que las cosas eran diferentes. Esta dispersión va mostrando su reflejo en la política, incidiendo en la preferencia electoral.
Subsuelos. Cuando a la oposición se la cuestiona porque “no se juntan”, el primer análisis habla del orgullo de los dirigentes y de su falta de diálogo. Pero más allá de que estas características puedan ser reales, cuando se observa debajo de la superficie se perciben mundos sociales que se han ido distanciando no solo en términos económicos, sino en estilos de vida, la forma en que obtienen información política, y en definitiva cómo construyen sus prácticas socioculturales.
Diversos procesos han disociado a una población que supo conocer una notable homogeneidad en base al paraguas de la “clase media urbana”, a diferencia de la mayoría de los países de la región.
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La primera gran línea de ruptura es la irrupción de una pobreza que rompe el entramado social para convertirse en estructural. Esto reproduce franjas importantes de población que dependen de las ayudas del Estado para sobrevivir y de la producción de estrategias de autoayuda como el trueque. Este sector que supera el tercio de la población se ha establecido en alrededores de las grandes ciudades (no solo en la provincia de Buenos Aires, sino en Córdoba, Santa Fe, Rosario, Tucumán, etc.) tras la noción de instalarse en zonas de bajo costo en términos de renta urbana, pero cerca de posibles fuentes de empleo, y acceso al transporte público que les permita obtener servicios de salud y educación. Hoy ese espacio se transformó en la columna vertebral del voto de Cristina Kirchner y es lo que explica en buena parte su permanencia en el tiempo.
Viento en contra. En un escalón cercano en la pirámide, pero a años luz en términos simbólicos, se encuentra la clase media baja (C3 y D1). Ubicada geográficamente en los barrios antiguos de las ciudades de todo el país y en los dos primeros cordones del conurbano bonaerense, se constituye en uno de los sectores más afectados por la situación económica actual por la combinación de los aumentos de los servicios públicos y una inserción laboral muy endeble con ingresos variables.
Con sentimiento subjetivo de clase media, son espacios que se ven afectados por el debilitamiento de los servicios públicos y el consiguiente empeoramiento de las condiciones de vida.
Suele competir por los servicios de salud y educación con los más pobres y de allí nacen algunas posturas volcadas a la derecha, como el rechazo a los migrantes y la defensa de políticas de mano dura contra la delincuencia por sentirse menos protegidos por las fuerzas de seguridad. También braman contra los planes y asignaciones estatales de los más pobres ya que no se perciben sujeto de las políticas estatales. Este sector integró el 54% de Cristina Kirchner en 2011, pero tan solo dos años más tarde dio su voto a Sergio Massa en la PBA y en 2015 muchos municipios históricamente peronistas vieron triunfar a candidatos de Cambiemos. Hoy se dispersan entre las diversas variantes del peronismo –incluso podrían optar por un Alfredo Olmedo– y algunos muy enojados podrían volver a votar a Cristina. Como se observa, se han convertido en una incógnita electoral, ¿podrán ejercer el voto castigo, o pervive cierto antikirchnerismo?
Aspiraciones. Ascendiendo en la pirámide se encuentra la clase media típica (C2). No disfruta de los privilegios de la elite del ABC1, pero se identifica con ella en sus aspiraciones, y la determinación por acceder por ejemplo a la educación superior. Ubicados en los centros urbanos, fueron vitales en el triunfo de Mauricio Macri en 2015 en la segunda vuelta –el mejor ejemplo es Córdoba–, aunque parte de este apoyo se dispersó dos años después. No obstante, un desprendimiento de los más jóvenes con formación universitaria de este sector se convirtió en núcleo intenso K.
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Esta clase media, si bien no tiene las incertezas de la media baja, ha visto sus consumos privatizados desde los años de Menem, convirtiéndose en un espacio muy susceptible a las devaluaciones de la moneda frente al dólar ya que allí se vuelcan sus ahorros y sus deseos de ascenso social. Lejos de las marchas y de los cacerolazos de 2012 y 2013, también están enojados porque sus ingresos se redujeron al punto de hacerles tambalear accesos ya considerados básicos como la televisión por cable, la educación privada o viajes al exterior. Por momentos parte de este sector recuerda al Michael Douglas de la película Un día de furia, pero luego duda frente al posible ballottage Mauricio Macri-Cristina Kirchner.
Cumbres borrascosas. Finalmente, en la cúspide de la pirámide se ubica un sector que no supera el 8% de la población, pero constituye el apoyo más fiel de Mauricio Macri, el famoso ABC1. Empresarios, profesionales y comerciantes integran una elite que sostiene con ahínco la filosofía de un país gobernado por no peronistas, más allá de cierta decepción con la política económica del Gobierno. Hubiera preferido una agenda más aguerrida del corte del gasto público, baja de impuestos, achicamiento del Estado, etc., pero disculpa a la actual gestión y cree en que en el segundo mandato de Macri se pueden enmendar las cosas desde el primer minuto. No obstante, algunos pueden llegar a ver con simpatía a candidatos cruzados de la libertad económica. Más allá de todo hay que considerar que la franja inferior de este sector está cayendo en la escala social, como el caso de los comerciantes o pymes que han sufrido el debilitamiento del mercado interno, pero a pesar de esto acompañarán al oficialismo.
Las particiones señaladas son palpables en la geografía política argentina, pero también se le suman otras como la diferencia de visión política según la edad.
Mientras los más jóvenes se han volcado por el kirchnerismo y por las opciones más de centroizquierda e izquierda, los mayores dieron su voto fundamental para el triunfo cambiemista. Es que el ejercicio del voto es complejo y multidimensional, por lo que elementos simbólicos, ideológicos y las expectativas asociadas pueden ejercer un efecto magnético, incluso por encima de la dinámica económica.
*Sociólogo (@cfdeangelis).