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Subjetividad y encuestas

Los encuestadores de 2015 son los economistas de 2002: sus pronósticos no se cumplen y su discurso pierde credibilidad ante la sociedad.

Caballo que alcanza, gana. Los expertos en turf sostienen que cuando en una carrera quien estaba atrás alcanza al primero, termina ganándole.
| Cedoc Perfil

Los encuestadores de 2015 son los economistas de 2002: sus pronósticos no se cumplen y su discurso pierde credibilidad ante la sociedad. Macri superó los 35 puntos cuando todas las encuestas lo daban por  debajo de los 30: González Valladares pronosticó 24; Poliarquía (La Nación), 26; Ipsos (PERFIL), Management & Fit (Clarín), Ceop y Raúl Aragón, 28; y OPSM, 29. Un promedio de 27 puntos entre todas, lo que representa un error importante: Macri tuvo más de un voto extra por cada tres que le pronosticaron.

Un error de esa magnitud es un síntoma de la política que permite otra perspectiva de anális sobre el resultado de las elecciones. En el Coloquio de Idea en Mar del Plata, el 15 de octubre, a sólo diez días de las elecciones, el representante de Poliarquía refutó el pronóstico de Management & Fit, que daba vencedora a Vidal (el de Ipsos había sido empate) en la provincia de Buenos Aires sosteniendo que Aníbal Fernández ganaría la gobernación. Como Poliarquía es la principal encuestadora de Scioli, se generaron sospechas sobre lo que motivaría que publicaran en el diario La Nación pronósticos nacionales pero no de la provincia.

Macri obtuvo más de un voto extra por cada tres que le pronosticaron todas las encuestas

Para ser blanco de desconfianzas no hizo falta trabajar para Scioli: el día antes de venir a la inauguración del nuevo edificio de Editorial Perfil y al confirmar su presencia, Macri se quejó personalmente de la encuesta de Ipsos que había publicado este diario el domingo previo, diciendo que empleados de Ipsos habían informado a contactos del PRO que la encuesta “verdadera” le daba a Scioli cuatro puntos menos de lo que había publicado PERFIL. Iniciada una investigación interna, Ipsos explicó que los cuatro puntos de diferencia estaban en intención de voto sin y con proyección de indecisos, proyección que también hacía subir a Macri en la misma proporción: de 25 puntos a 28. Y para completar la cadena de suspicacias, el día antes de venir a la inauguración de la nueva sede de Perfil y también al confirmar su presencia, Scioli “agradeció” la encuesta que habíamos publicado el domingo anterior como si se tratara de un favor que le hubiéramos realizado. O sea, ni Macri ni Scioli creen que las encuestas que se publican no sean intencionadas. Así están la política y las encuestas en la Argentina.

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Personalmente, creo en la honestidad intelectual de Poliarquía, Management & Fit e Ipsos. Pero sucede con los sociólogos lo mismo que con el periodismo: lo que consideramos evidencia y la interpretación de esa evidencia no es como nos gustaría que fuera, algo tan certeramente verificable como la mayoría de los fundamentos que dan sustento a la física. En una conversación entre colegas, un sociólogo argumentó que las encuestas están en un nivel de exactitud equivalente en la medicina a la radiografía, pero el problema es que consideramos sus pronósticos como si fueran de una tomografía computada. Otro colega dijo que no es así, porque en una radiografía se puede observar con certeza si el hueso está roto o sano,  pero para hacer la discusión interminable se agregó que depende, porque si se tratara de una parte blanda del cuerpo enfermo una radiografía no alcanzaría a mostrarla.

Las principales encuestadoras realizan cuatro tipos de relevamientos: telefónico con el cuestionario realizado por una máquina, telefónico con el cuestionario realizado por  un humano, encuesta domiciliaria (tocando timbre en las casas) y panel en evolución (el mismo grupo de personas a lo largo del tiempo). Los cuatro arrojan resultados con algún grado de diferencia que luego son interpretados por un analista, que no puede no estar influido por la cultura y los antecedentes. Por ejemplo, sin tener en cuenta que puede haber miedo (no sólo vergüenza) en dejar registrado que no se votará por el candidato del Gobierno. O, por el contrario, sobrevalorando que el peronismo siempre ganó en el conurbano bonaerense o que el corte del boletas siempre fue menor al seis por ciento, cuando la velocidad de los acontecimientos en la sociedad líquida posmoderna hace cada vez más obsoleta la foto del pasado reciente.

En la inauguración del edificio de Perfil Macri se quejó por la encuesta de Ipsos y Scioli la agradeció

Otro factor demográfico es que el Conurbano ya no es aquel lugar de fábricas o frigoríficos de donde surgían  los descamisados peronistas,  como ya sucedió en San Pablo con su periferia fabril, de la que emergió Lula como líder sindical, donde hoy vive mayoría de clase media que vota en contra del PT. Con los años, el primer cordón sur y quizá parte del oeste alrededor de la Ciudad de Buenos Aires pueda ser un lugar comparable  a Brooklyn Heights en Nueva York, con zonas como Williamsburg, tan visitadas como Palermo, convirtiendo ya hoy, en su progreso evolutivo, en piezas de museo a aquellos sindicalistas metalúrgicos devenidos en intendentes durante décadas.

En el ballottage será más difícil errarle porque, una vez descubierta la ola del humor social, es más fácil predecir su dirección. Un ejemplo que se utiliza en el turf es que cuando un caballo que venía detrás alcanza al primero, termina superándolo por su propio envión. Veremos si esa regla de la dinámica se aplica o no a la segunda vuelta, aunque hoy parece lo más probable.