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GOBIERNO VS. PJ

Superclásico electoral

A un año de las elecciones, el peronismo está partido y misterioso. Oficialismo sin sorpresas.

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His Master Voice, Horacio Larreta. | Pablo Temes

Para unos, faltan varias vueltas al mundo y retrasan la decisión. Otros, en cambio, juran que la travesía terminó, el tiempo se agotó y lanzaron sus candidatos. Son las diferencias entre la oposición y el oficialismo para consagrar los postulantes de 2019. Igual, no hay seguro que cubra el salto del madrugador o la paciente vigilia de los presuntos gigantes de Scalabrini Ortiz, solos y a la espera.

Cara y ceca. La mayor incógnita se oculta en el peronismo, sea en la fracción de la viuda de Kirchner o en el bloque de los Massa, Pichetto, Urtubey, Manzur. Ambos lados dilatan, pugnan, aguardan, negocian en la trastienda.

Al revés del Gobierno, que se apresuró a impulsar su trío más mentado para sosiego de financistas y, por el mismo precio, ensaya planes y mensajes de campaña, mensajes y publicidad. Está acordado, repite la escudería ganadora de Macri (Nación), Rodríguez Larreta (Capital) y Vidal (provincia de Buenos Aires). También reitera la capitanía electoral para Duran Barba y Peña. No casualmente son los únicos cinco que deciden. Salvo calamidades y sin competencia previa (léase PASO), Macri se propone renovar mandato –como ya anticipó en EE.UU., tribuna que respeta y corteja– y disipar rumoreos sobre una eventual deserción política alimentada por sondeos que en la Jefatura de Gabinete consideran sospechosos y avalados por miembros del llamado círculo rojo. Como no individualizan al grupo de un matutino que tendría ese interés, apuntan contra un múltiple encuestador que viene de la política y jamás se apartó de esa disciplina. Las mediciones divulgadas indican que, en el ámbito bonaerense, la gobernadora se ha preservado de la caída que en la opinión pública padece el Presidente. Replica la Rosada: si baja Mauricio, también baja María Eugenia. Sostienen que ese dato es científico. Lo mismo que, si uno sube, también arrastra al otro en el ascenso, como ocurrió en los comicios generales de 2015 con la ilustre desconocida que se coló pegada al ingeniero boquense. Si entonces ella llegó por él, ahora puede ser a la inversa. Justo es reconocer que, al margen de las rencillas domésticas, nunca se desmarcó la gobernadora del liderazgo de Macri ni tampoco se encantó con una alternativa superior por la socorrida falta de margen para ser reelecto. Finalmente, el pedestal de la dama se construyó con subordinación y valor, como en el Ejército, bajo la tutela directa de Duran Barba, quien la considera “su producto”. Como dijo Perón de Evita, otra insolencia. Vidal solo recurre a la protesta por falta de plata que, en la Provincia, significa pérdida de votos. Queja mínima, pasajera: sabe que nunca le faltarán fondos para distribuir. Si Macri pretende reiterar triunfos, debe otorgarle prioridad económica al distrito provincial, llave de la cerradura electoral del país. Solo un imbécil copiaría a la infatuada Cristina, que yuguló a Scioli. Por lo tanto, un destino común enlaza a Vidal con Mauricio. Por si ese tándem no alcanzara, Rodríguez Larreta ahora aporta al trío el cariño unificador de la fecha electoral entre Capital y Nación, otra contribución a las expectativas de Macri. A cambio, se supone, nadie cuestionará al jefe de Gobierno en una interna y, si descubren algún atrevido, le reservan el primer canto de la Divina Comedia. Salvo calamidades, entonces, el imperio de la tríada decretó ya su propia confirmación electoral. Quedan los socios del Gobierno fuera de este debate por tres distritos. A los radicales les toca la concentración en otras provincias claves, Córdoba, Santa Fe y Mendoza; protagonizar en los núcleos del interior los elencos de la compañía Macri. Como importan las personalidades que juegan, resta un rol para Cornejo, jefe de la UCR, quien no puede reelegirse en su provincia. Difícil que Macri lo incluya en su fórmula, sería como llevar a Elisa Carrió en ese segundo término: una bomba latente. A esta otra socia le reservan –si los humores de ella lo consienten– la postulación a la senaduría porteña, quizás acompañada por el defenestrado Mario Quintana (de Pinedo ni hablar: jamás Carrió le perdonará que la dejase en el altar, con el nuevo vestido, sin poder asumir en la comisión de Diputados que vigila a los fiscales). El vínculo Macri y Carrió no atraviesa el mejor momento: más de uno sospecha que a comer milanesas en Olivos, no la va a invitar más.

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Por último colgado en el limbo permanece Lousteau, a quien le faltan aún muchas monedas para llegar al peso, sea en Capital o en Nación. Destino incierto, por ahora. Otro suspenso rodea la continuidad de los vices del trío mayor: Santilli parece cubierto por la protección de Nicolás Caputo, ni mella le hace la ministra Soledad Acuña; Salvador (el dos de Vidal) no rinde en la Provincia pero le ganó la interna a Ricardo Alfonsín, y la UCR no dispone de otro calificado.

Buena letra. Más de lo mismo, quizá, como en la Nación, donde abundan los aspirantes y Michetti se fortalece por su irrelevancia. Una curiosidad, la de permanecer por no engendrar peligro. Se trata de una opinión superficial, ella cumplió con los deberes, hasta firmó lo que su jefe evita suscribir: la extensión del millonario crédito a la cuestionada Iecsa, y acaba de bloquear cualquier pesquisa sobre el Correo. Ni Duhalde era tan dócil con Menem como ella con Macri.

En los medios, el oficialismo hará propaganda sobre las ventajas de todas las estabilidades a punto de conseguirse (dólar, económica, social, etc.), lamentando el sacrificio consecuente y, con algún grado de realismo –en relación con el pasado, por lo menos–, cerrará la boca para no apelar a ilusiones vanas tipo “los brotes verdes” o “se acabó la inflación”. Cero de fantasía, uno de optimismo. Otro plano del nuevo relato, según la cotizada asesoría de Duran Barba, será la insistencia en distinguir la naturaleza del voto que caracterizó la elección del año próximo: el sufragio recalcitrante de la oposición, considerado como “reivindicativo”, con el daño que implica ese propósito, versus la voluntad “aspiracional” que estimula el Gobierno, conciliadora, amistosa. Suponen que ese manual del ecuatoriano asesor, con las disquisiciones semánticas, garantiza la victoria. Del otro lado, del peronismo partido y sus frentes diversos, menos prisa y nula definición. Como no son noticia, el cronista se reserva para otra oportunidad.