COLUMNISTAS
de los ministros a los salarios

Temporada de licuados

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Gabinete. El Presidente intenta concentrar el poder en Martín Guzmán. | Presidencia

Y arranca acá otra columna sobre cómo el país le está encontrando la vuelta a las crisis gracias a que se logran acuerdos básicos en la emergencia que permiten esbozar un plan de desarrollo con cierta estabilidad en las variables clave, políticas de asistencia para los pobres y el impulso del Estado a sectores que consiguen exportar y generar dólares, mientras ofrecen empleos calificados para jóvenes que surgen bien capacitados de un sistema educativo actualizado en el que cada vez más gente quiere trabajar porque la paga y las condiciones laborales no paran de mejorar. Todo estimulado por un debate político honesto que dejó atrás las chicanas y los eslóganes sin rumbo que supieron dominar las coaliciones del Gobierno o la oposición.

No. Mentira.

El país acaba de terminar otra semana con sensación de vértigo y cornisa, luego de transformar la pandemia que golpea al mundo en apenas otro matiz de las crisis argentinas, es decir, de las crisis del dólar, por no ser más específicos y mencionar el problema de que nadie quiere los pesos.

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Cada uno puede poner el acento en si es el ahogo de la herencia de Cambiemos, la mala praxis del equipo económico actual o un plan de desestabilización de los “poderes fácticos”, pero el Presidente al que le toca pilotear este nuevo momento tic tac tiene un problema bien propio: no consigue que le crean.

Ni los mercados financieros, que son un hervidero con el blue a $ 167. Ni la oposición, que por cómo se dio el recorte de los fondos porteños espera siempre un puñal por la espalda. Y lo que es peor, ni siquiera consigue que le crean todos los propios, entre los que hay muchos que se despiertan a la noche y desconfían del “dialoguismo con pauta a Clarín” de la Casa Rosada.

Así, no hay gesto de política exterior o medida pro mercado que consigan traducirse en un ratito aunque sea tranquilidad financiera. La administración que eligió Israel como primer viaje oficial para alejar cualquier apariencia Iran-friendly; que más allá de cualquier bandera con el Grupo de Puebla, ese que parece un relato progresista de Mariano Closs, no se fue del Grupo de Lima, el sello de países que expresa los lineamientos de Estados Unidos en la región; y que ahora condenó las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, no logra salir de “populist” en los artículos de The Economist y lo que es peor, tampoco consigue frenar la huida de los pesos que protagonizan desde grandes fondos de inversión hasta los ahorristas minoristas con un máster en rulos y microfugas.

Dame todo el power. Esa arena movediza tiene muy atareado al asesor de Asuntos Estratégicos de la Casa Rosada, Gustavo Beliz, que cada vez gasta más tiempo al teléfono con economistas o empresarios para tomar la temperatura de la situación y pensar en posibles salidas de una situación que un consenso creciente de funcionarios, hombres de negocios y políticos considera que no puede durar mucho más tal como está. ¿Más forceps en el mercado cambiario? ¿Desdoblamiento con un dólar financiero libre y uno comercial más bajo? ¿O finalmente una devaluación? ¿O todo en ese orden?

El gran tema es que la inquietud cada vez surge menos de las planillas macro y las posibles medidas y más de la necesidad de un liderazgo fuerte en la crisis. Ahí apunta ahora el Presidente con la decisión de levantar a Guzmán. Lo elogió en un acto el viernes. Le dio el lugar central en el encuentro del pacto social con empresarios y sindicalistas y organizaciones sociales. Había liderado antes las medidas de baja de retenciones y señales al ahorro en pesos. El único tema es si no es demasiado tarde después del desgaste con el ida y vuelta que cerró más el cepo pese a que él recomendaba lo contrario. Pero ahí va.

“Pero hoy la duda es más grande”, dice un lobbista de grandes corporaciones. “Hablamos con todos los ministros del gabinete, tienen una disposición inobjetable, nos atienden el teléfono como nunca, pero sentimos que están todos licuados”, dice en referencia a un problema letal para cualquier miembro del Poder Ejecutivo: transmiten la impresión de que lo que aseguran que va a pasar no pueden garantizar que vaya a ocurrir.

En los seminarios de, ponele, la Universidad Di Tella, se hablaría de “los dilemas de la coalición gobernante” mientras que en recientes encuentros de popes de la CGT con economistas y referentes de empresas se habla lisa y llanamente de si la vicepresidenta Cristina Kirchner, que en definitiva es quien eligió para encabezar el Ejecutivo al ex jefe de Gabinete de su difunto marido, podría “intervenir” directamente áreas sensibles de la gestión. Las dos visitas en 48 horas de Aníbal Fernández a su amigo presidente esta semana no hacen más que alentar especulaciones.

El economista Daniel Heymann, asesor y mayor inspirador del ministro de Economía, suele comentar por estos días que cada evento que pone en foco cómo funciona la toma de decisiones en el Frente de Todos “va al tipo de cambio”, y por ende complica la hoja de ruta para “tranquilizar la economía”, una frase de Guzmán que quedó más gastada que las remeras que dicen “Duhalde 95” y se ven en algún picado. “La grieta tiene costos”, lo puso en palabras el ministro en una visita al Congreso. En el mercado financiero algunos lo llaman una “expectativa de devaluación infinita”, cuando se ceban en los análisis de un momento que tiene muchas razones reales como para darle bola a los creativos de los papers.

Inflación pulenta. Es que cualquier salida abrupta de la tensión con el dólar llegará después de tres años de recesión, cuando la pobreza que ya era alta en el final del macrismo tocó el 47,2% en el segundo trimestre y mientras en el Conurbano ya remarcan fuerte; el arroz, la polenta y el pan subieron más del 10% solo en septiembre según el Índice Barrial de precios que la organización Isepci toma de 450 locales de cercanía.

En este marco, un grupo de empresarios importantes tomó nota de la nueva muletilla del FMI que ahora nos apoya y “no pedirá más ajuste” ni habla de “reformas estructurales”. Según dijo su titular Kristalina Georgieva en CNN en Español, trabajarán sobre “los obstáculos al crecimiento”. Lo asocian con el hecho de que en la reunión con la Unión Industrial Argentina (UIA) los técnicos del organismo preguntaron mucho por la legislación laboral, justo cuando también Daniel Funes de Rioja, miembro de la central fabril, habló de cambios para contratar y despedir más barato bajo la consigna de “emergencia ocupacional”.

Para incorporar a ese debate que coincide con una puja por una nueva devaluación fuerte: según la consultora Eco Go, en 2017 el salario mínimo en la Argentina era US$ 524. Ahora es US$ 219. Lo triste es que es un cálculo hecho con el tipo de cambio mayorista de $ 77. Con un dólar de $ 160, bajaría a US$ 105.

Sería lo único más licuado que los ministros del Gabinete.