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¿Una nueva era es posible?

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CGT. El sindicalismo crónico rompió un silencio de protestas de cuatro años. | Sergio Piemonte

La Argentina está asistiendo a un proceso claramente diverso al vigente hasta el presente.

Un resultado electoral que marcó la opción de la mayoría de la población para dar fin a un largo período de atraso y permanente involución nacional en todos sus aspectos.

En momentos de redactar estas líneas, han transcurrido no más de diez días hábiles de la asunción de un nuevo gobierno que ha producido una serie de movimientos impredecibles, y con un decurso asimismo carente de certezas en cuanto a su evolución y concreción posterior.

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De inicio, se pueden contabilizar a favor de la nueva conducción nacional, entre otros, algunos éxitos:

  • Una marcha organizada por sectores sociales, que entorpecieron durante largos años la vida de los argentinos (necesitados de circular libremente por sus ciudades) fue absolutamente desarticulada, exhibiendo por primera vez en años la grata novedad de que, ante la irrupción de los violentos, calles, puentes, medios de transporte, se mostraran libres para circular para los pacíficos ciudadanos de a pie.
  • Consecuente con los anuncios de campaña y del discurso de asunción presidencial, el primer mandatario emitió, dentro de sus facultades constitucionales, un decreto de necesidad y urgencia, con un histórico catálogo de reformas para aliviar la vida de los argentinos.
  • En este mismo sentido, la decisión estratégica de adoptar la vía del decreto de necesidad y urgencia en lugar de la solicitud de tratamiento legislativo generó el efecto del hecho consumado para las reformas propuestas, evitando las obvias dilaciones que el tratamiento legislativo, en un Parlamento claramente minoritario, llevarían a su neutralización.

Resultaría redundante un análisis de ese documento, pero a manera de ejemplo, algunas de sus muy bienvenidas reformas, podría mencionarse:

  • derogación de la ley de alquileres;
  • eliminación de multitud de trámites administrativos de todo orden;
  • declaración de labores esenciales a la educación y el transporte, entre otras;
  • amplia reforma del Estado;
  • eliminación de disposiciones que afectan la actividad comercial.

Por otra parte, el nuevo realineamiento internacional, bienvenido por la mayoría de las naciones democráticas, descartando el anteriormente prometido acceso a los Brics y la solicitud de ingreso a la OCDE, son consistentes con la excelente reacción que los mercados internacionales demostraron en las primeras jornadas del nuevo gobierno.

En este contexto, un asociado permanente al anterior régimen, como es el sindicalismo crónico expresado en la CGT, rompió un silencio de protestas de casi cuatro años, y de inmediato exhibió una reacción opositora, saliendo de un letargo increíble frente a la involución que en años anteriores se había generado en el país y en los salarios de los trabajadores.

La misma reacción, minoritaria, se expuso la misma noche del anuncio del DNU presidencial, por parte de minúsculos grupos, con clara demostración de su carencia de espontaneidad.

Párrafo final para la lamentable posición encarada por supuestos partidos afines (hasta ayer opositores al anterior gobierno) que con su posición aparentemente legalista no hacen más que facilitar el juego de quienes sumieron al país a lo largo de las últimas décadas.

Mientras tanto, el camino se ha iniciado. Pleno de incertidumbre. Pero también de esperanza.

Con una población que contempla, ansiosa, que los nuevos aires puedan prosperar y convertir al país en un territorio vivible, lejos de la prepotencia, del nosotros o ellos, y con una vigencia amplia de los beneficios de la libertad, que tal como reza nuestra Constitución, es la fuente de todo derecho.

Que así sea.  

*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.