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Una Virginia borgeana

Virginia Woolf y Jorge Luis Borges 20240224
Virginia Woolf y Jorge Luis Borges | CEDOC

Se acerca el 8 de marzo, y van organizándose las marchas del Día de la Mujer, mientras los textos más citados mantienen su vigencia a lo largo de más de tres siglos:  en 1792 aparece Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft (madre de Mary Shelley); luego en 1929, el brillante y sarcástico ensayo literario Un cuarto propio, de Virginia Woolf, y El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, en 1949.

Referiré una pregunta que se hace Woolf, sirviéndome de la traducción de Borges, no porque sea la mejor (elegiría la de Teresa Arijón), sino porque me divierte pensar a Borges traduciendo a Virginia Woolf, seguramente incentivado por Victoria Ocampo. Trato de imaginar cómo se sentiría en aquella época (fue una traducción bastante contemporánea, en 1936) interpelado por un texto que no solamente denuncia al patriarcado, a su vez es un ejercicio intelectual refinado e irónico de una de las mujeres más inteligentes del siglo XX.

En el segundo capítulo, Virginia cuenta su visita al Museo Británico donde revisa una bibliografía exhaustiva de autores que se refieren a las mujeres. Entonces se pregunta: “¿Por qué las mujeres, a juzgar por este catálogo, interesan mucho más a los hombres que los hombres a las mujeres? ¿Y por qué manifiestan tanto enojo al tiempo que la necesidad de marcar la inferioridad?”. En lecturas anteriores de Un cuarto propio no había reparado en la importancia de la ira. Así, luego de revisar todos los libros, Virginia concluye: “Mi única certidumbre de esa mañana entera de trabajo es el hecho de la ira. ¿Por qué están todos enojados? ¿Es el enojo acaso, pensé, el familiar, el demonio subalterno del poder?”. 

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