A la medida de los escenarios que más disfruta Jaime Duran Barba, el oficialismo empezó a acelerar desde atrás en la cuenta regresiva que se inició hacia las PASO del próximo mes.
Tras el peor año de su vida política y el shock que le causó que CFK entronizara a Alberto Fernández como presidenciable, el macrismo puso primera en esta carrera electoral con un movimiento tanto o más impactante que el de su contrincante, al subir a Miguel Pichetto a la fórmula.
A partir de ahí no se detuvo más, activando una maquinaria de campaña tan aceitada como exitosa. El invicto (que incluye no haberse presentado en la presidencial de 2011) arrancó cuando Macri & Cía. vencieron en las legislativas porteñas de 2005.
Tal lo demostrado con el triunfo de medio término de 2017 (que pareció escurrirse meses después por la crisis), este andamiaje es potenciado por el manejo de los tres principales estados del país: Nación, Provincia y Ciudad.
En modo campaña, el PRO luce su mejor versión. Obras que se anuncian, que se presentan, que se inauguran, sean o no responsabilidad de su gestión. Discursos claros, efectivos y coordinados, gusten o no. Técnicas de comunicación de vanguardia con el electorado. Dólares internos y externos quemados para mantener una calma tan ficticia como necesaria.
Semejante combo es muy pesado, además de costoso. Y podría explicar la posible reelección del Presidente. Eso si se obvia, claro, la muy mala gestión económica de estos cuatro años M, tres de ellos con recesión y aumento del desempleo y la pobreza.
Por eso, al pack hay que sumarle kirchnerismo, para que ahora sí la oferta sea completa aunque ya no sea ni tentadora ni satisfactoria ni nueva: apenas el mal menor, según muchos de sus potenciales votantes, tal como lo admite hasta el propio Duran Barba. Y si él lo dice...