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Violencia de género: ¿por qué no disminuye?, ¿qué hacemos mal?

Marcha Ni Una Menos previa en el Congreso 20220603
Marcha Ni Una Menos previa en el Congreso | Pablo Cuarterolo

Todavía no terminamos de conmemorar el séptimo aniversario de la masiva movilización del Ni Una Menos el 3 de julio de 2015 y retumba en nuestros cuerpos el dolor de esas muertes inaceptables: los miles de mujeres y niñas que no pudimos evitar que  las mataran por el solo hecho de ser mujeres. Y junto a ellas el dolor de otras muertes inaceptables: las de las dos maestras y 19 alumnos de la escuela de Uvalde, en el corazón de Estados Unidos. A esto se suman las muertes de civiles ucranianos que las tropas rusas dejan a su paso por las ciudades. Detrás de estos hechos dolorosos que nos estremecen, está la política armamentista que se promueve en el mundo, a ella debemos dirigir nuestra acción. 

Los crímenes por la violencia basada en género, por la cual mujeres y niñas son asesinadas en todo el mundo, también en nuestro país a pesar de las leyes que se sancionaron y se están implementando, así como los programas con mayor presupuesto que se crearon, tienen detrás un arma de fuego o blanca con la cual se aplica esa violencia. Lo mismo y en forma aún más evidente se registra en casos como la matanza en la escuela de Uvalde o la Guerra de Ucrania. Con la diferencia de que en los femicidios de mujeres y niñas a veces el arma son las manos del femicida o un elemento simple y común. Pero quien lo usa para aplicar violencia le da el mismo significado que a un revólver o a una daga. Disponer de armas es para algunos seres humanos una tentación para usarlas en contra de otros sin más motivos que mostrar su poder sobre esa o esas personas. Esto es lo que vivió el joven asesino de Uvalde o quienes matan a su pareja: nos están mostrando a todos que ellos pueden y así sus gestos están destinados a que los veamos, que los valoremos en su capacidad de dañar por el solo hecho de mostrarnos que pueden. 

En el caso de la guerra en Ucrania, el armamentismo es más evidente y ahí son los líderes mundiales los que se jactan de su poder y se muestran al mundo como los varones potentes que someten a quienes no les obedecen. Desde hace siglos los líderes de países en guerra son hombres, no mujeres. La señora Thatcher fue la excepción en el caso de la Guerra de Malvinas. Las políticas de Thatcher sí eran a favor del armamentismo. En momentos de crisis económicas y sociales como los que vivimos en el mundo, y en especial en algunos países por el impacto de la pandemia, la persistencia de políticas armamentistas, incluso en los países de bajos ingresos, con el importante peso en su presupuesto del destinado a la compra de armas y equipos para acciones bélicas, es algo preocupante y que ayuda a mantener los niveles de violencia social e institucional. 

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El sábado, en PERFIL, se publicaron dos notas que muestran esta situación: la descripción de la matanza en Uvalde junto a la celebración de la Convención Nacional del Rifle, organizada por la poderosa Asociación Nacional del Rifle, una de las principales responsables del lobby en EE.UU. que no permite cambiar la libertad de venta y portación de armas de muy alto poder a cualquier ciudadano. Convención en la que participó el ex presidente Trump, quien además recibió donaciones de sumas muy importantes de esta asociación para su campaña presidencial. 

Las restricciones y el control de la posibilidad de adquirir y poseer armas de alta potencia y sofisticadas a ciudadanos comunes a partir de los 18 años permite que ocurran matanzas como la de la escuela de Uvalde. Pero también esa falta de control frente a la adquisición de pequeñas armas de fuego es una política que debe cambiarse para que los ciudadanos no tengan la facilidad de contar con un arma de fuego en los ataques de violencia con sus parejas. Cuando oímos a políticos en el país apoyar la tenencia de armas, volvemos a estremecernos y gritamos: ¡Basta. Ni Una Muerta Más!