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Votando outsiders

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Inevitable. Manes también deberá adaptarse a la influencia de la sociedad. | NA.

Desde la urgencia de la noticia y la novedad, no quedaría más opción que presentar algunas de las incorporaciones sorpresivas a las listas de candidatos y candidatas, como “outsiders”. Con esta terminología, y su utilización recurrente, incluso por los mismos y mismas protagonistas, el mundo sería descripto como una suerte de tablero en el que ciertas cosas podrían cambiar de posición, incluso como esa misma expresión representa, desde afuera de un lugar, hacia adentro de otro.

Poner el acento en el mundo como una división de cosas, de seres en el mundo cuya esencia podría ser trasladada a otros sitios (en este caso a la política) deja sin atender la clave central del proceso de reproducción de la sociedad moderna vinculado de una manera compleja con los horizontes de tiempo y las operaciones siempre nuevas que son necesarias para que la sociedad pueda seguir sobreviviendo. Es decir, no es tanto las personas, sino lo que esas personas hacen siempre en circunstancias nuevas.

Intentar separar a estas supuestas novedades políticas, del último año y medio, es prácticamente imposible. Para la mayoría de ellos la pandemia supuso una suerte de salto al estrellato o la exposición pública imposible de pensar bajo otras condiciones, colocándolos frente a los medios de comunicación como voces recurrentes para declaraciones explosivas. Cuanto más declaraban, más atractivos se volvían para las producciones de los programas el volver a llamarlos, y cuanto más los llamaban, más obligados se sentían a subir el tono de sus acusaciones sobre datos nuevos, logrando que sus aportes no perdieran algo fundamental para la prensa: la novedad. Algunas listas no serían nada sin la variante Delta.

La pandemia ha activado de una manera irrefrenable al sistema político, y nadie debería haber esperado nada diferente. La obligación de tomar decisiones vinculantes alrededor de qué hacer en relación al avance trágico del virus imponía la activación del único espacio de la sociedad que diferencialmente se debía ocupar de hacerlo: el gobierno. No existe ningún equivalente con esas características y atribuciones fuera de ese sistema, del que luego sus decisiones pueden ser evaluadas en función de su legalidad o ilegalidad o incluso su efectividad desde el punto de vista de la ciencia; pero en ningún casos esas instancia definen decisiones en un nivel equivalente. Esto quiere decir que cada determinación del gobierno, imponía una oportunidad para su otro lado: la oposición, y de ese modo la politización estaba servida.

La supuesta mala comunicación

Las personas prominentes que inundaron los medios masivos de comunicación no solo lo hacían desde sus roles de expertos. Sus apariciones se presentaban como disquisiciones alrededor de los procesos de decisión del gobierno nacional, de modo que permitían la atención inmediata del sistema político. Cuanto más fuerte era su cuestionamiento, y por lo tanto más estridente, no solo aumentaban sus seguidores en las redes sociales, sino que se iban constituyendo como fundamentalmente atractivos para las preferencias electorales. En este tiempo, los denominados “outsiders”, como Bloomberg en su tiempo, fueron incorporando sus operaciones de manera sostenida en el juego del sistema político. Lo de las candidaturas, es lo único que faltaba.

Desde el punto de vista del oficialismo las listas ofrecen una perspectiva diferente, en el que la gestión, es decir las decisiones, son las que completan la imaginación de lo que podría ser más atractivo para su electorado. La posible idea de Cecilia Nicolini, Martín Insaurralde, Luana Volnovich o Fernanda Raverta, constituyen el otro lado perfecto de las críticas opositoras. Los otros completaron sus listas en el rastro de los que más destacadamente acumularon público para sus críticas; mientras estos lo hacen para defender sus procesos de decisión enfocados puramente en la gestión. Parece que las listas se arman sobre personas, pero es siempre la sociedad de fondo la que impone sus condiciones.

Colocar el acento en una mirada de tipo constructivista, es decir, de que aquello que ocurre se construye a cada paso y dependiendo de las condiciones del momento, permite comprender otros procesos con funcionamiento equivalentes y con roles invertidos. Alberto Fernández representa todos los lados posibles, tanto en su rol opositor con una enorme cantidad de declaraciones de fácil acceso para el público en los registros online, como en su actual defensa obligada de todo lo que decide. Pero al mismo tiempo, no debe olvidarse que el actual jefe de Estado fue también a mediados de 2019 el perfecto “outsider”, demostrando que hasta Cristina Kirchner se vio obligada a reemplazar una mirada esencialista, por la de una oportunidad similar a la que se planea hoy en el tiempo de los médicos y científicos mediáticos.

El futuro será para todos, el mismo presente que hoy ofrece la política. La incorporación de estos externos y externas se ofrece como la ilusión de que esos seres producirán un cambio en un sistema cuya complejidad y perfeccionamiento lleva demasiado tiempo. Sin embargo, una vez electos y electas en sus roles legislativos, los opositores pasarán a estar igualmente condicionados por los espacios que representan, incluso por los pasados de esos mismos espacios en las gestiones que alguna vez dirigieron con sus propias decisiones. Sus incursiones televisivas no podrán ejecutarse sin la libertad anterior y hasta deberán pedir permiso y rendir cuentas a los comandos del partido toda vez que se les ocurra expresarse en alguna dirección. Más que cambiar a la política, será la política la que los cambie a todos ellos y ellas.

La elección que viene tendrá todos los condimentos de lo que la sociedad moderna ha perfeccionado para la política. Un gobierno que deberá defender sus decisiones y una oposición que buscará atacarlas con los temas que en ese tiempo específico estén de moda. La pandemia se politiza porque no puede ser extraída de la operación social de comunicación de quien debe decidir en relación a su existencia. Ni Manes, con su descripción del cerebro, podrá hacer nada contra la sociedad, mas que adaptarse a su furiosa influencia.

*Sociólogo.