Al revés de lo que imaginaba Marx, las sociedades se deshomogenizan y no quedan divididas entre proletarios y capitalistas, sino que se fragmentan en grupos de interés material, afinidad ideológica, religiosa, estética, de habitus, y disposiciones afectivas. Frente a las condiciones de posibilidad política que genera una población más diversa y pluralista, la medicina transformadora de la sociedad que prescribió el destacado filósofo teórico político Ernesto Laclau es la radicalización de la democracia para volver a construir un “nosotros” y un “ellos” que reagrupe lo disperso. Por ejemplo, aglutinando en la rebeldía a toda forma de subordinación injusta o excesiva, no solo la económica.
Rodríguez Larreta imita a su adversaria atacándola ya no a través de delegados, sino personalmente
El patriarcado, la inmigración, las discriminaciones estéticas, la brutalidad policial y cualquier desigualdad ostensible de poder pueden enhebrase en un solo significante de injusticia social, distintas formas de “los de arriba” oprimiendo a “los de abajo’’. Al mismo tiempo que el rechazo a nuevas formas de lo políticamente correcto (el lenguaje inclusivo, por ejemplo), o sea, la respuesta a lo anterior, amalgamarse en otro “nosotros” reaccionario.
En un mundo que no marchó en la dirección que Marx previó donde hubiera sido posible la emergencia una sola clase universal, pasaba a ser necesario encontrar una forma superadora y reelaborada del esencialismo de clase que veía todos los conflictos como antagonismos de raíz económica, comprendiendo el carácter multicausal de la variedad de demandas insatisfechas y construyendo no solo donde se encuentren identidades sólidas, sino, también, identificaciones transitorias.
Bullrich laclausiana. Patricia Bullrich hace suyas las palabras de Laclau: “No habrá cambio sin conflicto y división”, oponiéndose al idealismo armónico de Horacio Rodríguez Larreta, donde puede haber un “nosotros” que incluya a todos. Probablemente la divergente visión operativa de ambos sea resultado de las casas de estudio en que se formaron: Larreta hizo un posgrado en Administración Pública en la Universidad de Harvard, mientras que Patricia Bullrich un doctorado en Ciencias Políticas en la bonaerense Universidad de San Martín. La tesis del doctorado de Bullrich defendida en 2013 fue Articulación, desarticulación y rearticulación del sistema político y de partidos en la Argentina 1999-2007, donde las ideas de Laclau ya comenzaron a aplicarse.
El aviso de Bullrich en el que dice: “Si fuéramos un país normal, alcanzaría con un buen administrador (Larreta), pero no somos un país normal” encuentra su justificación literal en la crítica que la politicóloga belga, pareja y coautora de textos de Laclau, Chantal Mouffe, hace de la visión de quienes consideran a la política una forma de “administración”, porque “parece que deja de lado algo que considero central en la política, que es el papel de las pasiones y de las confrontaciones. Lo que define lo político es la confrontación. En todo sistema surgen conflictos y hay confrontación porque hay un ‘otro’”.
Puede sorprender la utilización de conceptos de Laclau en un partido de centroderecha como el PRO, pero como bien lo explicaba el propio Laclau, “el populismo no es una ideología, es una forma de construcción de lo político que interpela a los de abajo frente al poder, pasando por encima de todos los canales establecidos de vehiculización de las demandas colectivas”. Los de arriba, en el caso de Patricia Bullrich, son los kirchneristas, los sindicalistas, los dirigentes sociales que dominan a los “planeros” y los empresarios del capitalismo de amigos.
El carácter transideológico de la preferencia por una democracia radicalizada y un ejercicio de la política agonal encuentra su mejor ejemplo local en que Javier Milei tomara la palabra “casta” como mantra de La Libertad Avanza de Podemos, la izquierda democrática extrema de España, y no de Vox, la derecha democrática extrema. “El populismo tiende a negar cualquier identificación con la clasificación dentro de la dicotomía derecha/izquierda siendo un movimiento multiclasista”, escribe Laclau en el capítulo Populismo, ambigüedades y paradojas de su libro La razón populista.
Otra aplicación de conceptos de la democracia radical y agonista a la receta de Patricia Bullrich para solucionar los problemas del país se los puede asociar a otro párrafo de Laclau en el que dice: “El populismo es antielitista, subversivo del estado de cosas existentes y también como punto de partida de una reconstrucción más o menos radical de un nuevo orden una vez que el anterior se ha debilitado”.
Y cuando partidarios de Patricia Bullrich suben un video que irrita a todo el progresismo al decir que brindan por un país sin Cristina Kirchner, por carácter transitivo, sin kirchnerismo y, extendidamente, sin peronismo, realizan una sinécdoque (la parte por el todo) social donde puedan “transformar su propia parcialidad en universidad que los trasciende” (las comillas encierran palabras de Laclau).
Se nota en Bullrich su doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de San Martín
Frente a un Horacio Rodríguez Larreta que con una fe cartesiana apela en su discurso a la razón, contrariamente, en la búsqueda de crear una voluntad colectiva, Patricia Bullrich no tiene problemas en decir que sacará el cepo el primer día o enviará el Ejército a las calles de Rosario apelando a “las bajas pasiones de la masa”. En su libro canónico, Laclau cita varios párrafos del libro Psicología de las multitudes de Gustave Le Bon; uno de ellos dice: “Las masas nunca han tenido sed de verdad, se alejan de los indicios que no les agradan, prefieren deificar el error si este las seduce”.
Pero algo de las ideas de Laclau sobre la acción política comparten Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich: la influencia de Gramsci sobre que el cambio político se produce desde dentro del Estado y no desde los poderes fácticos o los movimientos civiles. Además, las últimas semanas de campaña, Larreta imita a su contrincante atacándola ya no a través de sus delegados, sino personalmente.
Finalmente, Ernesto Laclau llegó al PRO.
La columna de este sábado: Prosopografía actual de los políticos argentinos