Una de las vecinas de Horacio Grasso, el expolicía condenado por el homicidio del niño Facundo Novillo, contó en exclusiva a Perfil Córdoba una historia de terror. Narró episodios muy violentos que protagonizó Grasso mientras cumplía, en teoría, la prisión domiciliaria en el departamento del 3°B de calle Buenos Aires 315 a pocos metros de la Plaza San Martín.
Es el mismo inmueble donde se encontró un cadáver escondido dentro de un placard. El Ministerio Público Fiscal ya cuenta con los primeros datos de la pericia forense. El cuerpo pertenece a una mujer joven, de entre 20 y 40 años de edad. La data de la muerte se ubica en pocos meses atrás. Y la mecánica del homicidio sería asfixia por estrangulamiento. Resta conocer su identidad.
La amplia ventana temporal en la que Grasso vivió ahí lo ubican en la escena del crimen. El 5 de marzo del 2021 el juez de Ejecución Penal de Río Cuarto, le permitió que continuara preso pero en un domicilio particular. Lo fijó en el departamento del horror. Desde aquel momento hasta el jueves 3 de julio pasado, habitó esa vivienda. Por eso, si la víctima fatal fue asesinada, ¿el crimen ocurrió con Grasso en el departamento?
Según pudo conocer este medio, él vivía solo. El inmueble había sido adquirido por su padre hace unos 50 años cuando recién se estaba construyendo. Al fallecer quedó a nombre de la viuda, Eunice Meyer, madre de Horacio Grasso y también víctima del hijo en uno de los dos períodos en que tuvo prisión domiciliaria. El episodio de violencia familiar ocurrió en la casa de ella, no en el departamento donde se centra hoy la investigación de un homicidio. Y por esa razón volvió a la cárcel en abril del 2020.
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Lo definen como un vecino violento y descarado
María Sánchez es consorcista. Se comunicó con Perfil Córdoba para relatar una historia de terror a lo largo de los cuatro años en que Grasso vivió ahí. Ellos no supieron quién era de inmediato. Se dieron cuenta con el paso del tiempo.
La mujer contactó a este medio porque en un informe publicado el 8 de julio pasado, se incluyó el dato del tutor designado para velar por el cumplimiento de las condiciones que la justicia le impuso a Grasso al concederle la domiciliaria. Se trata de C.D.R. En aquella nota no se publicó el nombre completo. Pero las iniciales fueron un dato suficiente para que los vecinos se dieran cuenta de quién se trataba: el portero, quien también vive en el mismo complejo.
La pérdida de agua que generó el macabro hallazgo
En el lapso de los últimos cuatro años el edificio cambió de administración. La nueva gestión realizó una presentación porque había que solucionar la pérdida de agua que, sospechaban, se había generado en el 3°B causando enormes perjuicios a los pisos inferiores.
Fue por ese motivo que ingresaron trabajadores al departamento el sábado 5 de julio último, dos días después de que Grasso fue enviado nuevamente a Bouwer y se toparon con un diminuto y precario habitáculo. Al buscar la pérdida hallaron un placard tapiado y adentro, el cadáver.
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Una secuencia de terror
Según narró Alvarez, varios propietarios e inquilinos del edificio vivieron numerosos episodios violentos. Ahora están con miedo, a pesar de que el expolicía está en la cárcel de Bouwer.
Hoy cuentan que padecieron robos y amenazas.
A una joven -que ya no vive más ahí- Grasso le pidió que le arregle la computadora pero ella se excusó de hacer el trabajo. Luego, le apareció una bombacha con sal en el ingreso del departamento.
A otro inquilino con quien tenía un vínculo tenso, le arrojó orina y excremento humano por debajo de la puerta.
Otra persona que se quejó y le pidió que bajara el alto volumen de la música recibió una grave represalia. Le arrojó una sustancia inflamable y le quemó la puerta de su departamento. Denunció el hecho.
En otra ocasión arrojó una especie de bomba molotov por la ventana para amenazar a un vecino.
Ellos veían ingresar mujeres al departamento que, aparentemente, contrataba para tener sexo.
También lo observaban moverse en la calle, sin tobillera electrónica, como si estuviera libre.
María Álvarez también señaló: "Siempre pensamos que la policía estaba involucrada porque no investigaban los hechos que ocurrían y porque el asesino se jactaba que él conocía a todos los de la vuelta (un dependencia importante de la policía de calle Independencia al 200)".
Los testimonios son elocuentes respecto al escaso control que ejercieron los organismos que deben vigilar a los detenidos con prisión domiciliaria. Dependen del Servicio Penitenciario y del Ministerio de Justicia. También generan muchos interrogantes sobre qué informes tuvo el juez de Ejecución Penal, Facundo Moyano Centeno; cómo los valoró para mantener extramuros a un condenado con semejante perfil criminal.
¿Cómo es posible que un preso con esta conducta gozó de prisión domiciliaria sin que nadie advirtiera ni hiciera nada para revertir antes la situación? Lo mandaron a la cárcel de nuevo, pero quizás fue demasiado tarde.