Hace unos días, escuché a un niño de 7 años decir: "Fueron muy crueles conmigo". No lo dijo con gritos, ni con violencia. Lo dijo bajito, como quien cuenta un secreto que duele demasiado para gritarlo. Su nombre no es realmente Mateo, pero podría ser cualquier niño o niña en las aulas argentinas. Su historia no es única, pero sí urgente.
Mateo estaba en primer grado. Le gustaba jugar con plastilina, dibujar coches y soñar historias donde siempre había un final feliz. Pero el suyo empezó a torcerse desde el primer día de clase. Sus compañeros decidieron que era "demasiado crío", que no jugaba como ellos, que no encajaba. Así, sin más, se convirtió en blanco de burlas, apodos hirientes y exclusión sistemática.
El patio escolar, ese espacio destinado al descanso y la recreación, se transformó para él en un rincón de temor, soledad y dolor. Allí, en silencio, trataba de dibujar sonrisas en hojas arrugadas mientras la suya desaparecía poco a poco.
Este relato no busca exagerar. Busca mostrar una realidad que ocurre todos los días, en escuelas públicas y privadas, en ciudades grandes y pueblos pequeños. El bullying no tiene fronteras sociales, económicas ni geográficas. Pero sí tiene un común denominador:
Siempre hay adultos cerca. Y muchas veces… no hacen nada.
No es cuestión de maldad. Muchas veces es desconocimiento. O peor aún: indiferencia.
No hace falta empujar para hacer caer.
No hace falta gritar para herir.
A menudo, el daño comienza con una risa malintencionada, una mirada que excluye, un comentario que normaliza la crueldad.
Y crece en el vacío que dejamos quienes tenemos la obligación moral y social de intervenir: padres, madres, docentes, directivos, vecinos, modelos a seguir.
Hoy, en el Día Internacional de la Lucha contra el Bullying, quiero interpelar al lector.
A recordar que el bullying no es "cosa de chicos".
Es un fenómeno sistémico, que se reproduce en el entorno que creamos los adultos.
Y que tiene consecuencias reales, profundas, duraderas.
Tristeza. Ansiedad. Autoestima destruida. En los casos más graves: ideación suicida.
Nadie nace siendo víctima ni hostigador. Se aprende. Se replica.
Pero también se puede prevenir. Se puede detener. Se debe erradicar.
Claves para actuar: ¿Cómo podemos los adultos proteger a nuestros niños?
Educar en empatía NO es opcional.
Empieza en casa. Conversen sobre cómo se sienten, por qué lastimamos, quién se siente solo. Las emociones se enseñan.
Escuchar más, juzgar menos.
Cuando un niño dice que se siente mal en la escuela, no minimices: "así es la vida" o "Vos sos fuerte, ya va a pasar". Escucha, pregunta e invervení si es necesario.
Detectar señales sutiles.
Un niño que antes amaba ir a la escuela y ahora no quiere levantarse, uno que se encierra en su cuarto, que borra sus redes, que ya no habla con sus amigos… puede estar pidiendo ayuda en silencio.
Requerir protocolos claros y visibles en todas las instituciones eductavias.
Que cada institución tenga un plan de acción frente a la violencia. Que haya canales seguros de denuncia. Que se forme al personal docente y no docente.
Vigila y educa en el uso respetuoso y saludable de los entornos digitales.
El ciberbullying extiende el daño más allá del colegio. Conoce las aplicaciones que usan tus hijos. Enséñales a usar Internet con respeto y responsabilidad.
Educa con el ejemplo.
Los niños aprenden haciendo. Si ven que en tu entorno se discriminan diferencias, se justifican agresiones o se calla ante injusticias… eso es lo que replicarán.
Hoy, en este día tan significativo, les pido que se hagan una pregunta:
¿Qué puedo hacer yo hoy, mañana y siempre, para que ningún otro niño tenga que refugiarse en un rincón del patio porque nadie lo quiere ver?
Porque el cambio no viene solo. Viene con acciones. Con educación. Con compromiso.
Con adultos dispuestos a no mirar hacia otro lado.
Como psicopedagoga, los invito a todos a sumarse a esta lucha.
No se trata solo de evitar el daño.
Se trata de construir ambientes seguros, relaciones sanas y futuros llenos de posibilidades.
Por Mateo.
Por todos los que aún no han hablado.
Por los que ya no pueden hacerlo.
(*) Mariana Savid Saravia - Psicopedagoga, especialista en Ciudadanía Digital y Mediación y Convivencia Escolar.