Fui a la avant premier de ‘La noche más larga’, la película que toma la investigación periodística que h i c i m o s c o n Claudio Gleser como base para narrar el caso del violador serial Marcelo Sajen. No soy crítico de cine así que me voy a guardar mis observaciones como espectador. Llegué al cine con dudas y miedos, pero sin prejuicios y con expectativa. Salí de allí con muchas sensaciones que voy a intentar sintetizar.
La primera tiene que ver con la revictimización. El director pretende denunciar ese proceso que nosotros supimos poner en evidencia en nuestro libro, con la diferencia de que al final de cuentas él, en lugar de denunciarlo, lo profundiza.
Un ejemplo: todas las víctimas aparecen vestidas de manera “provocativa” –recalco las comillas porque es la palabra que usaban los policías cuando las entrevistaban después de haber sido atacadas- polleras cortas, escotes profundos, ropa “insinuante” –otra vez las comillas. Lo cierto es que la gran mayoría de las chicas fueron atacadas cuando volvían de estudiar o trabajar, no cuando iban a una fiesta. El caso de Milena al que el director le pone una pollerita diminuta, es casi una agresión para quien a los 18 años vivió aquella experiencia traumática y -además de sobreponerse a ello como todas las chicas- fue la única querellante de las 94 víctimas identificadas de Sajen.
Otro ejemplo: existe un afán del director por mostrar detalles específicos de los ataques que quizá tengan sentido una vez, pero se repiten de manera innecesaria. ¿Cuántas veces hace falta mostrar que las obligaba a practicarles sexo oral? ¿Es necesario verle el pito al violador en tantas oportunidades? ¿Por qué esos primeros planos? ¿Qué busca esa repetición?
Otro más: como nunca se relata otra cosa que no sean las escenas de violación, la consecuencia es que nunca se les da a las chicas otra entidad humana que no sea la de víctimas. Es decir, a lo largo de toda la película las víctimas son mujeres sometidas, llorando, sin capacidad de reaccionar y en manos de su atacante. Varias de ellas me pidieron que vea la película y les dijera si les recomiendo ir a verla. Tengo en claro mi respuesta: ustedes son mucho más que lo que se ve en ‘La Noche más larga’.
Otro: a la película le falta una mirada de género. Parece no haberse entendido el momento delicado que vivimos y el contexto propicio para tener esa mirada. Lo grave es que en lugar de buscar ese asesoramiento, el film termina escondiendo esa falta con un guiño casi oportunista hacia las marchas de “Ni una menos” y las vigilias en apoyo a la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Si el director quería enviar ese mensaje podría haber cuidado a las víctimas en el corazón de la película. La consecuencia es que esos recursos no esconden un detalle evidente.
El director parece dispuesto a sacrificar cualquier mensaje (inclusive el de Ni Una menos) en pos de lucirse con sus decisiones estéticas.
Sobre la revictimización hay mucho más para decir, pero además de eso hay otras cosas. Moroco Colman comete el mismo error que cometieron los medios de comunicación de la época a la hora de retratar a Sajen. Un error que nosotros tratamos de revertir con nuestra investigación. Los cordobeses en aquel momento -y la película hoy- prefirieron perfilar a Sajen como un monstruo, feo, malo y horroroso que atacaba de noche casi como un lobizón.
Hacía falta despersonalizarlo, para no hacerse cargo de que era tan cordobés como nosotros. Pero Marcelo Sajen era mucho más que el violador que se retrata en la película. Era un hombre “prestigioso” (otra vez remarco las comillas) en el mundo del delito, pero también era soplón de la Policía. Era un violento y también era un padre querido por sus hijos. Era un marido amado por su mujer y también por su otra pareja. Era un niño golpeado y abusado. En definitiva, fue, vuelvo a decirlo, muchas cosas más que solo ese personaje que se retrata en la película.
Aclaro esto: Daniel Aráoz actúa bien. Muy bien quizás, pero lamentablemente no actúa de Sajen, sino de un monstruo.
Finalmente, es llamativo que los funcionarios del gobierno actual -continuidad del que gobernaba en aquellos años- elogien la película y la encuentren como una supuesta reivindicación a las víctimas cuando fueron parte del mismo gobierno que en nuestro libro denunciamos como cómplices de la impericia, la desidia y la inacción para atrapar al violador.
Hace algunas horas hablé con Milena. Me contó que desde que denunció su ataque hasta hoy (han pasado 17 años) nadie del Estado provincial la contactó jamás para ofrecerle acompañamiento, ayuda o algo parecido a la Justicia. Le pregunté por un texto que el director hizo leer a una de las actrices –en Alemania y en Córdoba- sugiriendo que fue escrito por ella con motivo de la película y Milena me pidió que dijera esto: “No es un texto que escribí para la película porque no la ví. Es un posteo mío de Facebook de hace muchos años que él encontró allí y me pidió usar en su presentación en Alemania. Pero no he visto la película y pido que no usen ese texto como si yo lo estuviera avalando”.
Aunque el título del libro haya sido ‘La Marca de la bestia’, basta leer algunas páginas para entender que nuestro trabajo apuntó justamente a demostrar que Sajen no era un monstruo.
Como siempre decimos, si quieren conocer el caso y sus complejidades, les recomendamos leer las más de 500 hojas de nuestra investigación.
(*) Periodista y escritor