El juicio por el crimen de Nora Dalmasso, que promete extenderse por varios meses, crea climas y argumentos con el desfile de testigos a medida que van pasando los días.
La semana pasada se instaló la rivalidad política del entorno del traumatólogo Marcelo Macarrón. En ese sentido, el exponente más explícito y frontal fue el exsecretario de Seguridad de la Provincia, Alberto Bertea, quien expresó ante el tribunal su convicción de que el asesinato de Nora estuvo planeado desde el minuto cero hasta el final.
Apuntó sus dardos contra Daniel Lacase, a quien conocen todos los periodistas que cubrieron los inicios de la investigación judicial, apenas se encontró el cuerpo de Nora, el 26 de noviembre de 2006. En aquel momento, él hacía declaraciones en nombre de la familia y del propio Marcelo Macarrón.
Hoy, el viudo acusado como instigador del crimen de su esposa intenta despegarse. Dijo que nunca firmó un poder para que el abogado laboralista hablara en su nombre.
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Lacase había sido asesor del exsecretario de Lucha contra el Narcotráfico, Julio César Aráoz. En el juicio se evidenció el brutal enfrentamiento con Bertea, que algunos adjudican a una interna peronista vernácula de aquellos años que tuvo capítulos como los de Frigoríficos del Sur, una sociedad mixta que había creado el entonces intendente de Río Cuarto, Alberto Cantero, a fines de la década de 1990. El primer presidente del organismo fue Lacase, luego reemplazado por Bertea, quien lo acusó de malversación de fondos por unos US$ 100.000.
Según Bertea, fue él –su enemigo político– quien instaló la hipótesis del amante asesino de Nora. Declaró por más de cuatro horas. Lo describió como un “psicópata” y lo acusó de “tirarle un muerto”.
La existencia de relaciones extramatrimoniales comenzó a circular semanas atrás del crimen. Una amiga de Nora dijo que 15 días antes, en una clínica de Río Cuarto, ámbito donde se movía Macarrón por su profesión de médico, le llegó el comentario de que ella tenía una relación amorosa con Rafael Magnasco. Una vez encontrado el cadáver de Dalmasso, el primer imputado fue él, casualmente un hombre cercano a Bertea.
Con el tiempo se comprobó que Magnasco ni siquiera conoció a Nora. No intercambiaron mensajes ni se vieron. En el juicio declaró como testigo y dijo que esas sospechas le arruinaron la vida, lo volvieron loco y vivió un infierno. Llegó a hacerse un espermatograma. A su hija le preguntaron en la escuela si su padre había asesinado a Dalmasso.
Su hermano, Justo Magnasco, y la esposa, Marta del Carmen Garro, coincidieron en su relato.
Quedan en claro algunas cosas. Un entorno cercano al poder político y enfrentado, rodeó el homicidio. Viejas rivalidades. Y la certeza de que hubo un intento para desviar la investigación cuando la causa judicial se puso en marcha. Hubo alguien interesado en encubrir el crimen. ¿Quién era y cuál sería su beneficio?
La duda es si este anecdotario terminará en conclusiones válidas para dilucidar convincentemente la responsabilidad –o no– de Marcelo Macarrón en el homicidio. Lo que determinará el tribunal es si él instó y organizó el crimen. Ese es el delito por el cual está acusado.
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La estrategia de la defensa. Estas últimas dos semanas tuvieron otro condimento. La seguidilla de declaraciones que pidió realizar el acusado. A cada testimonio que pudiera comprometerlo, de amigas de Nora o de su propio entorno, hizo aclaraciones.
El tribunal lo está permitiendo como también todas las intervenciones de las partes, aún a costa de que se expresen planteos o argumentos que son dislates en relación a lo que se está juzgando.
En la evaluación final, las recurrentes declaraciones de Macarrón podrían ser leídas como un signo de debilidad o, por el contrario, de convicción y coherencia. También hay que comprender que la participación de jurados populares es lo que determinará si Macarrón termina condenado –la única pena posible sería prisión perpetua– o absuelto, porque los indicios acusatorios no abonaron la certeza necesaria para esta instancia.
Insistencia. La defensa de Macarrón no solo ofrece argumentos para despegarlo del crimen. Ha decidido marcar al posible culpable: Miguel Roher. Lo insinuó el acusado en su primera declaración apenas se abrió el juicio y le pusieron nombre y apellidos los hijos, Facundo y Valentina, cuando les tocó el turno de declarar. Dijeron que esa fue la razón por la que se cortó la amistad de su padre con el empresario. A tal punto eran cercanos que cuando Valentina llegó a la Argentina después del crimen de su madre, fue él quien la buscó en el aeropuerto.
La semana pasada Macarrón lo mencionó. Como amante y posible homicida de su mujer. Y dijo que Lacase –el hombre que ofició de vocero hace 15 años– fue quien le proporcionó una coartada para eludir cualquier investigación en su contra.
SIN INFORMACIÓN
La Cámara 1ª del Crimen de Río Cuarto decidió no dar a conocer a la prensa la lista de testigos. Solo habilita la información pocos minutos antes de cada audiencia. No es la conducta habitual de otros tribunales de la provincia.