El INDEC volvió a reportar una inflación mensual superior al 6% mensual. Entre enero y octubre de 2022 se acumula un aumento de precios al consumidor del 77%. Si se compara contra octubre del año pasado el incremento es del 88%. Es decir que la Argentina ya está en camino a cruzar la barrera de la inflación del 100% anual.
Alcanzar los tres dígitos de inflación es impactante. Pero es mucho más que una carga simbólica. Sufrir de manera persistente tasas de inflación mensual de más del 6% mensual produce enormes daños: se desordena la economía produciendo pérdidas de productividad, oportunidades de corrupción y fuertes redistribuciones de ingresos. Esto tiene asociado un empobrecimiento generalizado, pero que impacta de manera desigual entre estratos socioeconómicos. Dicho de otra manera, casi todos perdemos con la inflación, pero algunos pierden mucho más que otros.
Salarios por la escalera, precios por el ascensor.
La frase pronunciada por el General Perón a principios de los 70 recobra actualidad. Es una muy buena descripción de la dinámica que prevalece en el mercado de trabajo. Aun con paritarias muy activas en lo que va del año los salarios formales aumentan menos que la inflación (64% vs. 66%).
Las pérdidas son más grandes para los trabajadores informales, que perdieron más del 5% de sus ingresos en lo que va del año. Esto es porque quienes trabajan por su cuenta y quienes son empleados “en negro” tienen dificultades para actualizar sus remuneraciones al ritmo del crecimiento de los precios. Esta dinámica tiene una incidencia social decisiva ya que aproximadamente la mitad del mercado laboral se integra por trabajadores informales, ya sea como asalariado no registrado o como cuentapropista. Esta es la principal fuente de ingresos de las familias en situación de vulnerabilidad. Por lo tanto, inflación alta implica fatalmente pobreza alta.
La inflación es una política de Estado. Acumulamos más de medio siglo de déficit fiscal crónico. El actual gobierno continuó y profundizó esta “política de Estado” de gastar por encima de las posibilidades de financiamiento. Pero el gobierno no es víctima de la inflación, sino que la alta y creciente inflación es intrínseca a su política económica. Los excesos de gastos se financian con deuda y el excedente con masiva emisión monetaria. Como la gente no demanda esa mayor cantidad de dinero, la emisión monetaria presiona sobre los precios. Como el gobierno es consciente de este fenómeno, apela a moderar el impacto de la emisión sobre los precios utilizando deuda en pesos. Así, logra retirar transitoriamente parte de lo emitido en exceso a costa de comprometer más el futuro.
En este marco, el gobierno anunció como una herramienta central en la lucha contra la inflación un amplio y ambicioso acuerdo de precios. Desde lo comunicacional y político la presentación fue impecable. Una gran cantidad de empresarios se sumaron a la puesta en escena, probablemente incentivados por la promesa de que tendrán un acceso al mercado de cambios oficial menos tortuoso que el resto de sus colegas. Pero las buenas intenciones de bajar el ritmo de crecimiento de los precios resultan inconsistentes con la acumulación de desequilibrios fiscales.
La bomba monetaria. La deuda en pesos está compuesta por deuda del Banco Central (Leliq y pases) y deuda de la Nación (letras). Las Leliq y pases son depósitos de muy corto plazo que hacen los bancos a través de los cuales tienen invertida la mayor parte de los depósitos que reciben de la gente. Las letras son deuda que emite el Tesoro con plazos un poco más largos para lo cual se ofrece una actualización por precios o dólar, el más alto. El problema es que la deuda ha tomado una dinámica tan acelerada como insostenible.
Ante la percepción de que el esquema es insostenible (es decir, que son deudas que no se van a poder pagar en los plazos comprometidos) hay una fuerte resistencia a comprar letras con vencimiento después de las elecciones. Y como cada día que pasa es un día menos para llegar a la fecha de las elecciones, hay un estrangulamiento de vencimientos. Lo que está intentando el gobierno es patear el problema para después del 2023. Pero la fuerte resistencia a aceptar letras con plazos que vayan más allá de las elecciones sugiere que esta meta es imposible de alcanzar.
Esta semana el Central aceleró la emisión monetaria para evitar el derrumbe en el precio de las letras. Que el Central compre masivamente letras del Tesoro agrega otro factor adicional de emisión monetaria que intentarán compensar aumentando aún más el stock de Leliq y pases. Pero fatalmente, parte será una presión adicional sobre los precios. El salto en el precio del dólar no oficial de estos últimos días es un primer impacto. Ante esto seguramente los funcionarios volverán al viejo argumento de que es la consecuencia de acciones especulativas. En esta ocasión, además, se aferrarán a las prioridades futbolísticas de que en el actual contexto “después seguimos trabajando con la inflación, pero primero que gane Argentina”.
La persistencia del déficit fiscal ha llevado a una dinámica monetaria que no solo convierte en mero voluntarismo tratar de bajar la inflación con un acuerdo de precios. Peor aún, cada vez hay menos margen para que esto no se corrija espontáneamente con un salto adicional en los precios que licúe al menos parte de los excesos de emisión monetaria y deuda acumulados. Por esto, hay buenos fundamentos para sostener un pronóstico optimista en lo futbolístico, pero en materia inflacionaria, lamentablemente, hay buenos fundamentos para asumir que lo peor aún está por venir.
Coordinadora de Investigación IDESA Argentina