Perfil
CóRDOBA
SUSANA PARÉS

"Necesitamos dos generaciones para cambiar nuestra manera de ver al otro"

La activista por la dignidad se dedica a defender los derechos de las personas con discapacidad desde hace más de 20 años, cuando ganó un premio de la Fundación Solidaria Mitre por un cuento en el que relataba la historia de una persona con discapacidad.

Susana Parés
ACTIVISTA POR LA DIGNIDAD. “En la actualidad, las leyes sobre discapacidad son como una escalera sin peldaños”, dice la abogada Susana Parés. | Fino Pizarro

Susana Parés pertenece a la penúltima generación de maestras egresadas de la Escuela Normal Superior ‘Dr. Alejandro Carbó’. Tiene 72 años y desde hace cuarenta que ejerce la docencia como abogada.

Cuando en julio pasado subió al escenario a recibir el premio Jerónimo Luis de Cabrera, sintetizó su vida señalando la importancia de los valores que le inculcaron desde chica y la entrega de ‘sus años dorados’ dedicados a la discapacidad.

De su padre heredó el gusto por la literatura –tiene cuentos publicados– y la abogacía le llegó en la voz de una profesora que le dijo: “Siempre vas a poder escribir pero el derecho te va a servir para defenderte en la vida”.

—¿En qué estás enfocada hoy?
—En varios proyectos. Uno para que las personas que están privadas de la libertad hagan letreros para las calles. Nadie se imagina lo complicado que es cuando en una zona donde viven personas que no ven, cambian las direcciones de los almacenes o las verdulerías. Además, pensé en otros carteles para personas disléxicas, que en vez de poner “calle San Martín”, tengan una imagen de referencia.

—¿Estás trabajando en varios proyectos a la vez?
—Sí, no paro. En la pandemia hice un curso de las Naciones Unidas, en la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), y se me ocurrió hacer un proyecto para capacitar a las personas con discapacidad en restauración artística. Aprovechando la ventaja de la apertura de la universidad popular –que está ampliándose por el interior y haciendo lo que creo que hay que hacer, federalizar– la idea sería capacitar profesores, que los hay, para que capaciten a personas con discapacidad. Y financiarlo desde el sector privado, con empresas que puedan patrocinar.

—¿Cómo pensás vehiculizar estos proyectos?
—Me gustaría que sean una tarea de extensión de la universidad nacional. Porque además, en cuanto a la restauración, estos jóvenes podrían tener un título con validez para poder trabajar.

—¿Cómo está la legislación hoy, hablando de discapacidad?
—No podemos decir nada de la legislación argentina, la cuestión es que no la aplicamos. El problema principal es que no sabemos cuántas personas con discapacidad tenemos.

—¿No hay un registro?
—Tenemos el censo, por ejemplo, pero las preguntas están mal hecha s porque una persona que no maneja el vocabulario o que a lo mejor no ha alcanzado un grado suficiente de educación, no sabe si el chiquito de un año no habla porque es chiquito o porque tiene una discapacidad. No se puede poner esa responsabilidad en quien responde. Así que todavía no sabemos cuántos somos. Técnicamente, ellos han dicho que tenemos un millón trescientas mil personas con discapacidad en el país con Certificado Único de Discapacidad.

—¿Y hay estadísticas a nivel mundial?
—En 2006 la OMS y el Banco Mundial hicieron un cálculo estimativo que decía que un 15% de la población tenía discapacidad. Esto se debe a que vivimos más y además no vivimos mejor. Es decir que tenemos como seis millones de personas con discapacidad en el país, aunque a lo mejor no todos con una discapacidad de más del 66%. Por otro lado, las organizaciones que se ocupan del tema de discapacidad estiman unos cuatro millones. O sea: son millones las personas que no tienen cobertura o prestaciones y que a lo mejor ni siquiera saben que pueden tener beneficios que cubran su situación. Pero además surge otro problema: cómo vas a distribuir los fondos si no sabés ni cuántos son ni dónde están. 
Por otro lado, yo soy de la idea de que a la persona con discapacidad hay que darle la oportunidad de trabajo.

—¿Qué pasa con las coberturas de salud?
—El Estado y las obras sociales pierden casi el 90% de los amparos por prestaciones. Pero obligan a las personas a ir hasta la Justicia para obtener lo que les corresponde y además tienen que ir con un certificado de discapacidad. Hoy hay mucha gente en situación de discapacidad a la cual no se le está dando ningún tipo de asistencia. Y conozco casos, además, de familias que están en buena posición económica que no quieren sacar los certificados de discapacidad de sus hijos porque dicen que eso los estigmatiza.

—¿Ves algún grado de evolución en relación a cómo miramos al otro?
—Yo soy muy devota del lenguaje y choco con las definiciones. Por ejemplo, si hablamos de TEA, cuyas siglas significan Trastorno de Espectro Autista, esa es una definición con un peso tremendo. Porque además es muy grande la variedad de autismos, pero todos van a parar a la  misma bolsa. Tampoco me gusta hablar de personas con capacidades especiales, hay que hablar de personas con discapacidad o en situación de discapacidad, aunque en lo personal es- pero que algún día hablemos de personas. Yo no uso la palabra “normal” porque creo que la normalidad no existe. Entonces digo: el común de las personas.

—¿Cómo estamos en términos de accesibilidad?
—Creo que deberíamos hacer ciudades como si todos tuviéramos discapacidad, entonces serían accesibles para todos. Córdoba no es todo lo accesible que yo creo que tendría que ser. Por ejemplo, el estado de las veredas es catastrófico. Por otro lado, hace falta hablar con las personas con discapacidad para conocer sus necesidades.

—Si hoy tuvieras la posibilidad de decidir en materia de políticas públicas en torno a la discapacidad, ¿por dónde empezarías?
—Primero sentaría a toda la dirigencia política de todos los partidos y les diría: “Señores, esto es la discapacidad”. Después está el tema de la educación, empezando desde el jardín de infantes. Pero si vos no tenés valores que vengan de la casa cuesta mucho más. Creo que necesitamos dos generaciones para cambiar nuestra manera de ver al otro.