El hombre era del interior y sabía bien aquello de que Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires. Por eso, en vez de seguir el camino de los que nacen en las provincias y quieren destacarse a nivel nacional e internacional, sorprendió a todos. Y de Córdoba pasó a Francia, sin escalas. Y, por eso, llegó a ser más conocido en todo el mundo que en su propia tierra, pero él jamás la olvidó.
Más de un argentino, en París, lo conoció o paró en su casa. Era amigo de ex presidentes de Francia como Francois Miterrand o Jacques Chirac. Podía tomar café junto a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir pero, en su casa de las afueras de París, en Arcueil, por casi 60 años, no faltaba el asado en donde participaban escritores como Juan Rulfo, el romántico Julio Cortázar, Ernesto Cardenal o Alejo Carpentier.
Una ruta de esculturas al aire libre en la ciudad
Cuando uno de sus biógrafos le preguntó qué música escuchaban esas noches, entre chorizos, dorados costillares y tiras de asado, él le contestó que cuando no estaba, guitarra en mano, Atahualpa Yupanqui estaba Astor Piazolla. Y si no, cantaba algo ese muchacho nuevo, que estaba dando que hablar, al que todos llamaban Jairo. O se ponía a recitar versos el amigo que venía de Chile, conocido como Pablo Neruda.
Antonio Seguí (1934-2022) brilló desde su primera exposición de cuadros, en Librería Paideia de Córdoba hasta sus 88 años. Mientras lograba que Francia lo reconociera, participó en el Mayo Francés y se salvó cuando la dictadura argentina le ametralló su casa en París.
la ciudad de Córdoba le regaló la famosa Mujer Urbana, el Hombre Urbano y esos niños gigantes que están cerca del aeropuerto. Donó una enorme cantidad de cuadros a museos de Buenos Aires. Fue el creador del Museo del Chateau Carreras, basado en la donación de muchos de sus cuadros. Nunca perdió su tonada cordobesa con la que creció, entre esa ciudad y las cercanas Villa Allende y Saldán.
Cortázar, entre pasajes, París y Buenos Aires
Era Caballero de la Orden de las Artes y de las Letras de Francia. Pocos días antes de morir estuvo en Córdoba, visitando la legendaria pizzería Don Luis, en cuyo frente está una estatua suya de 12 metros de altura y en donde hay un quincho que imita al que el artista tenía en París para sus asados.
También fue a ver el clásico de fútbol Belgrano - Talleres. Era tan cordobés como el Patio Olmos y por eso todos los veranos volvía. Vivió mil vidas en una. Y con la generosidad de cien hombres. Salteándose la Consagración en Buenos Aires, ese verdadero Rito de Pasaje para los genios que nacen en el interior, con contundencia, demostró que ese paso es un mito. Hace poco se fue ese cordobés que triunfó en París, sí. Pero también en el mundo. Costará acostumbrarse a que en las afueras de París, la Ciudad Luz, no siga brillando el genio colorido de este cálido artista. Resignado, mejorado por sus tremendas obras, el mundo entero extraña a Antonio Seguí.
(*) Autor de cinco novelas históricas bestsellers llamadas saga África.