Como si fuera una regla no escrita, en los Mundiales de Fútbol el partido por el tercer puesto tiene menos rating que el programa de Tinelli, porque todos están pendientes de la final que se juega al día siguiente. Juntos por el Cambio rompió con esa tradición: allí la atención se centraba en la pelea por el tercer puesto… en la lista de Diputados, que según los resultados de las PASO correspondía a Héctor Baldassi, pero que Gustavo Santos reclamaba para sí. “La que faltaba es que nos hicieran correr la Coneja”, habría dicho Luis Juez luego de que la Justicia Electoral le dio la razón a Baldassi en esta disputa entre dos dirigentes que han sido “delfines” de Mauricio Macri en la provincia y que ahora se enfrentaban como “tiburones”.
Sólo la llegada de la presidenta del PRO Patricia Bullrich a Córdoba consiguió sofrenar un poco esa polémica, cuando instó a que su espacio mantenga el monopolio del electorado antiK en el territorio de la provincia. Me comentan que hasta hubo quienes le habrían sugerido realizar una feria en la que haya stands donde se puedan lanzar dardos contra una figura troquelada de Cristina, en tanto que en otros se entregarían crayones para escribir en un pizarrón las más ingeniosas deformaciones de los nombres de Alberto Fernández y Fabiola Yáñez. Además, se invitaría a la gente a firmar un petitorio para solicitar la liberación inmediata de King Kong.
Dispuesto a conseguir que parte de esos votantes opositores al gobierno nacional elijan a los candidatos de Hacemos por Córdoba, el gobernador Juan Schiaretti se reunió con la Mesa de Enlace, que tiene tanto feeling con el Frente de Todos como Adriana Aguirre con Anamá Ferreira. Cuando en su discurso el mandatario cordobés se unió al reclamo de terminar con el cepo a la carne, no sólo recibió el apoyo de los representantes del campo, sino también de un grupo de albañiles que estaba realizando trabajos en el Centro Cívico y que sueña con un asado de falda como Talleres con el título de Primera División.
De todas maneras, en El Panal se ven obligados por cuestiones de gestión a no cortar los vínculos con la Casa Rosada, por eso hubo funcionarios provinciales que se asustaron más con el amague de renuncia de Wado de Pedro que con la película “Maligno”. Como veían que volvían viejos conocidos al gabinete, temían que el ministro del Interior, con el que se llevan bastante bien, pudiera ser reemplazado por Carlos Zannini o Sergio Berni. “¡Mirá si para castigarnos por el resultado de las PASO, Alberto nos cambia a Wado por el periodista Juan Alonso!”, llegó a escucharse en los pasillos, donde se hacían cadenas de oración, cruces de sal y hasta se elevaban oraciones al Gauchito Gil (con una sola “l”).
En el fragor de la campaña política, en el ámbito de la salud la gestión de Alberto Fernández flexibilizó todo lo que estaba a su alcance y hasta se habría llegado a considerar el reciclaje de los barbijos para que sean usados como bozales de caniches o como taparrabos de strippers. Pero en Córdoba primó la sensatez y el tapabocas sigue siendo obligatorio, aunque en las discotecas que ahora han sido habilitadas es casi imposible portar ese adminículo y al mismo tiempo beber, hablar, chapar y agarrarse a trompadas a la salida.
La cuestión es que, según parece, se pretende que todos queden conformes. A los que quejaban por el encierro se los liberó, a los que soñaban con Pfizer se les trajo Pfizer y a los que pedían que se vaya el presidente se les concedió que se vaya el presidente… de la Corte Suprema. Y como confirmación de que el show debe continuar y aquí no ha pasado nada, se empieza a planificar el censo que se debía realizar en 2020 y que finalmente se hará el año que viene. Antes de eso, habrá que convencer a los negacionistas de que otra vez se queden en la casa, al menos hasta que pasen a censarlos; y lo más difícil: habrá que concientizar a la gente para que acepte abrirle la puerta a un desconocido sin hacer sonar la alarma comunitaria.
