Lo primero que hace Carlos González es derribar el mito de que volar cuesta caro: “En primer lugar, hay que convencerse que uno puede alcanzar sus sueños. Y proponérselo”, dice.
El ingeniero electricista electrónico y laboral, fundó hace 36 años Consultores de Empresas, dedicada a proveer soluciones en recursos humanos y acaba de publicar De Alaska a Ushuaia en avioneta, que narra los viajes realizados a bordo de su avioneta.
Editado por Dunken, el libro tiene varios objetivos: promover la aviación, transmitir enseñanzas a los más jóvenes y ayudar a alguien a volar. “Este es el segundo libro que escribo, al primero no lo terminé. Y me estoy divirtiendo mucho porque es un ambiente desconocido para mí”, confiesa González.
La publicación surgió cuando González descubrió que en Argentina no había materiales como este y que todo lo que había, estaba en inglés. “Entonces me dije: lo que estoy leyendo es lo mismo que me pasó a mí, por qué no puedo escribir yo”. Y así se lanzó a describir todas las peripecias que le ocurrieron en sus viajes, a bordo de una avioneta con la que ha recorrido lugares recónditos.
Carlos tiene la licencia de piloto comercial e instructor de vuelo en Argentina y las licencias de piloto comercial y ha - bilitación de vuelo por instrumentos en Estados Unidos (FAA). Además cuenta con más de 4.500 horas de vuelo en aviones monomotores, lo que equivale aproximadamente a 25 vueltas al mundo.
Contar los viajes. Todo empezó en 2003, cuando fue a volar a Canadá y Alaska con el avión de un amigo. Luego volvieron al país y volaron juntos por toda la Argentina. “En 2005 empecé a traer aviones de EEUU al país y estuve 21 días volando”, recuerda y reconoce que hoy se ha quedado con dos aviones con los que ha viajado por todo Brasil, Chile, Uruguay, Caribe y EE UU.
Cuando le preguntan por el costo de volar, se apura a desmitificar el tema: “Teníamos un avión que costaba 12.000 dólares entre seis personas. Otro amigo que construye aviones le puso el motor de un generador y con tres litros de nafta vuela casi dos horas; el tema es volar y ver el mundo desde otra expectativa. Se gasta lo mismo que viajando en auto. Cuando sacás cuentas, terminas gastando la misma plata”, dice.
El libro es el relato de todo lo que le ha sucedido en sus viajes. “El lector va a vivir conmigo mi susto por haberme quedado encerrado en una tormenta con poco combustible o situaciones de mucho estrés cuando, por ejemplo, en Calafate me quitaron el avión porque veníamos de Chile y no había hecho Migraciones como correspondía. Pero también se va a adentrar en los lugares bellos y exóticos que conocí, como volar sobre el Caribe, el glaciar San Rafael en el sur de Chile, Alaska o los dos eclipses que vi desde las alturas”.
Fin solidario. Todo lo recaudado con la venta del libro será donado a aquellos chicos que no han podido terminar el curso de aviación: “Es una frustración dejar carrera a la mitad. Sé que es una tarea titánica porque necesito ocho libros para pagar una hora de vuelo, pero es algo que quiero hacer”, finaliza.