La última Pascua atípica que más se recuerda fue, quizá, la de 1987, cuando ocurrió el levantamiento militar de los carapintadas. Ahora, 33 años más tarde, los argentinos católicos volverán a celebrar la ceremonia religiosa de una manera que seguramente también sea recordada por las próximas décadas. Si bien la pandemia del Covid-19 provoca que las familias no puedan juntarse, los cristianos agregan a otro integrante a las mesas: computadoras, tablets y celulares listos para hacer una videollamada o seguir las misas por streaming.
Para los católicos, la presencia física en las misas es fundamental. Pero hoy -al igual que en estos días de aislamiento social obligatorio- deberán vivirlas online. “Teníamos actividades pensadas para toda la Semana Santa. Pero decidimos trasladar el cronograma a la virtualidad: creamos el grupo de WhatsApp ‘Pascua Joven’, en el que proponemos actividades de reflexión, compartimos videos y hacemos una videollamada para compartir un encuentro”, cuenta Nicolás Rizzo, catequista de la Parroquia San Rafael Arcángel y de otras tres escuelas religiosas.
Además, también sigue las misas que su parroquia transmite durante los días de Semana Santa. Ellos lo harán por la transmisión vía YouTube que propone el sacerdote de su parroquia. Pero esta propuesta se replica con la mayoría de las iglesias del país, incluso la del propio Arzobispado de Buenos Aires. “A pesar de no poder encontrarnos, podemos sentir a Dios. Anda dando vueltas por ahí, siempre, y no hace falta salir a la calle para rezarle”, agrega el catequista, que vivirá Pascua en su hogar, junto a su hermana y sus padres. “El único problema es la abuela, que está sola. Aprendió a hacer videollamadas por WhatsApp, así que también nos encontramos para cenar”, cuenta.
Lejos, pero cerca. Por otro lado, las familias judías celebran Pesaj por ocho días para recordar la liberación del pueblo hebreo de Egipto tras 210 años de esclavitud. Esa celebración incluye dos noches de una cena, el Séder –que significa “orden”, ya que se sigue un orden ritual–, para el que se preparan durante días y confluyen alrededor de la mesa, alternando casas para que todos puedan compartir. Este año, esas noches coincidieron con las del miércoles y jueves pasado, según el día 15 de Nisan del calendario hebreo.
Pero con el aislamiento obligatorio hubo que armar mesas más chicas. Los platos típicos, claro, se compartieron igual, pero con algunas modificaciones. “Fue un Pesaj distinto, especial, donde se notó la distancia obligatoria por el aislamiento pero también se notó cómo las tecnologías ayudan a mantenernos cerca, unidos y conectados. Fue un desafío entablar una conversación en la que todos se entiendan y no hablen al mismo tiempo; y también para coordinar para cantar. Pero igual se disfrutó”, asegura Gabriel Ziblat, periodista y editor de PERFIL, que celebró con su familia vía Zoom.
Durante la cena se lee la Hagadá, relato de la liberación de Egipto, para transmitir de generación en generación la lucha del pueblo por la libertad. Los chicos, que se encargan de preguntar por qué la noche es diferente a todas las demás, son los grandes protagonistas de esa lectura. En el caso de la casa de Judith y Raúl Segelman, lo hicieron sus hijos de 9 y 6 años y sus primos, en Rosario, respondían del otro lado con sus propios fragmentos. “Estuvo bien para nosotros que ellos entendieran que era así como íbamos a leer. Para los abuelos, del otro lado del celular, fue más difícil”, admite la mujer.