Hoy se cumplen ciento diez años del nacimiento del poeta español Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942), popularizado por cantantes como Joan Manuel Serrat y Carmen Linares, entre otros. El escritor se destacó por sus poemas y obras teatrales y el compromiso social y político. Nació en una familia campesina y creció en el ambiente rural de Orihuela, fue pastor de cabras y su formación fue casi por completo la de un autodidacta.
Leyó a los clásicos españoles, como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora, que influyeron en sus primeros poemas y en las piezas teatrales que dio conocer. A los veinticuatro años se instaló en Madrid, donde conoció a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda; con este último escritor fundó la revista Caballo Verde para la Poesía. En ese entonces Hernández abrazó el ideario marxista y, tiempo después, la causa republicana durante la Guerra Civil Española (1936-1939).
Luego del triunfo del Frente Popular, empezó a participar de las Misiones Pedagógicas y al inicio de la Guerra Civil, en julio de 1936, se alistó como voluntario en el ejército republicano. En ese periodo contrajo matrimonio con Josefina Manresa y publicó diversos poemas en las revistas El Mono Azul, Hora de España y Nueva Cultura. También viajó a la Unión Soviética como emisario cultural.
Al final de la guerra, luego de la muerte de su primer hijo y de su padre, Hernández volvió a Orihuela, y fue detenido y condenado a muerte. Esa pena fue conmutada por la de cadena perpetua. Después de pasar por varias prisiones españolas, murió en 1942 en el penal de Alicante víctima de tuberculosis, a los 31 años.
Entre sus obras más destacadas se pueden mencionar Perito en lunas (1934), El rayo que no cesa (1936) y El hombre acecha (1939), además de Teatro en la guerra (1937). Mientras se hallaba en la cárcel escribió Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), que se publicó en forma póstuma.
Tres poemas de Miguel Hernández
LLAMO A LA JUVENTUD
Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.
ESCRIBÍ EN EL ARENAL
Escribí en el arenal
los tres nombres de la vida:
vida, muerte, amor.
Una ráfaga de mar,
tantas claras veces ida,
vino y los borró.
LAS MANOS
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
