Raymond Rousell inventó, entre otras cosas, el arte contemporáneo. Este escritor poco conocido, un tanto oculto o celebrado tardíamente, que escribió Locus Solus e Impresiones de África y se murió loco y solo en 1933 fue de gran inspiración para la vanguardia y su descendencia. Sin embargo, los consumos culturales de este escritor no fueron sino los de un burgués adinerado de gusto mediocre de su época. Algo que no debiera sorprender si consideramos que, en todo caso, Gustave Flaubert leía casi lo mismo que luego le hizo leer a su dramática y ambiciosa heroína Madame Bovary.
Lo cierto es que entre los autores favoritos de Roussel estaba Julio Verne, inspiración para sus máquinas, Pierre Loti y su exotismo, Emile Augier, un dramaturgo que escribía comedias moralizantes y melodramas y Camille Flammarion. El divulgador de la ciencia astronómica que ponía estos conocimientos al servicio de las aventuras científicas fue su amigo.
De hecho, almorzaban juntos. O por lo menos lo hicieron el 29 de julio de 1923, según el cartelito que lleva el objeto que el propio Roussel hizo con la estrella en forma de galletita que guardó como recuerdo. “La estrella cósmica” se llama la obra y es una cajita de cristal y plata con la misma forma, acompañada de una etiqueta explicativa que conmemoraba el encuentro: “Estrella de un almuerzo que hice el domingo 29 de julio de 1923 en el observatorio Juvisy de Camille Flammarion presidido por él. Raymond Roussel (Etoile provenant d’un déjeuner que j’ai fait le dimanche 29 juillet 1923 à l’observatoire de Juvisy chez Camille Flammarion qui présidait. Raymond Roussel). Este fetiche, la estrella comestible contorneada, se perdió y cuentan que George Bataille la compró por unos pocos pesos en un mercado de pulgas.
