CULTURA
FELIPE NOE

A cuatro manos

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Para ésta, su nueva muestra en Rubbers, Yuyo Noé me propuso, con la generosidad que es su marca, que hiciéramos un dibujo juntos. Y lo hicimos. No hubo tema, ni estrategia, ni consigna, salvo la de dibujar recordando –en el sentido manual, antes que intelectual– lo que Yuyo nos ha inculcado: el autónomo fluir de la línea sobre la superficie, siempre atendiendo a generar incertidumbre y tensión en el umbral de lectura del espectador, más allá de que puedan reconocerse, aquí y allá, esbozos narrativos, destellos, amagos e insinuaciones escénicas; pretextos, en suma, para anclar la mirada en medio de la corriente negra, del paradójico río detenido de la tinta.

Tampoco hubo “cama adentro”; es decir, no dibujamos juntos, ni al mismo tiempo. Empezó uno (ya no recuerdo quién) en su taller y siguió el otro en el suyo. Nos devolvíamos mutuamente el papel, y la devolución no era, como en el tenis, tan exigente como para hacerle perder el punto al “contrincante”. Aunque tampoco fue complaciente, dado que ambos queríamos mantener el pulso vivo de la acción de dibujar, la fricción de trabajar con la mayor soltura y naturalidad posibles, y a la vez estando muy atentos a lo que había hecho el otro, antes que componer más o menos felizmente un dibujo eficaz.

No se trató de un cadáver exquisito, porque aquí, a diferencia de la operación surrealista, ninguno dejaba a ciegas al otro respecto de lo ya dibujado. Ni del famoso “automatismo”, lo primero que se sospecha cuando se ven tramas gráficas como una gramática sin lengua, aparentemente “sin sentido”. Dibujamos lo que quisimos y como quisimos, pero conversando en tinta y cada uno escuchando al otro.

* Artista plástico.