Recuerdo un viejo libro de Jorge B. Rivera sobre el periodismo cultural. Me parece que el verdadero tema es la amplitud y la ambigüedad del concepto, quizás un poco menos que el periodismo de investigación o el más complicado de periodismo de guerra. El modelo eximio sería el de Karl Kraus en la célebre Viena del Imperio Austro Húngaro. En su revista apostrofaba todas las formas de vida que se exhibieran como un necesario cambio cultural, pero él en cambio veía allí una impostura, una abdicación crítica o una maniobra oscura del poder. Periodismo cultural significaba allí una crítica a las culturas oficiales, en parte a las culturas críticas y, desde luego, también al periodismo. No ignoro que entre nosotros hay un puñado de ejemplos que se acercan a esa idea de un periodismo que llame “cultura” al proyecto de cuestionar las bases en que se cimenta la propia cultura escrita o artística de una época. Pero es dudoso que esos intentos aislados de crear otra lengua artística desde las plataformas periodísticas existentes logren ir más allá de la aguda crónica de un Premio Martín Fierro, de una buena reseña de un libro o de un concierto, o de una buena etnografía de un viaje en subte a las 7 de la tarde desde Catedral a Virreyes. Pero todo en este momento casi que obliga a conformarse con poco.