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Por qué se dice que Saint-Exupéry encontró inspiración en Concordia para escribir "El principito"

El piloto y escritor francés tiene una relación particular con la ciudad entrerriana erigida junto al río Uruguay. Historia del mítico castillo San Carlos. Galería de fotos

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Una estatua del "Principito", el personaje principal del fantástico cuento, se encuentra en el vasto parque fuera del castillo, donde muchos argentinos creen que Saint-Exupéry se inspiró para su novela. | AFP

La llegada de Antoine de Saint-Exupéry a Concordia cambió para siempre la vida de la apacible ciudad entrerriana, pero también cambió la vida del piloto que quería ser escritor. Es que el creador de “El principito”, cuya primera edición se publicó el 6 de abril de 1943 -hace 80 años- encontró en esta ciudad la inspiración necesaria para escribir su obra cumbre.

Es que en Concordia conoció y se hizo amigo de la familia Fuchs Valon, habitantes del llamado “Castillo San Carlos”, ubicado en las  afueras de la ciudad. Fue al conocer y tratar a Suzanne y Edda, de 12 y 18 años, hijas del matrimonio Fuchs Valon. Eran dos chicas muy particulares, que gozaban de una gran libertad, se vestían con su propio estilo y eran amigas de los animales salvajes. Es más, en una de las fotos que se conservan del escritor y unas de las chicas, Saint-Exupéry tiene entre sus manos un hurón, que ellas habían adoptado. Varias de estas cuestiones fueron las que luego utilizó el autor para escribir su famoso libro.

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Pero ¿cómo fue el encuentro? Sucedió en diciembre de 1929, cuando el escritor y piloto trabajaba para una empresa de correos francesa, la Compañía General Aeropostal. En uno de los viajes entre Buenos Aires y Asunción del Paraguay, el avión de Saint-Exupéry tuvo un desperfecto y aterrizó en las afueras de Concordia, con tal mala suerte que una de sus ruedas se clavó en una vizcachera.

Furioso, el piloto no podía creer que al verlo aterrizar, se le acercaran dos mujeres, que hablando entre ellas en francés, se burlaran de él, sin pensar que se trataba de un francés que las entendía perfectamente.

El piloto fue ayudado por las chicas y por su familia, y trabó amistad con todos, siendo en otras ocasiones, invitado al famoso castillo San Carlos, lugar mítico y legendario de Concordia.

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Saint-Exupéry contó su aventura en Concordia y a sus principitas en una nota periodística que luego incluyó, con el nombre de “Oasis” en su libro “Tierra de hombres”. Allí contó una cena donde las hermanas lo asustaron con víboras. Se dice también que de ellas tomó el autor la escena del principito con el zorro sobre la domesticación.

La ciudad honra el paso de Saint Exupéry de varias maneras. La puesta en valor del castillo, los locales comerciales y educativos que evocan al escritor o a su famosísimo personaje se multiplican por las calles de Concordia.

Estas historias también llegaron al cine. El mediometraje “Oasis”, de Danilo Lavigne y el largometraje “Vuelo nocturno”, de Nicolás Herzog detallan la relación del escritor con la familia Fuchs Valon y especialmente con las “principitas”.

Pero la historia del “castillo” tiene otros detalles, tan legendarios como haber sido el origen de una obra literaria que décadas después es cada día más leída y no pierde vigencia.

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La construcción del castillo San Carlos y la familia Demachy

El castillo fue construido por Charles Edouard Demachy a fines del siglo XIX. Se trataba de uno de los hijos de un importante empresario francés. Se dice que era la “oveja negra” de la familia.

Las versiones que circulan sobre el hombre es que se había casado con una bailarina, a pesar de la oposición de su familia. Con ella y con su hijo llegaron a Concordia en 1886, donde mandaron construir su palacio. Salvo las piedras con que lo construyeron, todo fue traído de Francia, desde los muebles hasta las cortinas y alfombras.

Iluminación a gas, agua corriente, sanitarios móviles y una cocina a 260 metros del edificio principal (para evitar los olores de la cocción), eran algunos de los lujos que tenía el lugar con 27 habitaciones.

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Fue lugar de fiestas y de la vida social local. Pero poco tiempo después, Demachy, su esposa Yolanda y el hijo de ambos, se volvieron a Europa. Mucho más tarde se supo que el regreso a Francia de la familia había sido para reclamar la parte de la herencia familiar a la muerte del padre de Edouard, pero los intentos fueron en vano. Nunca le perdonó a su hijo la “libertad” de casarse con una bailarina y lo desheredó.

Como los Demachy habían dejado deudas en Concordia, el palacio que habían construido y habitado, pasó de la Sociedad Rural a la intendencia local. Fue prestado al Regimiento de Caballería y alquilado a varias familias, entre ellos, los Fuchs Valon.

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Abandono, incendio y puesta en valor

Todo era esplendor, hasta que fue abandonado y saqueado. De su gloria original, no quedó nada y un incendio, en 1938 borró, quizá, las huellas de los hurtos. Allí comenzó otra etapa de la vida del “castillo”, que nunca volvió a ser lo que fue.

Por décadas, fue un lugar fantasmagórico. Sin ningún cuidado, sin ninguna protección, fue utilizado como refugio en la oscuridad y hasta fue escenario de un falso alzamiento guerrillero, como si fuera un lugar perdido en la selva. Desde allí, el autoproclamado “Comando Sabino Navarro”, en el año 2000, lanzó una proclama a través de los medios, mientras los concordienses se reían de lo burdo de la situación. “¿Qué van a ser guerrilleros, si es la que me vende el pan?”, decían unos. Otros identificaron inmediatamente el lugar, inconfundible para todo Concordia.

Finalmente, en 2013, el lugar fue puesto en valor. Si bien siguen siendo ruinas, ya no están grafiteadas ni abandonadas al crecimiento de la vegetación. Está iluminado y con pasarelas para poder recorrerlo y sumergirse en la historia. Emociona de sólo pensar que alguna noche, entre esas paredes, Saint Exupery pudo anotar alguna frase en su inseparable libreta que terminó en las páginas de su obra más gloriosa.