Cualquier obra literaria lee de una manera errónea y creativa, es decir, malinterpreta o tergiversa los textos que le preceden, pensaba el crítico Harold Bloom respecto de las influencias literarias. Pero precisamente por eso, asumiendo los equívocos del caso, quizá un modo de acercarse a un libro de poemas es a partir de sus posibles influjos, de los poetas que se insinúan entrelíneas, de las sensibilidades poéticas que trabajan secretamente (o no) en el ritmo, en el color, en las imágenes, en el aura de las palabras. Más aún, ya que se trata de la pertinencia del método, de un autor como Juan Arabia (1983), colaborador de este suplemento, crítico literario y traductor, quien ha publicado numerosos libros de poesía y ensayos, porque sus intereses en el arte poético hacen señas demasiado nítidas (Ezra Pound, Eliot, Rimbaud, la generación beat) para descifrar las influencias. A primera vista parecería irrisoria la interpretación. Sin embargo, el asunto no es sencillamente reírse de ello sino saber, o presentir de mínima, qué hace Arabia con esos suntuosos idola tribus.
En principio dice algo, no del todo misterioso, el título del volumen y de un poema de este: encrapuler. Esta palabra aparece por primera vez en lengua francesa, o en una transgresión de ella (Je m’encrapule le plus posible), escrita en una de las Cartas del vidente de Rimbaud, justo como una condición para hacerse poeta vidente y –famosísima máxima– acceder a lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. La traducción más fácil de “encrapularse” sería volverse un crápula, un canalla, un sinvergüenza y otras por el estilo, por ejemplo, debido a la raíz griega, “embriagarse” o “emborracharse”. Si bien es cierto que estas últimas están en cierta consonancia con la “ruptura” (dérèglement) rimbaudiana de los sentidos, no se ajusta demasiado a la serena traslucidez de la poesía de Arabia. En ella, en todo caso, se juega una experiencia análoga y diferente que podría denominarse, en honor de Rimbaud, “videncia”, o mejor todavía, considerando la pasión por el budismo de la generación beat, satori, vocablo japonés que designa la “iluminación” o el “despertar”.
En ese sentido, hay algunos poemas reveladores de Arabia: Kouta, que trae a colación un género musical del Japón y esboza un haiku, Yuanmingyuan Road, sobre una calle de Shanghai, Rapallo, escrito en italiano; Le poète sud-américain, escrito en francés, entre otros, y sobre todo Kenji Miyasawa renuncia al camino, especie de oda a este poeta y escritor budista que vivió una corta vida y la dedicó a ayudar a los campesinos y pobres. No siempre, de cualquier manera, la realidad “búdica”, dicho esto por comodidad, se deja aprehender sin resistencia. El yo lírico de Arabia anda y desanda, por soplos, a través del laberinto de la memoria y ciudades remotas, de los estadios kierkegaardianos de la existencia y sus absurdos melancólicos o bellos, a través de lo falso y lo verídico. Lo curioso aquí, en estas canciones rotas, es que no hay tensión ni crispaciones, sino música que resuena en el silencio del vacío.
Encrapuler
Autor: Juan Arabia
Género: poesía
Otras obras del autor: Bulmenia; Hacia Carcassonne; Literatura de límites; The Bund; Desalojo de la naturaleza; El enemigo de los thirties
Editorial: Buenos Aires Poetry, $ 20.000