En abril se publicó en España (Península) el libro de la periodista británica Catherine Belton, Los hombres de Putin: Cómo el KGB se apoderó de Rusia y se enfrentó a Occidente. En el prólogo a las más de novecientas páginas titulado “Las reglas de Moscú”, la autora describe la caída en desgracia de Serguei Pugachev dentro del círculo de magnates rusos:
“Un ex amigo enviado a Londres por el Kremlin le había informado que Putin gestionaba personalmente todos y cada uno de los pasos de la campaña en su contra, y le advirtió: ‘Aquí lo controlamos todo, lo tenemos todo bien atado’. Hacía tiempo que Pugachev había detectado la creciente influencia en Londres del dinero procedente del Kremlin. Según contó, mucho antes que se iniciara el ataque legal contra él, había conocido a varios lores británicos que se habían reído estentóreamente y le habían estrechado la mano antes de hablarle maravillas de Putin. En aquella época, todos ellos creían que Pugachev era ‘el banquero de Putin’, como lo llamaba la prensa, y aun así le habían pedido que realizara donativos al Partido Conservador sin pensarlo dos veces.”
La prensa llamaba a Serguei Pugachev el banquero de Vladimir Putin
Belton entrevistó a Pugachev, quien refirió a sus ex camaradas: ‘Se han adaptado muy bien a esta pequeña isla de clima espantoso –comentó despectivamente–. En el Reino Unido, lo principal siempre ha sido el dinero. Putin envía a sus agentes a corromper a la élite británica.” Como no es el único caso, cita otro ejemplo: “Dmitri Firtash, un magnate ucraniano que se había convertido en el comercializador de gas de preferencia del Kremlin, y que a pesar de sus vínculos con un importante gángster ruso buscado por el FBI, Semión Moguilévich, se había convertido en el mecenas millonario de la Universidad de Cambridge.” El título original del libro es Putin’s People y lo publicó HarperCollins UK en junio de 2020. Para agosto de 2021, Roman Abramovich, propietario del Chelsea Football Club del Reino Unido y del gigante energético estatal ruso Rosneft, demandó por difamación a Belton y a la editorial, en el Tribunal Superior de Londres. Es que en el libro lo llaman “el cajero de Putin” y “custodio de los fondos ilícitos del Kremlin”, además de que compró el Chelsea Football Club en 2003 por orden de Putin para extender la influencia rusa al exterior.
Hoy este libro es best-seller, efecto que se adjudica a la invasión rusa a Ucrania y a la necesidad del público europeo por comprender tal maniobra. Ante la reciente edición en francés, otros dos miembros de esta cúpula de magnates denominados “diáspora rusa blanca”, radicados en Suiza, amenazan con demandar al editor parisino por difamación.
La periodista –ex corresponsal del Financial Times británico en Moscú, hoy en la agencia de noticias Reuters– declaró que comenzó a recopilar el material para el libro en 2012 para publicarlo en 2015, antes de la ocupación de Crimea en 2014, pero que sus entrevistas con magnates las comenzó después de la acción militar de 2008 contra Georgia. Vale decir, comprende al período donde los intereses económicos rusos se expanden por toda Europa. Esta avanzada, inspirada en la figura de Abramovich, la retrató el cineasta inglés Guy Ritchie en RocknRolla, comedia negra estrenada en 2008, donde el negocio ilegal inmobiliario del Reino Unido se convierte en una competencia de mafiosos locales para estafar a los rusos millonarios, también mafiosos.
Pero a esta altura de los acontecimientos globales ya no hay comedia, sino un tendal de muertos y destrucción en Ucrania. Ya no hay humor posible. De hecho: “En diciembre del pasado año, la filial británica de la editorial HarperCollins anunció que había llegado a un acuerdo con un conocido oligarca ruso para poner fin a un contencioso por difamación cuya defensa legal le estaba ocasionando cuantiosos gastos. El motivo de la demanda había sido la publicación en 2020 de un libro de Catherine Belton.”
A esta altura de los acontecimientos ya no hay comedia, sino un tendal de muertos
Así lo explica el jurista español Luis Ruiz-Rivas en su artículo “Sobre el abuso de los pleitos estratégicos contra la participación pública” (Strategic Lawsuit Against Public Participation, conocido por las siglas Slapp), publicado en Economist & Jurist. En él se señala que el Slapp es de “carácter abusivo, dado que con ellos no se persigue un resultado favorable para una reparación legítima, sino amedrentar y coartar el ejercicio de las libertades de información y expresión sobre cuestiones de interés público”. Esto, a su vez, ya está en la agenda legislativa de la Unión Europea, para tomar recaudos ante este tipo de maniobras, como ya ocurre en los sistemas jurídicos de Estados Unidos y Canadá.