CULTURA
osvaldo lamborghini (1940-1985)

El gran teatro de los aplausos

El 18 de noviembre de 1985 fallecía en Barcelona Osvaldo Lamborghini. Como suele ocurrir con los escritores argentinos, sus compatriotas lo olvidaron durante veinte años (en realidad ya lo habían olvidado un poco antes), para redescubrirlo con un vigor y un fanatismo inigualables. No solo su literatura, sino también su obra gráfica y como guionista de historietas, fue debidamente compilada, expuesta y publicada. Sus manuscritos, prudentemente atesorados por el Archivo de la Untref, son consultados, leídos y adorados. En ese contexto, el jueves 20 de noviembre se le rendirá un homenaje en la sala Cortázar de la Biblioteca Nacional. En buena hora.

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El ahora recuerdo del escritor Osvaldo Lamborghini incluye la relectura de quienes conocen su obra y la lectura de los nuevos. Siempre llegan lectores a la pampa de los chistes, casi expansión demográfica de una curiosidad incontenible. Motor intracraneal que va para ver qué es leer. Y si hay una realidad kafkiana, la otra parte (que siempre sobra) es lamborghiana. Una realidad argentina, australiana, afgana: triple A.

Si la literatura es el síntoma, de allí la degradación de sus recursos. Y si hay literatura política, también hay política de la literatura, en cuerpo y obra, separados sí, pero en un todo que perdura en la segunda. Reaparece así el grafo OL, la marca; como tiempo recurrente manoseado en el erotismo íntimo en donde escribir deja de ser apuesta, porque la pérdida es irreversible.

Tres temporalidades hacen al “aquí el presente”: plástica, archivística y teatral. Los resultados apuntan a un espacio, como bien señala Pablo Farrés (ver columna), donde la imposibilidad está consagrada y nada de lo escrito se deja asir.

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En libros, dimensión fuera de los cronómetros, la obra de Lamborghini tiene un recorrido que tiende a la aceleración. En 2021, Ediciones Chinatown publicó Últimas poblaciones, artefacto trinitario que incluye un apartado con una visión chatarrera de algunas láminas del Teatro proletario de cámara. En 2022, la editorial Mansalva publicó, por primera vez de forma autónoma, la nouvelle La causa justa. En 2023, Federico Reggiani, Fabián González y Agustina Perez realizaron el trabajo de archivo y compilación para el rescate de una buena cantidad de sus historietas, publicadas bajo el título Del mismo barro (Club Hem).

Pero lo más importante de ese año fue la publicación del primer tomo del Teatro proletario de cámara por Editorial Nudista, un proyecto desmesurado en el sentido más lamborghiniano posible. Recientemente, Miguel Vega Manrique y Agustina Pérez, a cargo del aparato crítico-hermenéutico del libro-objeto de más de 500 páginas, que resulta ser también la obra más dislocada de Lamborghini, terminaron de procesar notas y transcripciones. Se espera que para el 2026 Nudista publique todos los tomos en una edición especial, para lo cual el editor –Martín Maigua– está trabajando en el diseño integral del proyecto.

Con entrada libre y gratuita, el próximo jueves 20 de noviembre, entre las 18 y 20.30, se realizará un homenaje a Osvaldo Lamborghini en la Sala Julio Cortázar de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Agüero 2502, CABA). Organizado por Elvira Lamborghini y coordinado por Agustina Perez, participarán amigos, escritores, archivistas y curadores, que hablarán sobre su obra y conversarán con el público, entre ellos Oscar Steimberg, Mario Levin, Omar Genovese, Daniel Link, Martín Paz y Julián Mizrahi.

El Gran Teatro de los Aplausos

O. G.

Osvaldo Lamborghini. Obras completas. Parte I, es el título de la obra de teatro dirigida por Ignacio Bartolone. Se trata de una creación de la Compañía La espada de pasto, en coproducción con El Galpón de Guevara, en el marco de VIVA, su programa de residencias artísticas. Con tres actores en escena, Hernán Franco, Juan Isola y Valentín Pelisch (quien además musicaliza en vivo), la obra desborda y sorprende por la introducción plástica de una pantalla gigante donde, entre otras sorpresas, una pequeña versión animada de El niño proletario homenajea al cine mudo de Buster Keaton. Quedan dos funciones para los viernes de noviembre 21 y 28, a las 23, en El Galpón de Guevara, Guevara 326, CABA.

Consultado respecto a cómo surge esta adaptación de la obra de O.L., Ignacio Bartolone dijo: “Nuestro trabajo fue escribir y encastrar una obra que ya venía escrita, que ya estaba de alguna manera enchastrada. Sucumbimos a los encantamientos del estilo y de ahí no salimos nunca más. Estamos ahí todavía. Y no pretendemos salir”.

“Lamborghini ocupa un pilar fundamental de la mitofagia explícita que la compañía La Espada de Pasto viene llevando adelante mediante un ambicioso proyecto de topografiar sustratos literarios que en cada una de las obras, Piedra sentada, La piel del poema, La madre del desierto…, todas fueron drenando por medio de citas, confrontaciones, disloques y desparrames. Y el caso de la obra en torno a Lamborghini no es la excepción”.

“La obra es una secuencia capitulada por distintas partes de los tres libros editados en vida del autor, El Fiord, Sebregondi y Poemas. Y, si bien las partes funcionan como islas autónomas, nuestra voluntad yace en el temple de la acumulación. Si leíste a Osvaldo, el ingreso va a ser otro, sin duda, pero también existe la posibilidad de no conocerlo y salir con un interés genuino por su lectura”.

“Respecto al montaje de los textos, la pesquisa fue escribir sobre lo escrito siempre desde lo que ya estaba en su obra. Enchastrar la hoja hasta que tomara la forma de un collage símil a la producción visual que Osvaldo lleva a cabo en su última etapa de trabajo. Seleccionamos partes y modulamos los textos para producir una ofrenda que permitiera yuxtaposiciones, también afectos que hacen a esa desorientación lúcida que se experimenta cuando se lee su obra”.

Obra plástica

O. G.

Recién en 2008, más de 20 años después de su muerte, comenzó el rescate de la obra plástica de O.L. Gracias a su hija y única heredera, Elvira Lamborghini, y al trabajo incansable de su última pareja, la alemana Hanna Muck, quien cubrió todas sus necesidades desde que se estableció en Barcelona, de 1981 hasta su muerte. En todos esos años, O.L. nunca salió del departamento que compartían con Hanna, dedicado compulsivamente al trabajo artístico. Hanna proveía tanto la manutención del hogar como los útiles de trabajo que, en sus manos, disputaban el sentido de “materiales artísticos”. En lugar de lienzos, óleos, caballetes, O.L. produjo su obra plástica con témperas escolares, labiales de Hanna, fibrones, lapiceras y lápices, revistas pornográficas de saldo –clase B, previas al destape posfranquista–, y semen, entre otros efluvios. En 2015, Valentín Roma realizó en el Macba de Barcelona la muestra integral Teatro proletario de cámara. Pasaron casi 10 años hasta que Argentina despertó ante el acontecimiento de la obra escritural-visual-objetual. La primera muestra en nuestro país fue en el 2023 en el CCK, titulada Osvaldo Lamborghini. Copista material, curada por Paola Cortes Rocca y Agustina Perez. En 2024, se realizó la exposición “Yo soy tu proveedora” en la Galería del Infinito, con curaduría de Agustina Perez, que también –fue comisaria de la gran apuesta de Del Infinito con el solo-project dedicado a Lamborghini en el marco de la feria ARCO de Ma- drid, Osvaldo Lamborghini. Escritura inespecífica.

Consultado por PERFIL Cultura, Julián Mizrahi, responsable de Galería Del Infinito, expresó: “Para la Galería Del Infinito y particularmente como director, representar al estate de Osvaldo Lamborghini ha sido una experiencia profunda y reveladora. A 40 años de su fallecimiento, su figura permanece como un símbolo de la irreverencia y de la extrema originalidad en el cruce entre literatura y artes plásticas. Gracias a la confianza de su hija y heredera Elvira Lamborghini, con la intermediación de Agustina Pérez, hemos trabajado para que su legado alcance un reconocimiento internacional, desde el descubrimiento de sus obras que fueron exhibidas en el Macba de Barcelona hasta la reciente incorporación al acervo del Museo Reina Sofía. Mirando hacia el futuro, sabemos que aún hay mucho por descubrir y mucho trabajo por hacer para seguir honrando la naturaleza audaz de un artista verdaderamente único”.

El prolífico Archivo

Osvaldo Lamborghini

MARTÍN PAZ*

En noviembre de 2018 el Archivo IIAC firmó el convenio para la digitalización y difusión del Fondo Osvaldo Lamborghini. Los documentos recibidos estaban en posesión de su hija Elvira, quien los trajo desde Barcelona luego de la exposición realizada en el Macba. Todos los cuadernos, dibujos, manuscritos, entre otros, pertenecen al período 1981-1985, durante el cual Osvaldo Lamborghini se encontraba exiliado en Barcelona (con una breve visita a Mar del Plata en el año 1982). Al momento del convenio, los documentos se encontraban en una planera que trajeron al depósito del subsuelo del Archivo, dentro de la cual había distintos tipos de contenedores: dibujos y cuadernos expuestos en el Macba con una etiqueta con número de inventario, dibujos y pinturas en carpetas azules, cuadernos y hojas sueltas (los manuscritos literarios y otros cuadernos personales) guardados en dos cajas verdes, revistas y recortes de revistas pornográficas en una caja negra de cartón.

El procesamiento archivístico comenzó por la identificación de los materiales, con una breve descripción por unidad documental. Una de las dificultades, debido al carácter híbrido de los documentos, fue asignar las tipologías documentales. La clasificación quedó organizada en tres series, dentro de una sección dedicada a su producción profesional. La primera serie, denominada “Proyectos literarios”, incluye los manuscritos originales de cuentos, poemas y novelas. En “Dibujos, pinturas y collages” se incorporaron las obras predominantemente visuales, con una variedad de técnicas. Finalmente, los libros, revistas y cajas intervenidas, así como los cuadernos y libretas, están presentes en la serie “Libros de artista”. Sobre cada uno de los documentos se ha realizado una limpieza y confección de guardas para la preservación a largo plazo. Actualmente estamos ocupados en la descripción y digitalización de la serie “Libros de artista”.

*Coordinador del Archivo IIAC-Universidad Nacional de Tres de Febrero

La lengua material que no cesa

PABLO FARRÉS

Han pasado cuarenta años de la muerte de Osvaldo Lamborghini y la ocasión invita al homenaje, al recuerdo, cuando no a la revisión de cuentas para definir, una vez más, su lugar en el canon literario. La tentación inmediata es la de conceptualizar la obra y llevarla a la altura de símbolo compartido o contraseña de iniciados. Sería fácil con otros autores que, de alguna forma, podrían amoldarse mejor a un sistema de clasificación. El problema con Lamborghini es que su obra es una máquina de estropearlo todo: el símbolo, la contraseña, las clasificaciones, incluso la idea misma de canon. En este sentido, ha logrado lo que muy pocos: que los muchos se pregunten, ¿qué hacemos ahora con esto?

Una de las modalidades de respuesta a esta pregunta fue la de encerrar a Lamborghini en la jaula de la ilegibilidad. Todo quedaba reducido a “no entender” lo que de fondo nunca existió para ser entendido. De allí el truco de apelar a moldes, como el de la transgresión o la vanguardia que –como decía Ludmer– “son modos de no leer, de evadir el trabajo, el goce, la sensualidad de la materia”. Una segunda modalidad la señaló Agustina Perez: el encasillamiento en un aparato crítico repleto de categorías para usos múltiples –“juegos paródicos”, “intertextualidad”, “argentinismos”, “giros meta-literarios”. A lo que le sumamos la denodada búsqueda de usar a Lamborghini como ejemplo para explicar a Deleuze, Derrida o Lacan. Una tercera fue la de su lisa y llana canonización. En este sentido, Diego Peller definió el año 2008 como clave para ello: la revista Ñ publicó en la portada una foto del autor y un copete que anunciaba el ascenso definitivo del “mítico y marginal escritor a las líneas centrales del sistema literario”. Tres semanas después el suplemento ADN del diario La Nación repitió la estrategia titulando su tapa “La vida de un genio maldito”. El proceso siguió de diversos modos hasta hoy. El juego de alianzas y roscas, de posicionamientos a favor y en contra, las postulaciones de herederos, aceleraron la cuestión.

De un modo o de otro, la consecuencia fue que el nombre de Lamborghini se ha transformado en un símbolo parte aguas por el que parece que ya no es necesario leerlo. Estrategia que bien conocía Nietzsche con respecto a la conceptualización en general –abstracción, vaciamiento y negación de la vida– y el modo predilecto del pensamiento occidental para hacer callar el murmullo de lo impensable: frenar las velocidades del caos con la violencia del símbolo. No hace falta más que echar un vistazo a cualquier párrafo de sus libros para darse cuenta de la desolada paradoja: ¿cómo esa gran máquina de destrucción de símbolos compartidos ha quedado reducida a un símbolo más? Esto no es novedoso ni excepcional: es la lógica del mercado y de las instituciones –ceder el chupetín del reconocimiento al costo de vaciar y petrificar.

El problema con Lamborghini es que lo que pone en juego no es tan sencillo de anular. Encerrados en el conjunto de todas las palabras, no tenemos ninguna que explique el hecho de que existan palabras. La lengua está loca, las palabras dicen cualquier cosa, se desplazan incesantes como si fueran larvas que se comieran unas a otras. De esta condena, la tradición se lanzó hacia dos imposibles salidas: el más allá y el más acá de las palabras, el alma y el cuerpo, el logos y el soma, el significado y el significante. Se desespera el cielo o se cava en el infierno. En la obra de Lamborghini, desde El Fiord y Sebregondi retrocede en adelante, no hay posibilidad de ninguna salida, ni por arriba ni por abajo. El Afuera está completamente clausurado, las palabras desquiciadas. No hay nada que manifestar, ni posibilidad de hacerlo –incluso “salir de manifestación” sólo funciona como un punto final, más allá del cual sólo resplandece el blanco lechoso de la última página.

Pero no solo se trata del lenguaje. Llámese vida o como fuere, sin escapatoria, estamos ya siempre dentro de una esfera llena de ruido, carne y dolor. “Una esfera de mierda” sentenció Marechal. Es posible que El Fiord funcione como una alegoría de la escena política de los setenta, sin embargo tengo para mí que más que una alegoría se trata de una ontología. No remite de ningún modo a una filosofía ni a una teoría. Lamborghini no conceptualiza tal ontología, la realiza, la hace, la experimenta.

Si el universo es el esférico Fiord –en el que cabe todo el horror de la historia–, entonces el tiempo, fuera de sus goznes, sin progreso ni linealidad, gira y da vueltas, una y otra vez, sin ton ni son. Por ello, El Fiord no deja nunca de ocurrir: “Después del 24 de marzo de 1976, ocurrió. Ocurrió, como en El Fiord. Ocurrió. Pero ya había ocurrido en pleno fiord. El 24 de marzo de 1976, yo, que era loco, homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico, me volví loco, homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico”. Es el eterno retorno del horror, pero porque el horror ya ocurrió antes de que ocurra: “me es difícil escribir porque ya lo hice, porque ya escribí”.

Lo que vendrá, es lo que ya siempre ha ocurrido antes. Sin embargo, lo que retorna no es lo mismo. El 24 de marzo del 76 volverá a ocurrir bajo los ropajes de su propia diferencia –lo está haciendo hoy, ahora mismo. Profecía material, cuando el tiempo es mensurable por un artefacto mientras se lo vive con la propia declinación hacia la muerte.

El tiempo circular de la esfera impone entonces la diferencia y con ello el desplazamiento perpetuo. Toda identidad ya siempre es otra. La experiencia de la transmutación: de obrero a sindicalista, de varón a mujercita, “en tanto poeta –zas–, novelista”. En el desquicio de la identidad y las palabras resplandece, fantasmal, la carne. No el cuerpo, no hay cuerpos en la obra de Lamborghini sino agujeros que desesperan la unidad de un cuerpo. Tajos, hendiduras, perforaciones: no solo es un estilo poético, literario o lo que fuere, sino una metafísica del agujero a partir del cual se proyectan, espectral, desesperadamente, cuerpos, géneros, identidades, incluso una nación.

Vuelvo al comienzo y arriesgo que Lamborghini ha sido mal entendido (aunque, ciertamente, no hay nada que entender), cuando intentaron capturarlo dentro de las clasificaciones literarias. Es más, creo que su obra no tiene nada que ver con la literatura (si es que está definida bajo los parámetros en boga). No importa su “malditismo”, su vanguardia o transgresión, menos aún sus “juegos paródicos”, su “intertextualidad” ni esos “giros meta-literarios”. Rotos los símbolos, desquiciadas las palabras, agujereados los cuerpos, encerrados en la gran esfera de mierda, no hay homenaje ni remembranza posible, menos aún, lugar alguno en ningún canon (ni siquiera –como señaló Bolaño– el de esa empolvada cajita de cartón que, sobre una alacena de cierto sótano, esconde el infierno).

En todo caso, estamos ante una experiencia que, a falta de mejor término, me gustaría invocar a Bataille y definirla como sagrada, pero esto mismo sería una traición a lo que, en sí mismo, se presenta como indefinible. La obra de Lamborghini es la comunicación de lo de incomunicable de esa experiencia. Esto nos reclama otros modos de lectura y una recapitulación de los protocolos críticos. Señala también otras formas de producción y circulación de textos; pero, sobre todo, nos devuelve la pregunta por las modalidades de vida que pone en juego la creación artística. ¿Cuánto de celebración por la vida hay en su tarea de cavar en el pozo del horror? En fin, lo que su obra impugna es el sistema literario, la institución, la cosa simbólica. Insisto, puede leérselo como literatura –al fin y al cabo, son páginas pegadas entre dos tapas–, pero más allá de eso, nada tiene que ver con lo que hoy llamamos literatura. Acaso el mismo Lamborghini así lo entendiera para dejar atrás la literatura y entregarse a la deriva de la escritura –sus libretitas, sus revistas pornográficas, su Teatro proletario de cámara, los interminables papeles de su archivo– hasta fundirse, anónimo, secreto, en la letra y la muerte.