Tras una extensa investigación, el periodista y analista internacional Mariano Beldyk analizó la historia pasada y reciente de los mayores líderes políticos argentinos y del mundo y encontró secretos, debilidades, polémicas y hasta los peores vicios de quienes dirigen la batuta del planeta.
En su reciente libro EscandalGate, Beldyk escrutó la vida de los principales personajes que llenaron las peores páginas políticas de los últimos tiempos. Entre ellos encontramos a Carlos Menem, los Kirchner, Silvio Berlusconi, Muammar Kadafi, Bill Clinton, Dominique Strauss Kahn, entre otros.
— ¿Cómo fue el proceso de relevamiento y el criterio a la hora de seleccionar los "escándalos" de los líderes del mundo?
— Soy un profeta de la necesidad de acercar la política internacional a todos quienes no conocen nada al respecto y elijo romper con la academia al hacerlo. Descontracturarla, podríamos decir, para demostrar que el mundo y sus protagonistas no son tan lejanos como suenan. Ni tampoco tan complicados de entender. Con este principio como brújula, la selección de protagonistas de Escandalgate siguió un único criterio: quiero provocar a los lectores, ver cuánto soportan antes de escandalizarse. Hay personajes que se devoran las historias e historias que sorprenden aunque sus protagonistas no sean de los más populares. Hay estrellas indispensables que conquistaron su propio lugar en el imaginario colectivo como Silvio Berlusconi o Bill Clinton, por sus aventuras sexuales, y hay otros a quienes se los conoce por su romanticismo ideológico pero que destapan también su lado salvaje en estas páginas, como JFK, o el propio Muammar Kadafi, y vaya si son salvajes. Por último, hay historias como la de los políticos homofóbicos africanos que suenan excesivamente familiares cuando uno luego enciende la tele en Argentina y escucha a un diputado como Alfredo Olmedo diciendo que tiene "la mente abierta pero la cola cerrada, bien cerrada". A fin de cuentas, una colección de historias extravagantes revela tanto o más sobre la psicología, liderazgo y decisiones de estos personajes que una enciclopedia.
— Los escándalos sexuales no escaparon a ninguna región del mundo, pero de entre Clinton, Kadafi, Berlusconi y tantos otros, ¿cuál te impactó más?
— Es difícil quedarme con uno porque cada quien aporta lo suyo para hacer de este mundo un lugar siniestramente irrisorio e impúdicamente inimputable, al menos para algunos. Clinton jugueteando con sus habanos en lugares recónditos y llevándose a las becarias a su oficina para que le practiquen sexo oral mientras habla por teléfono con funcionarios que intentan salvar a su gobierno del colapso financiero es realmente difícil de rebatir. Hasta que uno se topa con Berlusconi y sus fiestas Bunga Bunga con pole dancing incluido en el abismo de la crisis europea. Diez años de diferencia y un océano de por medio, no son suficientes para que ambos prontuarios y los de tantos otros eviten tocarse en un punto: en esa maravillosa capacidad de estos personajes de eximirse de todo menos de sus tentaciones. El de Kadafi es un caso aparte pero no tan distinto que el de su "amigo" Berlusconi, "amigo" hasta que empezaron a llover las bombas sobre Libia. Si Kadafi en algún momento fue un gran líder que sedujo a un país con el sueño de una democracia jamás vista, la Jamahiriya, en algún punto torció el rumbo para terminar siendo esa caricatura de sí mismo, arropada en trajes tan estrafalarios como sus palabras. Si en algún momento podía conquistar a las mujeres más bellas con el poder de sus ideas, al final, solo podía someterlas con la fuerza de su tiranía. Hay sobrevivientes que lo cuentan con un nivel macabro de detalles que no me pareció correcto ahorrarles.
— Muchos hablan de la enfermedad del poder y de la megalomanía que se puede sufrir al alcanzar cargos muy altos. ¿Qué variables o denominadores en común encontraste tanto en los casos de excesos argentinos como internacionales?
— Hay políticos cuya corrupción moral es consciente. Hablo de la degradación del espíritu, no solo de cómo llenan los bolsillos. Y hay otros que, en algún punto, borraron toda frontera entre su vida pública y privada, se les magnetizó la brújula. Perdieron la noción de que, por ejemplo, sus opiniones personales no concilian con los roles institucionales que ocupan. Me gusta pensar que los políticos deberían vivir como gobiernan, partiendo de la premisa que lo hacen de un modo transparente, pero los protagonistas del universo de Escandalgate gobiernan como viven. Y eso explica todo lo que viene después.
— En tu libro ofrecés decenas de casos polémicos que sucedieron a presidentes latinoamericanos. ¿Porqué la corrupción siempre emerge incluso a los gobiernos de mejor imagen como el de Lula? (Mensalão, por ej.)
— Porque son personas de carne y hueso, incluso las leyendas, como Lula. Y están sometidos a la dictadura de las pasiones aunque preferiríamos imaginarlos como impolutos racionales. Enfrentan las mismas tentaciones y prejuicios que cualquiera y están tan propensos a caer presos de ellas como nosotros. La diferencia, por supuesto, es que ellos, además, tienen quizás una responsabilidad mayor, la del gobierno. Y deberían tener cierto grado de autolimitación. Al menos, de autopreservación. Cuando el Pepe Mujica dice "todos somos malos en privado y cuando nadie nos ve" se refiere a esa privacidad que los hombres públicos a veces no se dan cuenta que sacrificaron. Y allí tropiezan, por atolondrados o cínicos. Y cuando a este sentimiento de omnipresencia se le une el de la impunidad, allí es donde afloran los peores "monstruos". Lula, por caso, es un excelente ejemplo: podrá haber hecho un gran gobierno sacando a millones de la pobreza, mas eso no significa que este exento de cuentas con la Justicia. El "Mensalao", o "Juicio del siglo" por la compra sistemática de votos en el Congreso durante su primer gobierno, lo puso realmente en apuros. Y solo zafó porque su mano derecha, Dirceu, le hizo las veces de Cabral y absorbió la responsabilidad intelectual y penal.
— ¿De qué manera impactan que salgan a la luz situaciones como el "gracias" que dijo Obama a su novia que le había dicho "te amo"? ¿Cómo se manejan estas situaciones desde sus bunkers?
— A mi modo de entender, los humaniza. Derriba los mitos construidos en torno a los grandes "estadistas". Que el Obama del sueño afroamericano, el de la poesía antiescalivsta de Lincoln, resulte más parecido al final a Michael Jackson que a Martin Luther King porque no se identificaba con el color de su piel cuando era joven, no me parece una contradicción en lo absoluto sino una puerta hacia la forja de una personalidad que nos permite entender al líder de hoy, por qué Obama es Obama. Lo mismo cuando nos enteramos que el hombre que sedujo a una nación y al mundo entero resultaba tener la calidez de un roble a la hora de mantener una relación amorosa, mucho antes de los bailes presidenciales con Michelle con Beyoncé cantándoles en vivo. Por supuesto, ni a él ni a quienes forman parte de su gobierno y construyen la imagen del líder afroamericano que supera los prejuicios raciales les gusta demasiado que trasciendan estas cosas. Lo curioso es que Obama había hecho alguna alusión a sus romances con chicas blancas en su libro "Sueños de mi padre". Por supuesto, su versión de los hechos era un tanto diferente. Cuando el periodista David Maraniss publicó los diarios secretos de Genevieve, la ex novia blanca de Obama, la primera reacción del presidente fue relativizarlos aunque después tuvo que reconocer que, quizás, él había trastocado un poco la realidad en su propio libro para "proteger" a sus ex. ¿Quién no lo haría por una ex...? ¿O no...?
— Temas que suelen hablarse en la intimidad de una charla de café como infidelidades, prejuicios, fútbol, y tantos otros, toman un protagonismo especial en el caso de los líderes mundiales. Si tuvieras que escribir la contrapartida de tu libro, el de las presidencias o gobiernos transparentes y sin escándalos. ¿A quiénes incluirías?
— Uy, quizás para eso bastara un folletín más que un libro, jaja. No quiero caer en el discurso hueco de demonizar la política, para nada, pero tampoco hay gobiernos de Carmelitas descalzadas, totalmente exentos de corrupción. El alma humana es naturalmente proclive a su corrupción, aunque esto no implique que todos los políticos, como tampoco todas las personas en general, terminen sucumbiendo. Pero, en lo personal, le doy mi voto a Hobbes antes que a Rousseau y su confianza excesiva en la condición humana. Sin subirme a una tarima moralista, Escandalgate no viene a aleccionar a nadie sino a desnudar a todos estos líderes, grandes y pequeños, populares e ignotos, sin concesiones. Al final del camino, cualquier lector descubrirá que hay un ADN compartido entre ellos y nosotros. Para alivio u horror, lo dejo a su criterio. ¿Escribiría un libro sobre los gobiernos transparentes? No...sería un libro aburrido. Lo curioso es que, aburrido y todo, ni siquiera podría incluirlo a De la Rúa en aquella historia.