CULTURA
argentina en italia

Historia de un viaje alucinado

Con curaduría de Rodrigo Alonso, la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat exhibe la muestra “Berni y las representaciones argentinas en la Bienal de Venecia”, donde se ofrece un panorama de los distintos artistas nacionales que han participado en la célebre bienal a lo largo de su historia.

Identidad nacional. Pinturas costumbristas pueblan el primer espacio destinado a la muestra.
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Un capítulo de la historia del arte argentino desde el comienzo del siglo XX hasta la actualidad? ¿Una investigación sobre las tensas relaciones entre arte y Estado? ¿La descripción de los modos de funcionamiento del campo artístico con su sistema de consagración, premios y reconocimientos? Todo eso es Berni y las representaciones argentinas en la Bienal de Venecia, curada por Rodrigo Alonso en el Museo Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat. Pero también una experiencia sensible, un recorrido amigable por las obras (a veces por los autores con otras obras) que participaron con intermitencias durante todo el siglo XX y lo poco que va de éste en la afamada Bienal Internacional de Arte de Venecia. Contar con imágenes los relatos que recubren una historia sesgada del arte argentino: la petite histoire. A veces mucho más rica y grandilocuente que los enormes trazos y los recorridos de largo aliento para dar cuenta del pasado. Como una suerte de anecdotario ilustrado, Berni y las representaciones... pone el acento en la narración de lo que sucedió en términos artísticos y políticos ante cada envío a la Bienal. En todo caso, el evento es un detalle, un rasgo menor, en comparación con los posicionamientos y reacomodamientos que se fueron dando en el campo artístico argentino en cada caso.

Y la muestra arranca por el principio y allí está Pio Collivadino, aunque no con el díptico con el que se presentó en 1901 y que fue adquirido por una galería de Udine ni con La hora del almuerzo que participó en 1903. Está el espíritu de estos primeros salones y la tendencia al paisaje y la plasmación de vida. También se recupera el modo de montaje en la forma que se le da a este primer espacio: el color de la pared, la altura a la que se cuelgan los cuadros, el ambiente de la sala. Hay que esperar hasta 1922 para que se retome la asistencia de artistas argentinos a Venecia y verificar que en tiempos del fascismo la vanguardia se hizo fuerte, sobre todo en Italia. Algo que no había pasado aún en Argentina, si de la vanguardia hablamos, y que tuvo que esperar hasta 1924 con el Grupo Martín Fierro y demás “ismos”. Lo notable es que la representación del país (¿cómo hacerlo?) conecta menos con los debates internacionales que con las discusiones que se dan en el seno del campo cultural.

En todo el tiempo que Argentina no tuvo un pabellón propio (y ahora que lo tiene también) los envíos tuvieron más que ver con una política de Estado (en el mejor de los casos, y con una política de gobierno, en algunos más actuales) que con un movimiento autónomo de posicionamiento del arte argentino en el mundo. En ese sentido, el peronismo es, como se sabe, eficientemente pragmático: en 1950 vuelve a presentarse luego de muchas ediciones de ausencia. Si se liga esta decisión a un conjunto de políticas de apertura del segundo gobierno peronista, como lo hace Andrea Giunta en su libro Vanguardia, internacionalismo y política. Arte argentino en los años sesenta, se detecta (o intuye) que ese envío de 1952 de fuerte tono regionalista es “corregido” en 1953 por el que se manda a San Pablo, que destaca la producción de arte concreto mucho más a tono con los discursos estéticos internacionales que el gaucho y la pampa. Y si la muestra se llama Berni y… es porque en 1962 ganó el Gran Premio de Grabado y Dibujo, y esto está en el centro de esta pequeña historia y también, en el de la exhibición que así lo piensa.

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Berni y...
Hasta el 29 de septiembre
De martes a domingo de 12 a 20
Olga Cossettini 141