Allí parado frente a una pila de fotografías enmarcadas, entre las cuales al menos dos o tres lo tienen como protagonista, Adam Cooper intenta recuperarse del calor de Buenos Aires y terminar el montaje que reúne la obra de su padre. “Tenía 4 años en esa, para mí es un recuerdo de un momento normal en mi vida, nada más. No tenía dimensión de que eran famosos, eso vino después, desde luego. Así pasaba mis fines de semana”, dice Adam mirando una foto en la que es apenas un infante al que Mick Jagger está levantando de los brazos, jugando en medio de la hierba. Adam es el heredero de Michael Cooper, aquel rocker que tomó la cámara en lugar de una guitarra y retrató como nadie la intimidad de los 60, de la mayoría de los íconos que hoy viven en tres generaciones. Los Stones, Los Beatles, Lennon, Duchamp, Magritte, Andy Warhol, Burroughs, Francis Bacon; todos conocieron a Michael, todos fueron de su confianza y así todos lo dejaron entrar en los momentos más íntimos de sus vidas, lo que hizo de la obra de Cooper un registro incomparable de la década. “Tengo fotos que no se pueden mostrar. Hay imágenes muy íntimas, e imágenes con drogas. Uso fotos con drogas, pero muchas son muy fuertes y no se pueden mostrar, por respeto a mi padre y por respeto a ellos”, dice Adam, y con “ellos” se refiere nada menos que a Sus Majestades Satánicas. Es que Stones 50, la muestra que el viernes inauguró en el Borges y quedará allí hasta los primeros días de marzo, exhibe cien fotografías de los británicos tomadas a lo largo de la primera década de vida del grupo, por lo que en muchas, también, se advierte la excéntrica estampa de Brian Jones. Michael llegó a los Stones a través de Jones y de Richards, de quien se hizo prácticamente hermano, y a quien Adam hoy recuerda como “un tío, un tío medio especial”.
“Hay una marca registrada en las fotos de Cooper que tiene que ver con el modo en que miraba, pero también con el modo en que imprimía. Son imágenes muy contrastadas, de mucho juego, y que retratan perfectamente la época. Michael mismo era un personaje típico de aquella época, por cómo se vestía... era un Stone más”, dice Virginia Fabri, curadora de la muestra junto a Silvia Cooper, editora de video argentina –“la primera editora mujer”, aclara–, casada con Adam. “Su fuerte era la plástica, y se nota. Pero la fascinación de todo esto radica en la intimidad. Fue el único al que le permitieron acceder a los ensayos, con quien veraneaban juntos, esas situaciones a las que no llegó nadie más que él con los Stones” agrega Silvia.
En diciembre de 2011 Planeta editó Early Stones, el libro que reúne las mejores fotografías de Michael a la banda en unas 350 páginas, a unos $ 450 (se consigue en librerías y por internet). En el prólogo, escrito por Keith Richards, el guitarrista declara: “Lo asombroso es que yo realmente no recuerdo haberme encontrado con Michael, él se deslizó dentro de mi vida, y luego tristemente salió de ella. Era imposible estar un tiempo con Michael y no sentirte excitado con su vida, así como él lo hacía con la tuya. Al rato comenzabas a ver las cosas a través de sus ojos, y aprendías a mirarlas”. Aunque hubo muchos fotógrafos de los Stones a lo largo de cinco décadas, ninguno volvió a ocupar ese lugar de intimidad que Cooper disfrutó en los 60. Michael fue primero su amigo, después su fotógrafo. “En los estados en los que a veces nos sumergíamos, Michael estaba tan volado como todos nosotros y aun así seguía trabajando, mientras que yo ni siquiera hubiese sido capaz de levantar una guitarra y tocar”, dice Richards en el mismo prólogo.
Adam cuenta que entre sus recuerdos más vívidos está el de saber a su padre encerrado durante horas en el cuarto oscuro, trabajando con las fotos. “Era un artesano, entonces probaba tonos, contraste, granulados, todo con los negativos en el laboratorio. Luego, una vez que la imprimía, el negativo iba a parar a una caja de cartón y no se tocaba nunca más. Cuando cumplí 18 años recibí como regalo esta caja, que al abrirla tenía esta mezcla de negativos sin perfección ni nada.” Los negros bien negros, los blancos bien blancos, el contraste que tanto amaba Michael en el revelado de sus obras fue respetado para el montaje de esta muestra ya que Adam mismo se encargó de que las impresiones respetaran ese capricho artístico del padre.
Cooper murió en 1973 por una sobredosis de heroína, a los 32 años, tiempo que le resultó suficiente para hacer, entre más de 70 mil fotos que hoy atesora Adam, tal vez las dos tapas de discos más emblemáticas de la historia del rock: la de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, y la de Their Satanic Majesties Request, de sus amigos los Stones, también en el ’67. “Imágenes nuestras muestran que todos somos uno”, dice la letra de Sing This All Together. Fue Lennon quien dijo que Cooper “ha sido (entre todos los fotógrafos) por lejos el que mejor documentó esa magnífica década, y quien entendió realmente qué significaron aquellos años 60 y aquellos juveniles sueños de futuro”.