A Mona Hatoum le gusta bastante poco que las notas dedicadas a ella y su arte comiencen como muchas veces ha leído. La alusión a su condición de mujer nacida en Líbano, de familia palestina, marcada por el exilio, el de sus padres y luego el personal a Inglaterra, es una acumulación de explicaciones con las que no parece sentirse cómoda. En todo caso, hay en sus obras tanto de esto mismo que podríamos intuir que lo siente como una redundancia. Sobreimprimirle (y subrayarle) el dato biográfico de la autora es, además de cargarlo de ese valor personal, restringirle bastante la deriva que ella propone en cada una de sus intervenciones, materiales y simbólicas, que son las piezas.
Over my dead body es una foto en blanco y negro de Mona de perfil con un soldadito de juguete que le apunta desde su nariz. Sobre mi cadáver arrastra consigo la nominalidad para llamar a la exhibición de Hatoum, inaugurada en Fundación PROA, con la curaduría de Chiara Bertola. Es su carta de presentación, de cuerpo presente, con algo de humor y de amenaza, que se irá disipando, veremos, hasta que poner el cuerpo lo sea, hasta en sus últimas consecuencias.
Un conjunto exhaustivo de su trabajo que va desde 1980 hasta realizaciones muy recientes. Instalaciones, videos, fotografías y esculturas que arman un corpus que corrobora la retrospectiva como hilo conductor de la muestra. Sin embargo, en ese mismo terreno, muchas obras de Hatoum de diferentes períodos de su producción pueden arrojar otro tipo de conclusiones provisorias. Desde el registro de la performance de la joven artista arrastrando descalza un par de borceguíes por la calle, una tarea dura, reconcentrada y plagada de significantes políticos, pasando por Medidas de distancia (1988), un video en el que superpone el cuerpo de su madre, las lenguas, lo íntimo de una carta, hasta una instalación nueva realizada con fundas de almohadas bordadas no sólo ha pasado tiempo. Se puede proponer un proceso que va desde lo duro hacía lo blando. Por un lado, en la forma de aprehensión de lo político que, si bien sigue estando –imposible no encontrarlo–, se ha diversificado en dendritas que reciben este impulso. Es una filigrana; es un sistema ramificado que no distingue la errancia, lo femenino, los bordes, las fronteras. Como, también, en el uso de los materiales: del vidrio a la tela, pasando por el jabón. Está esa obra inmensa de sentido que opera como un mapa. Tiempo presente, así se nombra la pieza de 1996 que contiene muchos de los mundos de Mona. El literal: sobre un lecho de jabones de oliva, un producto muy tradicional de Palestina, dibuja con perlas de vidrio los límites entre Palestina e Israel que quedaron luego del Tratado de Oslo. Es destacable el delirio de esa traza: lo evanescente del jabón frente a la dureza del otro material. La imposibilidad de distinguir, de separar, al tiempo que conlleva la alternativa de la locura y la muerte.
En las telas que están colgadas y bordadas hay muchas manos: las de las mujeres que las hicieron en el compás de espera. Un programa de terapia ocupacional para madres de San Pablo que están aguardando que sus hijos reciban tratamiento médico. Además de las manos de Mona Hatoum que las sustrae de ese “tiempo” doméstico, de dolor y paciencia, para atarlas a otra cuerda. Como si fueran literatura del cordel, un tipo de poesía popular que empezó siendo oral y se colgaba de las tiendas en España y Portugal y luego pasó a Brasil, los bordados cuentan historias, vaticinan sueños, trenzan esperanzas. Vuelta “cordelista”, autora de estos versos, Hatoum se transfigura en otras tierras, con otros nombres. La artista que pone el cuerpo de manera efectiva lo hace hasta constatar que llegó lo más lejos posible.
Over my dead body
Mona Hatoum
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929
De martes a domingo de 11 a 19
Lunes cerrado.