CULTURA
ARCHIVOS

Los heraldos del mañana

Agentes activos en la construcción de la memoria social y cultural, los archivos, junto con los templos y los palacios, tal vez sean de las instituciones más perdurables del hombre. Los asirios custodiaban uno enorme en Nínive para el Mundo Antiguo y los griegos dieron lugar privilegiado de aparato de Estado en Atenas. Debe prestar información a las generaciones futuras y colaborar con la gestión del presente. Este artículo es la introducción necesaria para la Primera Jornada de Archivos Abiertos, el jueves que viene, y dentro de la Segunda Edición de la Semana del Patrimonio, que organiza del 10 al 16 de noviembre el ministerio de Cultura de la Ciudad.

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| pablo temes

Unos meses después de la inauguración del Archivo de la Provincia de Buenos Aires, la semilla del Archivo General de la Nación y sus hoy 27 kilómetros lineales de documentación, el preocupado primer director Francisco de Paula Saubidet se quejaba en 1821 de la “humedad que deteriora los papeles” en la Manzana de las Luces, la falta de personal especializado, inventarios modernos, estantes y espacio, la ausencia de cumplimiento de las obligatorias transferencias de otras dependencias gubernamentales y, en fin, de las ínfimas partidas para su sostenimiento. Carta en el buzón a los futuros archivistas públicos y privados: “No me da la vida para ocuparme del flujo, todo lo que debería ingresar por ley o donaciones, sino que lucho por paliar el manejo del stock en tres edificios, y comunicar el patrimonio a la comunidad, algo que define un archivo contemporáneo”, indica a PERFIL el actual director del Archivo General de la Nación (AGN), Emilio Perina.

Horacio Tarcus, director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDinCi), Patrimonio Documental de América Latina y el Caribe para la Unesco, sintetiza la realidad que percibe de los archivos del país, no importa su procedencia ni tamaño: “Estamos volviendo tristemente a la situación hasta la década del 90 de indefensión y retroceso de los archivos nacionales, en las cuales si querías estudiar los trabajos de los escritores argentinos, o la prensa local, necesitabas viajar a Estados Unidos o Alemania. Hoy el discurso oficial es ‘o encontrás el modo de autofinanciarte o te privatizás’. Y sabemos que así partieron y se despedazaron fondos y colecciones importantísimas, ya irrecuperables”. Dilapidar estos heraldos de mañana, quizá una cédula real o un VHS de noticiero de los 90, representa la supina ignorancia de lo que “el archivo implica o significa, más que nunca, un agente activo en la construcción de la memoria social y cultural. Por eso nuestro trabajo, en particular en empresas, reacias a compartir pero que se dieron cuenta que necesitan conservar y estudiar lo que fueron para manejarse en esta sociedad del conocimiento, lleva el lema ‘No los tiren, no los destruyan, no los olviden, los archivos son su historia’”, señala Mariela Ceva, la especialista referente de la privada Iniciativa de Archivos, iniciativadearchivos.org.

Los archivos, junto con los templos y los palacios, tal vez sean de las instituciones más perdurables del hombre. Los asirios custodiaban uno enorme en Nínive para el Mundo Antiguo y los griegos dieron lugar privilegiado de aparato de Estado en Atenas. “Cuando AGN nace, el decreto es muy claro, en el sentido de que tiene una función republicana: la de prestar información a las generaciones futuras y colaborar con la gestión del presente, porque preveía que al reunir los archivos de los Tribunales de Cuentas, Justicia, Aduana y Cabildo haría que funcione mejor el Gobierno. Durante buena parte de su bicentenaria trayectoria su misión fue un poco corrida por historiadores y genealogistas. Diría que en estos últimos cincuenta años, el boom de la memoria, el afianzamiento de las carreras de Ciencias de la Información en el país, y la aparición de edificios construídos para archivos como nuestra sede en Parque Patricios (Rondeau 2277), se revierte un mal panorama del que veníamos a pesar de ser los pioneros del continente”, enfatiza el periodista Perina, tendiendo puentes con Tarcus.

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LA MEMORIA. El CeDinCi trabaja, desde su fundación, en 1998, con material de archivo de la izquierda argentina. Horacio Tarcus (al medio), su fundador, cedió su propio archivo personal como punto de partida. A derecha, Juan Andrino, guía del Archivo General de la Nación muestra una carta manuscrita del general San Martín.

En la nueva sede del CeDinCi de la calle Rodríguez Peña al 300, adquirida con el determinante apoyo de la alemana Fundación Friedrich Ebert en 2021, manifiesta el historiador Tarcus que “acá hay un Estado que falla. Me vas a decir en este contexto, tener una política activa y no pasiva como la AGN, o nosotros obligados ahora, es complicado ¡No llegamos a pagar el ABL o la electricidad! Pero el contexto siempre fue complicado para nosotros y nuestros vecinos. Al gobierno chileno, uruguayo, mexicano o brasileño, nunca les sobró la plata. Pero tienen políticas de archivo y una legislación poderosa que evita desmembrar fondos, que constituye el principio del archivo moderno, y no el juntar por juntar. Alguna vez se me caían las lágrimas viendo cómo del Archivo de Leónidas Barletta, del que tenemos gran parte, no pudimos evitar que coleccionistas millonarios se llevaran las cartas con Roberto Arlt y Victoria Ocampo. Para sus casas. Eso no es que no le pasa a Suiza, no pasa en Perú. Nada que ver con ser del primer o último mundo”, cierra quien resguarda los papeles de Beatriz Sarlo.

AGN, rey de los archivos, a paso de hormiga. El Archivo General de la Nación es uno de los más valiosos de Hispanoamérica, referencial del pasado del Mercosur, superando en antigüedad otros como el mexicano, y desborda ampliamente el periodo independista para contar el pasado indiano. Mucho se debe a que para 1821, al momento de que Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia decidían centralizar los fondos públicos dispersos, los virreyes Vértiz y Loreto antes propendían “el celoso asilo donde se custodian papeles de tanta importancia” y, adelantándose centurias, promovían contratar “archiveros”. Un perfil técnico-profesional aún lejos de ser norma en los archivos argentinos, pero indispensable propagado a través de la “evangelización”, se sonríe Perina, de alguien que se piensa “rey de los archiveros, pero sin esa competencia. Las recomendaciones y pedidos que hacemos desde el AGN no siempre tienen respuesta. La AGN debería ser rector en la materia y tener rango de secretaría de Estado”. Perina “diseña y ejecuta” en su segundo mandato tanto en las tres sedes AGN, que dependen del Ministerio de Interior, como para otros archivos provinciales, acuerdos, capacitaciones y apoyos con diversas instituciones y fundaciones.

En la anterior gestión de 2015 a 2019, en la presidencia de Mauricio Macri, Perina continuó los planes del nuevo edificio encarados por el director Juan Zabala, que cumplían el decreto de emergencia dictado en 1991. Ahora está en plena mudanza “hormiga” de la sede de Alem 246, inadecuada ya cuando abrió en los 50, y que solicita con plazo perentorio la SIDE (Secretaria de Inteligencia del Estado) al 30 de diciembre. Allí se protegen tesoros nacionales como el Fondo Witcomb, memoria visual de los argentinos, o la Biblioteca y Hemeroteca de 120 mil volúmenes, “que nadie consultó por veinte años porque se perdió la llave”, acota Perina. Ante la inminencia de la determinación del Ejecutivo, varias instituciones preocupadas por semejante acervo trascendental, digamos números inhallables de El Mosquito o El Río de la Plata de José Hernández o el mobiliario de Juan Perón, la Universidad de Buenos Aires y la Biblioteca Nacional, entre otros, acuden con manos y anaqueles solidarios.

Se inauguró oficialmente el nuevo edificio del Archivo General de la Nación

Ahora somos menos de cien, nunca tuve menos personal que ahora. Igual que diga menos de cien es una tristeza. En mi cálculo, es una estimación hecha base a la experiencia, el archivo necesita trescientas personas. En las peleas por la dotación de personal con Ibarra (Andrés Ibarra, ministro de Modernización de Macri, NdR) me terminaba siempre dando la razón. Usted tiene razón, pero bueno, siga así”, se resigna Perina, sentado nuevamente en el sillón principal de la entidad medular de la administración estatal, que posee documentos de fines del siglo XVI, por ejemplo el reparto de tierras de Juan de Garay en la recién fundada Buenos Aires, o las cartas de José de San Martín a su amigo Tomás Guido.

La AGN ofrece servicios presenciales y virtuales, unos diez mil al mes, que incluyen copias de documentación audiovisual a sucesiones y legajos judiciales y policiales –en este caso hasta aproximadamente 1903, debido a que la Policía Federal Argentina se resiste al traspaso por ley. Varios de estos tesoros nacionales podrán observarse, con la atención de los guías, archivistas y restauradores, en la Primera Jornada de Archivos Abiertos, el jueves 13 de noviembre, y dentro de la Segunda Edición de la Semana del Patrimonio, que organiza del 10 al 16 de noviembre el Ministerio de Cultura de la Ciudad.

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ESTANTERIAS. Del AGN (izquierda) y del CeDinCi (derecha), donde puede consultarse la biblioteca de la escritora Beatriz Sarlo. Los archivos dejaron de tener ese aspecto vetusto, y aparece el archivo vivo, del mundo presente.

La era de la memoria. “Cuando aparece el CeDinCI, y vas a ver algún artículo mío de 1998 muy crítico, era muy dura la situación de los archivos locales. Pero en los últimos veinticinco años son un período de reconocimiento al valor de los archivos, a donde confluyen diversas razones por las cuales el archivo empieza a perder la imagen de un depósito vetusto, lleno de carpetas llenas de polvo, de antiguos corredores oscuros, y aparece la idea de archivo vivo, de archivo presente, vinculado de algún modo con el auge de la memoria, en consonancia a la creciente profesionalización del campo archivístico, y a la demanda ciudadana del acceso a la información”, bosqueja Horacio Tarcus las condiciones de producción de este proyecto, hermano gemelo al de Fundación Espigas iniciado por Mauro Herlitzka en 1993 (“Salíamos a pedir fondos a la par con Mauro”, suelta Tarcus).

Entre el aporte de fundaciones y universidades –desde el 2010 tiene un convenio de cooperación mutua con la Universidad Nacional de San Martín, otro punto en común con el ahora Fundación y Centro de Estudios Espigas– resguarda e investiga, en salas y digital, 170 fondos personales de protagonistas de la vida nacional, 15 mil publicaciones periódicas, miles y miles de fuentes orales y visuales, y casi 200 mil libros en las sedes de San Nicolás y Flores, cedida por el Gobierno porteño. En la actualidad, el staff de este organismo radial de la cultura, reconocido por los mayores intelectuales europeos y que en el presente perpetúa archivos del comunista Héctor P. Agosti, la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas, el conservador Carlos Ibarguren y el liberal Enrique García Velloso, algunos ejemplos, y costeado por la Unsam, es de seis personas.

La sobrevida de este centro documental, cortados los escuálidos subsidios estatales a partir de 2023, viene del aporte de voluntades y del auxilio de Iniciativa de Archivos, financiado por la Fundación Bunge & Born y Fundación Williams, que viene apoyando y rescatando archivos como el CeDinCi o el Archivo de la Ciudad de Buenos Aires, así como también inéditamente los de las empresas de la trayectoria de Alpargatas o la misma Bunge & Born.

“Espigas fue pionero en señalar la importancia de la preservación de los archivos de los artistas argentinos para el fomento de la investigación en historia del arte, de manera que cuando se produjo el giro archivístico en el coleccionismo y la curaduría, ya era una institución consolidada”, asevera la doctora en historia Carolina Vanegas Carrasco, directora del Centro de Estudios Espigas. Escuela de Arte y Patrimonio, y en el mismo sentido de Tarcus subrayando el presente culto al pasado. Y destaca que los archivos de arte no solo son un fuente para la historia, sino también una usina para la creatividad artística, y por ello la regulares programas públicos en la sede de Montserrat –también cedida por el Gobierno de CABA– con clases, charlas y exposiciones. En la salas de guarda de Espigas se preservan más de 500 mil documentos que constituyen los fondos documentales, las colecciones especiales, la biblioteca y la hemeroteca más relevantes del arte argentino contemporáneo.

Archivistas, uníos. Transitar por los archivos del país puede resultar una experiencia venturosa o desmoralizante. No existen puntos medios. Algunos funcionan de manera deplorable, asociados incomprensiblemente a un ente de turismo en una provincia norteña, o en manos de un señor que lo mantiene encallado en un recodo del río Paraná, y otros son ejemplos de profesionalismo y dinamismo, como el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, a cargo de Gabriela Parra Garzón, o el Archivo y Biblioteca Históricos de Salta dirigido por Paula Bertini. “El Archivo Histórico de Salta depende del Ministerio de Educación, para el que en 2007 se adecuó para su funcionamiento el antiguo edificio del Poder Judicial. Si bien es un espacio acorde al funcionamiento del Archivo, tiene la enorme limitación física. Hoy, el Archivo Histórico no puede crecer en custodia de documentación porque ha llegado al límite, y esto conspira contra el principio de la memoria de las instituciones y los derechos ciudadanos”, puntualiza Bertini, y rescata que desde 2000 la provincia cuenta con la Ley Sipada –Sistema Provincial de Administración de Documentación y Archivos– que “es una ley muy bien pensada, que describe la gestión documental integral, es decir desde la administración pública provincial hasta los archivos históricos de guarda permanente, que describe incluso la adhesión de los archivos privados o los archivos municipales; que avanza sobre las implicancias del tráfico ilícito de patrimonio documental; que incluso anexa un instructivo muy claro de los requisitos espaciales, el mobiliario, los controles de temperatura y humedad indispensables para el correcto funcionamiento de un archivo. Una que falta a nivel nacional y es una de las tareas próximas indelegables del CoFAE que presido”, adelanta la licenciada en Letras que pondera los fondos salteños referidos a los grandes hechos históricos argentinos, como la Independencia, la inmigración y las dictaduras militares, o los más nuevos, de los últimos, los increíbles nitratos de los veinte de la Puna, y “la documentación de la Dirección Nacional de Arquitectura. Se trata de documentación escrita y fotografías entre 1930 y 1990 de todas las reformas sobre los sitios patrimoniales del NOA. Es un fondo muy rico, que estaba literalmente arrumbado en un altillo oficial y su destino era incierto”.

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ARCHIVEROS. Paula Bertini, del Archivo y Biblioteca Históricos de Salta. Mariela Ceva, historiadora. Emilio Perina, actual director del AGN.

La salteña fue una de las propulsoras del Consejo Federal de Archivos Estatales (CoFAE), cuya primera reunión se formaliza para los 200 años del AGN, y cumplía uno de los más viejos anhelos de los archivistas argentinos que representaba trabajar en red. El otro es una nueva legislación que reemplace la Ley 15930 de 1961, obsoleta “en el cruce de nuevas herramientas y nuevas tecnologías que proporcionan a los usuarios una mayor avidez, una mayor necesidad de acceder a nuevas colecciones, nuevos fondos”, cerciora la historiadora Mariela Ceva. Este objetivo primordial de la CoFAE será además acompañado asegura Emilio Perina, desde la AGN, “presentándola con los últimos cuatros directores de distintos pensamientos. Los archivos superan todas las grietas”.

Actualmente, el CoFAE tiene la adhesión formalizada de diecinueve archivos provinciales más CABA, y se plantea erigirse referencia en materia archivística a nivel nacional, y representativo de la diversidad de archivos que componen el país. Una de sus primeras conquistas fue lanzar una inédita encuesta que arrojó 204 registrados entre públicos y privados, aunque algunas estimaciones indicarían el doble, debido a que junto a los históricos se hallan los archivos generales, que a veces están centralizados, pero a veces hay uno por cada poder, además de los de municipios, universidades, museos, bibliotecas, clubes, particulares y empresas.

No hay plata, no hay archivo, no hay república. “En la gestión anterior, y en esta, vengo hablando con Adepa (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, NdR), porque se están perdiendo archivos de diarios del Interior ¿Y dónde los tienen? Cada diario el suyo, eso es privado. Si me lo quieren donar, se los vamos a aceptar, pero deberían donárselo al Archivo Provincial, deberían buscar una forma de preservar y empezar a tener conciencia de archivo. Pensar que vos tenés que cuidar un patrimonio que recibís del pasado para que dure en el futuro”, arremete Emilio Perina desde Buenos Aires, y propone los “archivos interfaz”, entre medio de lo social, lejos del terminal “archívese” que se pensaba cuando en 1924 el director AGN Augusto Mallié se desesperaba por no encontrar “huecos libres ni en el cielo raso para almacenar carpetas”. Fundamentales, prosigue Perina, para que “la sociedad decida qué hacer con sus archivos. Y me parece muy importante que no sea el Estado el que decide cuál es el uso del archivo, porque compartir y comunicarlo da un sentido más republicano”.

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SARLO. Una agenda de notas perteneciente a la escritora fallecida el 17 de diciembre de 2024. Su biblioteca personal y sus papeles se encuentran custodiados en el CeDinCi.

Por otro pasillo contiguo, en esta criptorrealidad, que podría aniquilar a los archivos en la volatilidad de los ceros y unos que define la existencia –¿quién guarda un e-mail o una foto de celular como la carta de la abuela o la fotografía navideña de los padres?–, la presidenta del CoFAE, Bertini, asegura que “tenemos un enorme tráfico de información, datos, imágenes en la web que “viajan” solos, descontextualizados, que pueden tener atractivo y ser seductores, pero que pierden potencia, pierden su capacidad de producir sentidos. La web además, cada vez con mayor riesgo, muestra registros inchequeables, fake news, imágenes o situaciones creadas por IA. En el archivo, en cambio, tenés un encuentro tangible con ese registro y con su contexto. El mundo de la virtualidad debe servir a los archivos para facilitar el acceso, para procesar datos y para vencer las barreras geográficas. Para que un investigador o ciudadano del mundo pueda acceder a la documentación sin estar físicamente presente en el archivo, pero sin que nuestra función social desaparezca. Porque, en definitiva, lo que nos sostiene y nos otorga vigencia es eso, la posibilidad de dar acceso, que es nuestra primera razón de ser”. Así “las nuevas preguntas que cada generación le hace a su pasado podrán ser enriquecidas gracias a la disponibilidad de los documentos en un ámbito que estimule la generación de conocimiento y la ampliación del acervo a partir del avance en la investigación”, suma Carolina Vanegas Carrasco de Espigas.

Cenizas, algunas literalmente como el primer archivo nacional, aquel de la Confederación Argentina del presidente Urquiza, que se perdió casi completo en un siniestro en un ala del Fuerte durante la presidencia de Mitre, y éste decidió “acumularlos en desorden” en la Vieja Aduana “y se perdieron del rastro, múltiples leyendas corren sobre su destino”, acota el historiador Felipe Bosch.

Pincelada histórica, y dramática, del rompecabezas que resulta otear a los archivos en la Argentina, en renovadas oleadas que los arrojan a la desidia, devastación y extinción. “Iluminando el pasado, sirviendo al presente, construyendo el futuro”, propone el Archivo General de la Nación, y remedia el mal de archivo de atesorar, vestal de los que mandan, para transformarse en herramienta de cambio social y la imagen imborrable de la esperanza.