Nacido en La Habana, Cuba, en 1955, Víctor Rodríguez Núñez es poeta, periodista, crítico literario, traductor y catedrático de Kenyon College en Gambier, Ohio.
Con más de veinte poemarios publicados, y otros tantos de crítica, sus libros aparecen bajo el sello de reconocidas editoriales de Inglaterra, Estados Unidos, Francia, México y España (Arc Publications, L’Oreille du Loup, Visor, Hiperión) y acumulan premios internacionales (David, 1980; Plural, 1983; Fray Luis de León, 2005; Jaime Gil de Biedma, 2011; Alfons el Magnanim, 2013; y Loewe, 2015; entre otros).
Aunque estos reconocimientos bien podrían hablar de la poesía de Víctor Rodríguez Núñez, misma que se encargó de recorrer y describir numerosas ciudades y lugares como Heptonstall, Estambul, Montparnasse, Chicago y Dublín: “Viajo sobre todo para enriquecer mi visión del mundo con nuevas imágenes. Durante demasiado tiempo, el tiempo ha sido la obsesión de la poesía moderna, la representación privilegiada de la realidad. Esto ha tenido eco en mi propia obra que, como demasiadas, se ha centrado en el paso del tiempo y sus efectos devastadores. Por eso, quiero enfocarme en la cara oculta del ser, el espacio, los lugares que he tenido el privilegio de habitar, de visitar. No se trata de una visión turística, ni de vanagloriarme de haber estado alguna vez allí, no. Busco más bien hacer resonar esos espacios con mi experiencia personal y colectiva, y en definitiva dejarlos hablar por sí mismos. La intervención de pasado es mínima, lo mismo que la del futuro, y casi todo se manifiesta en el presente. El yo se difumina en una poesía que, precisamente por hablar del espacio, se torna más objetiva”.
Fiel lector y estudioso de la poesía argentina, especialmente de Juan Gelman y Francisco “Paco” Urondo, ha traducido al inglés junto a Katherine Hedeen The Poems of Sidney West, de Gelman, publicados en Cambridge por Salt Publishing. “En Buenos Aires he buscado especialmente los espacios donde se movieron los poetas que amo. Pensé seriamente en pasar el resto de mi vida aquí e intenté, el año pasado, comprar un apartamento en el barrio Montserrat, pero las regulaciones bancarias no me lo permitieron. De ese apartamento podía ir, a pie, a un montón de librerías y cafés, lo que para mí es la felicidad. En general, me siento muy identificado con Buenos Aires, con Argentina, y de eso se trata precisamente. O sea, definir una identidad social y cultural no por medio de un proceso de diferenciación con la otredad (como suele hacerse, por ejemplo, en la construcción de nación), sino por el proceso de identificación”.
Desde 1975 –cuando aparecieron sus primeros poemas en la revista La Gaceta de Cuba– hasta el día de la fecha, el poeta reconoce que nunca ha dejado de leer y estudiar poesía. Y más allá de su formación académica (Universidad de Texas en Austin, Universidad de Oregón), sus principales influencias fueron los poetas de la Generación del 27, Eliseo Diego, Fayad Jamís y, sobre todo, García Lorca. Sólo y después de estas lecturas afirma haber podido comprender la poesía de César Vallejo, José Lezama Lima y Juan Gelman: “No me interesa mucho la literatura, a la que considero un género poético. La poesía existió antes de la literatura, antes de la escritura, y existirá después porque es un método de conocimiento y su forma, oral. Lo que me interesa de la poesía es, sobre todo, su capacidad de desafiar toda ideología, toda interesada y falsa conciencia, porque en vez de naturalizar lo artificial, lo desnaturaliza con su milenaria fuerza crítica”.
Catedrático en literatura en Kenyon College (Ohio, Estados Unidos), publicado en revistas como Poetry de Chicago y en editoriales norteamericanas, sin embargo no teme en reconocer que “la huella de la poesía latinoamericana en la poesía norteamericana es casi imperceptible. A veces se nota un gesto de Vallejo, de Neruda, de Borges, pero nada más que eso. Los poetas del norte nos dieron la espalda, y esto no es sólo un problema de hoy sino de siempre. Pero nosotros los conocemos a ellos, y ellos no nos conocen a nosotros, y esto nos da ventaja. Y semejante ignorancia no está enfocada en la poesía latinoamericana sino que se podría decir que tiene alcance universal. No sé si aquí están al tanto de que la cantidad de libros traducidos al inglés representa menos del 3% del total de libros publicados en Estados Unidos. Y en este 3% se incluyen no sólo los libros de poesía sino los de ciencia, política, jardinería, cocina…”.