CULTURA
Fuera De cuadro

Oh, Suzanne!

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Valadon. Autorretrato en el espejo, 1927. | cedoc

Después de la primera noche de amor con Suzanne Valadon (née Marie-Clémentine Valade, 1865-1938), Erik Satie le propuso casamiento. El amor que Satie sintió fue instantáneo y único. No se conoce que tuviera otra relación íntima con una mujer en toda su vida. Se conocieron cuando el compositor tenía 28 años y cuando lo dejó escribió que “todo era una fría soledad que llena la cabeza de vacío y el corazón de pena”. En cambio, para Suzanne, una experta en el arte de amar, fue uno más.

La pintora francesa era hija de una lavandera y de chica quiso ser acróbata, pero se cayó en una de la volteretas y no pudo continuar. Creció en el barrio de Montmartre, se transformó en una joven hermosa que posaba como modelo para grandes pintores como Renoir y Degas. También de Toulouse-Lautrec, quien al ver sus dibujos le dijo: “Posás desnuda para los viejos bajo el nombre de Marie, ya deberías darte a conocer como Suzanne”. Fue madre soltera a los 18 años y le puso de nombre a su niño Maurice Valadon, que cambió su apellido por Ultrillo, ya que fue adoptado por el pintor Miquel Ultrillo. Su hijo, por otra parte, también fue un artista reconocido.

Ese giro en su vida fue definitivo: siguió siendo amante de algunos pero encaminó su carrera artística. Era autodidacta, excéntrica y caprichosa. Sus trabajos se destacan por los colores vivos en paisajes y naturalezas muertas, las líneas oscuras y bien marcadas de los desnudos y retratos. Entre sus costumbres estaban tener una cabra para que se comiera sus dibujos malos, llevar zanahorias como si fuera un bouquet de flores y darle los viernes de comer caviar al gato.

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