El libro de Maxi Crespi: Con la verdad, sobre Oscar Masotta va situando los distintos intereses que atravesaron a este autor, sin perder de vista que “el avance siempre se produjo por el progreso de la dificultad”.
Crespi recorre las distintas etapas teóricas, políticas, estéticas, que atraviesan la obra de Masotta y sus comentadores.
Masotta escribió libros sobre el arte Pop, la historieta, y autores como Arlt, Lacan, que ocupaban un lugar decisivo, en su época. Arlt, junto con Borges dividían las aguas políticas y literarias de su tiempo; Lacan comenzaba a entrometerse en nuestro psicoanálisis local, subvirtiendo teóricamente la lectura y la práctica del psicoanálisis.
Crespi en su libro sitúa a Masotta en sus tradiciones, sus angustias, sus felicidades, desprecios, y fascinaciones por sus influencias. Es en esa dirección que, en él, “cierto satirismo siempre será pertinente”. También el atravesamiento por el marxismo, Merlau-Ponty. Y para decirlo con un autor que era de su preferencia, M. Leiris, las lecturas que lo marcaron hasta llegar a su edad de hombre.
En cada uno de sus libros, a la hora de la argumentación, Masotta utiliza un estilo provocativo y crítico. Para ello, basta elegir tres poemas que escribió. El primero, titulado: Jean Wahl, que nos sitúa en el contexto de lecturas de su época, referido a un autor que admiraba. El poema Soledad: “Enumerar /eso es viejo/para desordenar uno está solo”; y esto, no significa en él, asociación libre, nada más estructurado argumentalmente que: Introducción a lectura de Jacques Lacan. El otro poema: Hegel y los psicólogos, “hacía de mí un militante de la imposibilidad de lo incierto”. No me imagino en Masotta, otro modo de militancia.
Con la verdad, Crespi recorre Los contornos de la intervención crítica que atravesó la vida de Masotta. Comienzo con Contorno, prosigo con la revista Centro donde publica los poemas citados. Los Cuadernos Sigmund Freud que fundó.
Con lo que este escritor, intelectual, psicoanalista, produjo, se las tiene que ver: Con la verdad. Y lo logra, con una seriedad decidida y con hallazgos, tropiezos, y diferencias.
Como lector tomo esta cita del libro que es una verdadera premisa: “Todo libro es un acto, una formulación materializada en forma de problema, antes que una respuesta”.
Masotta disponía de ese estilo como premisa, lo que le permitía situarse en una posición estratégica para un género que no solo le gustaba, sino que imponía: la discusión. Con este recurso, él inventaba, en el sentido de la retórica de la argumentación, a su interlocutor.
Crespi advierte que Masotta lee no en “la superficie de la letra” sino en el “entrelíneas” de la “ideología en la que está implicada la acción”. Por eso mismo, lejos de cualquier textualismo, la lectura que Masotta planteará en Sexo y traición es conducir a la audencia. Agrego, fuera literaria, o psicoanalítica, “a una continua puesta en tensión de los argumentos”.
El libro de Crespi recorta sus intervenciones escritas, sus charlas, que lo situaban en un lugar incómodo para los otros, pero no para él. En esa tensión, oral o escrita con los interlocutores que elegía, él creaba su propia audiencia.
Hay una lectura posible de Arlt que Crespi resume en que “Masotta interpreta a estos personajes artlianos como fantasma que han quedado en cierta medida suspendidos entre clases… ”. Afirma que son seres que quieren evadirse de la clase media ya que se reconocen en su humillación o buscan evadirse. En su obra de teatro: El desierto entra en la ciudad, el desierto entra por la ventana, desde la cual, un empleado espía ese espacio sin fin y luminoso. Un pequeño burgués humillado que sueña con la libertad que le daría la huida al desierto.
Crespi sigue la argumentación de Masotta respecto al tópico de la humillacion artliana en que los personajes de Los siete locos “rechazan a la pequeña burguesía a la que pertenecen, buscan ligarse al lumpenproletariado, pero como de hecho no lo consiguen, buscan redimirse de ese desencuentro en un último acto a través del del mal”. Podría ser el acto de Erdosain matando a la bizca y después pegándose un tiro.
Hay una interpretación de la subjetividad de la época que Masotta toma como efecto de la llamarada de los lanzallamas, por el concepto de mala fe de su época. Está fechada en 1968: “la aceptación de esa mala fe necesaria para creer en la palabra escrita o para escribir ficción”. La mala fe sartreana lo condena en su autenticidad por los ideales que la sociedad le impone con sus valores, perdiendo de libertad que son auténticos. La conclusión es fuerte, la escritura y la ficción quedan clausuradas.
La conclusión que Crespi propone para salir de esa encrucijada, está dicha de manera amorosa: “La salida que Masotta encuentra ante esa encrucijada es francamente admirable: convirtiéndose en escritor sin literatura, en un escritor de la lectura”.
El lúcido epilogo de Eduardo Grüner al libro Con la verdad, nos sitúa a Masotta y sus “impertinencias”, y al libro de Crespi, en un estado de lengua política, y política de la lengua, que es una práctica cotidiana degradada y alienante, no solo en nuestro país: “Pero estamos en la etapa de una mayor necesidad de explicitar (de explicar, interpretar, comprender) los mecanismos por los cuales la lengua, la literatura, la cultura, son campos de batalla”.
Como no somos profetas, ignoramos El paisaje después de la batalla, como A. Wadja tituló a su gran película. Por esa razón, como lector del libro de Crespi y del epílogo de Grüner, coincido que igual hay que darla, y vuelvo al epílogo: “Es esta dimensión política de Masotta la que le importa a Crespi, y es por ello, que este libro no es hoy tan solo pertinente; es necesario”. Sí, basta citar lo que Masotta escribe en 1958 en el artículo: Roberto Arlt al día, en la revista Fichero N°1: “Escibir un libro, un ensayo o un simple artículo significa tener que hacerlo en los términos de un acto de trascendencia política”.