CULTURA
Lo anunció el artista en su fundación

Pablo Atchugarry, el artista mejor cotizado de Uruguay, cumplirá con un viejo sueño

El escultor inaugurará en 2020 el Museo de Arte Latinoamericano, con obras de Le Parc, Soto y Cruz-Diez. Fotos.

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Así será el magnífico museo que se inaugurará el año próximo | Fundación Pablo Atchugarry

No fue siempre así la vida para Pablo Atchugarry, el artista más cotizado en la historia de la República Oriental del Uruguay. Hubo luchas: para dejar la pintura y abrazar la escultura, para incorporar el mármol estatuario de Carrara e imprimirle la forma de su corazón, y finalmente para que el mismo mercado que hoy lo ovaciona de pie lo aceptara como el artista auténtico, moderno y majestuoso que es. Acaso por eso Atchugarry continúe trabajando con la misma fuerza animal y siga tratando a todo el mundo, desde el último obrero de un pueblo perdido en Italia hasta algunas figuras míticas del universo de la empresa y del coleccionismo, con la misma sonrisa a prueba de falsificaciones con que recibe a decenas de miles de personas que cada año visitan la fundación, donde ofrece una muestra de Le Corbusier o un show de Jaime Roos para que los conozcan gratuitamente todos aquellos que nunca los vieron.

Esa generosidad, que el expresidente Julio María Sanguinetti elogió en un libro de reciente aparición, ha llevado a que, hace pocas horas, Atchugarry anunciara, con la presencia de la ministra de Eduación y Cultura, María Julia Muñoz, del intendente de Maldonado, Enrique Antía, y del director del Museo Nacional de Artes Visuales, Enrique Aguerre, la creación del Museo de Arte Latinoamericano, que dentro del imponente predio de la fundación ocupará 2000 metros cuadrados, que estará pronto a fines de 2020, que tendrá obra de Soto, Cruz-Diez, Torres García y Julio Le Parc, y que será construido por otra estrella a la que Atchugarry considera “un gran escultor”: el arquitecto Carlos Ott.

Creador de la sede central del National Bank of Dubai y de la legendaria Ópera de la Bastilla en París, Ott encabezó junto a Atchugarry el acto de lanzamiento de esta aventura quijotesca, el sábado pasado en la Fundación Atchugarry en Manantiales, ante 350 personas que los interrumpieron permanentemente frente a la revelación en una pantalla gigante de nuevas imágenes, y en medio de un ambiente emotivo pero privado de solemnidad.

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Consultado por PERFIL pocas horas después, Atchugarry narró cómo conoció personalmente a Ott, primero a través del hotel Playa Vik, de José Ignacio, con arquitectura de Carlos y una puerta en bronce de una tonelada esculpida por Pablo, y cómo evolucionó esa relación. Una relación que, según bromeó públicamente Ott, tampoco estuvo exenta de cenas con suculentas porciones de ostras repartidas antidemocráticamente.

“La idea de un museo de arte latinoamericano empezó hace tres años, pero se concretó cuando nos encontramos hace seis meses. Yo ya respetaba a Carlos por su obra, que considero extraordinaria y propia de un escultor de talla, y fue muy lindo verlo llegar a la fundación con su bloque de apuntes y descubrir cómo el proyecto del museo pasó de su imaginación a algo concreto que fue tomando forma naturalmente, respetando la topografía del lugar”, declaró Atchugarry, quien destacó cómo su vínculo con Ott fue derivando en una verdadera amistad, y remató: “Para mí era clave que él, que está trabajando con tanto entusiasmo y amor en el museo, realizara una nueva obra de relieve en el Uruguay, porque muchas veces los que vivimos afuera tenemos la necesidad interior de dejar algo en nuestra tierra”.

Este año, Atchugarry inaugurará en los jardines del Hotel Ermitage, en Saint-Tropez, una escultura de mármol de Carrara de 22 toneladas y dos metros y medio de altura, coronada por un olivo de tres metros, que será el primer diálogo íntimo de su carrera entre el mundo mineral y el vegetal.

Pero además hará tres muestras en Italia, comenzando con obra reciente en la Galería Contini, de Venecia, continuando con una exposición abierta en la Iglesia de San Agustín y en el Pontile de Pietrasanta, y culminando con una retrospectiva en el Palacio Ducal de Génova.

Después de haber representado a Uruguay en la Bienal de Venecia, de haber exhibido su obra en el Museo de los Foros Imperiales de Roma y en las galerías más prestigiosas del mundo, de haber asombrado al mercado en las ferias y las casas de subastas de élite y de haber convertido su fundación de Manantiales en un fenómeno popular de Maldonado, Atchugarry, a quien su oficio le ha provocado no pocos e inocuos problemas físicos, podría detenerse.

Pero, vasco al fin, se rehúsa. “Mi vida ha sido un desafío constante, y es con ese recorrido que yo debo ser coherente para, al mismo tiempo, sentirme vivo. Por eso, cuando trabajo con obras de grandes dimensiones y siento el esfuerzo físico y mental que significan, trato de probarme a mí mismo y de dar lo mejor que tengo. En definitiva, por algunos de los lugares en los que he estado han pasado grandes escultores, con lo cual el sentido de responsabilidad también es muy grande”, dice.

Y, consultado respecto a su eterno encandilamiento con el mármol, concluye: “Por más que conozca el material y por más que haya transitado cientos de veces por esas canteras, cada bloque es único, y de allí surgirá una obra que será necesariamente distinta, como si un niño fuera descubriendo, aun conociendo parte del contenido de un libro que le gusta, nuevas páginas de su vida”.

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Dulzura distante

Cuando falleció Alejandro Atchugarry, quien se convirtió en una figura del Uruguay admirada por ciudadanos y políticos de todos los partidos, incluyendo al presidente de la República, Tabaré Vázquez, y al ex presidente José Mujica, el país sintió una enorme conmoción.

Es que Atchugarry, quien había ocupado cargos ejecutivos y legislativos de relevancia, aceptó ser ministro de Economía del presidente colorado Jorge Batlle durante la peor crisis económica de la historia oriental y, tras una gestión en la que pudo sortear el default y en la que se hizo famoso por su estilo político, afable y humano, renunció al ministerio.

Por eso, el recuerdo del abogado estuvo presente durante la presentación que su hermano Pablo hizo del nuevo Museo de Arte Latinoamericano. Y, consultada por PERFIL, la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, tampoco lo omitió al referirse a la aventura que han emprendido el escultor y el arquitecto Carlos Ott.

“Para mí, ellos dos son genios uruguayos porque han triunfado en el mundo y porque siempre piensan en su país y en su gente. Las obras más emblemáticas de Uruguay son precisamente de Atchugarry y de Ott. Y Pablo tiene la virtud nada común de promover artistas, comprar sus obras, darles residencias, generar encuentros y traer del exterior a maestros para mostrar aquí su patrimonio”, declaró Muñoz. Y agregó: “Pero esa calidad viene de familia. Alejandro, con quien estuve trabajando en la recuperación de AFE para un centro cultural del Estado poco antes de su partida, fue un factótum de la nación en momentos muy duros para todos. Así que esa familia, de cuya grandeza ahora tenemos una nueva muestra con este museo, es un ejemplo del país que no podemos perder y por el cual debemos luchar: grande, generoso, que ame el arte y defienda a sus artistas”.

Cuando los argentinos alaban el republicanismo de Uruguay, donde no es raro que en actos institucionales todos los presidentes de la democracia se junten entre risas y abrazos, saben de lo que hablan.

(*) Desde Punta del Este