En el Renacimiento era común una práctica quirúrgica normalizada, que terminó testimoniada por diversos artistas modernos. La extracción de la piedra de la locura impactó de tal modo que a partir de siglo XV existen decenas de obras plásticas y documentación que retratan aquella insólita operación. Ninguna como la del Bosco de 1488/1505, que en vez de reproducir la dogmática roca salida del cráneo, tal cual propugnaban las instituciones medievales, hace brotar la flor salvaje de la cabeza de Lubber Das. Crítica del flamenco a las castraciones de la época, y fresco de los malestares producto del peso del mundo, dialoga oblicua con las escenas de Dibujos, del artista y diseñador Pablo Bolaños.
Reconocido plumín en mano del under de los 80 y 90, entre el Rojas y Medio Mundo Varieté, noches de tacones pisados y lenguas sucias, esta publicación de autor pone otra pieza en el rompecabezas de la movida que no cesa de agitar olas y espíritus. En imágenes paganas Bolaños vuela con alas del deseo.
“Es para mí un viaje por las habitaciones de donde sale todo. El dibujo está en el principio de todos mis trabajos, en la edición editorial y el teatro”, reconoce Bolaños, que viene de una familia de artistas y profesores universitarios, y que tuvo una de sus últimas muestras individuales en el Centro Cultural Paco Urondo, en 2012. “Mi bisabuelo, Pascual Fittipaldi, fue docente en la Asociación Estímulo de Bellas Artes de varios artistas y maestros que luego influenciaron a mi madre y a mí. En este libro está metida la familia, de quien aprendí el dibujo y crecer entre cinceles, tintas y olor a trementina, y a los artistas que admiro”, reconoce. Además de las influencias familiares de Sergio Barbieri y Nicolás Rubió, Bolaños admite las líneas maestras del dibujo nacional en Carlos Alonso y Luis Scafati. “Hay mucho del humor gráfico en mis dibujos de Quino, Mordillo y Fontanarrosa. Viñetas que se salen de lo historietístico hacia la plenitud pictórica”, subraya el artista, que publica ilustraciones y humor gráfico en www.revistacaradeperro.com.
Digital y lápiz conviven en una nueva frontera, que Bolaños hace sentir inexplorada, con la emoción de la primera vez. Las series de parejas cómicas y trabajos, reelaboradas a lo largo de décadas, en blanco y negro o color, en cuadritos o viñetas, exhiben la soltura que salta del trazo a lápiz a la fibra. Una falta de prejuicios en técnicas que recuerda el espíritu de un Rojas, Bolaños, testigo y parte, con el élan vital del Copi versión César Aira. El escritor en sus célebres cursos, en el mismo centro cultural de la calle Corrientes, apuntaba a recuperar aquel gesto copiano, “porque no tenemos más remedio que hacerlo, flotamos al nivel de los demás, y cerca o lejos de nosotros lo hacen nuestros sueños, dedos, deseos, pelo, idea, ropa, recuerdos, certidumbres e incertidumbres”.
Aparece en las piezas reproducidas en este libro catálogo, sin orden cronológico desde 1988, el traspaso de distintas expresiones artísticas del chico que prefería el detrás de bambalinas, “un poco corrido de eje”, acota, para testimoniar los momentos que poseen el aura de los iniciados. Así Bolaños firma afiches del Rojas, los 80 de Leopoldo Sosa Pujato, o de publicaciones efímeras como La marica ilustrada de 2010. “Este libro es marcar una nueva entrada, entre testimonio y umbral”, dejando entrever el artista la poética que lo hermana con Marosa di Giorgio, danzando libre en un jardín infante, viendo la realidad de la primera vez que cae la noche, en pociones sazonadas en diferentes sombreros y sombrereros. Lo que el viento nos dejó detrás de las máscaras, otra de las recurrentes figuras de Bolaños .
Altamente revelador de esta mirada speed a los pequeños gozos y sombras cotidianas es el juego narrativo que plantea Bolaños entre títulos y dibujos. Juego que es rictus del lenguaje, e instantáneas de estados del alma, en solfa. “Con la búsqueda de ponerles ahora nombres a los dibujos paso a encontrar en la imagen la potencia del chiste, que multiplica lo pictórico. Me veo en un futuro trabajando en la viñeta de humor aunque salida de la norma”, comenta al artista, que se permite montar a un fatigado payaso a un caballo, con piernas delanteras de hombres y traseras de mujer. Y cartel. Risas.
El artista sostiene que, más que escenas surrealistas, sus trabajos resultan en episodios pintados de “locuras ordinarias”, detrás de un vidrio esmerilado. Y sobrevolando distintos climas y protagonistas de una bonita página en eterna combustión: “Yo creo que vengo de la escuela de arte de Claudio Nadie y el Clú del Claun, de ese humor absurdo que denunciaba las hipocresías sociales y respiraba democracia. Mis dibujos se emparentan con ese tipo de poesía y teatralidad del under que me enriquecieron. Mis Dibujos son una vuelta y un gracias”, cierra Bolaños. Dibujos como Disfraz (2007) o el acrílico La luz propia (2014) sintonizan con el Alejandro Urdapilleta de El amor es un presagio (1989), “El amor es un imán/No tiene pies y no sé si alas/pero baila sobre una piedra pómez”.
Precisamente Bolaños realiza el afiche para el espectáculo de Las fabricantes de tortas (1990) de Urdapilleta y Batato Barea en el Rojas, que se compila en este Dibujos. Pablo fue un habitual colaborador de Barea, siendo asimismo el dibujante de El puré de Alejandra, de Batato, el primer show performático teatral del emblemático clown travesti literario.
Barea en 1986 recitaba Pizarnik a las alturas que solamente el ángel desacatado de Batato lograba escalar, “Alma partida, alma compartida, he vagado y errado tanto para fundar uniones con el niño pintado en tanto que objeto a contemplar”. Fragmento de Extracción de la piedra de la locura de Alejandra Pizarnik. Alma gemela nocturna para navegar los Dibujos de Pablo Bolaños.