Los carros de travelling, las grúas, el despliegue de asistentes y toda la maquinaria del cine industrial están ausentes en los rodajes de Raúl Perrone (Ituzaingó, 1952). La preferencia por actores no profesionales, el uso de muchos exteriores “para no discutir con el director de fotografía y además para ahorrar luz”, y la improvisación como criterio distinguen una forma de producir cine tan prolífica –su filmografía comprende unas setenta películas– como desconcertante. El estreno de El profes1on4l, documental de Martín Farina sobre el cineasta, y la publicación simultánea de Hotel Tandil, novela-ensayo de Andrés Nazarala que enarbola la figura de Perrone como emblema del auténtico cine independiente, dan cuenta de un culto creciente entre realizadores, críticos y escritores.
“Perrone escapa a las clasificaciones. No se me ocurre cómo es posible que de su modo de trabajo salgan las películas que hace”, dice Martín Farina (Buenos Aires, 1982). Explorar el detrás de cámara fue uno de los objetivos de El profes1iona4l, en cartelera en el Centro Cultural de la Cooperación.
En Hotel Tandil, cruce de ficción y autobiografía, un cineasta chileno llega a Buenos Aires después de separarse y se aloja en un hotel de la Avenida de Mayo, donde lleva un cuaderno de notas. Nazarala (Valparaíso, 1976) asistió a los cursos de cine de Raúl Perrone, incorporado como personaje al libro.
Perrone suele ser frontal en sus opiniones. “No trabajo con guiones. Eso es para pelotudos”, dice por ejemplo, en una de las consideraciones que recoge Nazarala. En paralelo, el libro traza una especie de linaje de cineastas marginales, con semblanzas de Ed Wood, Donald Camell, Ron Rice y otros parias de la industria cinematográfica. Hotel Tandil, publicado en Santiago de Chile por Hueders, se distribuirá en Buenos Aires en noviembre.
A diferencia de otros cineastas consagrados, el cine de Perrone es inimitable. Pero su influencia es insoslayable para quienes lo conocen: “Perrone me dio la posibilidad de imaginar que se podía hacer una película y estar en cine en un momento donde ni siquiera se aceptaban películas en digital en los festivales –dice el director de El profes1on4l. Su enseñanza es la independencia, en todo sentido. El logra tener un modo de vida y acumular un saber que le permiten hacer películas en libertad. Que las películas tengan el pulso de la vida y no por eso sean documentales, que parece el género que les cabe a la austeridad y a la falta de medios económicos, ni tampoco dejen de ser obras rigurosas y poéticas, es su gran legado”.
Si desde una formación convencional el método de Perrone puede parecer “un delirio impracticable”, sus cursos atraen también a “gente frustrada por la formación industrial que va a sus talleres para tener una manera más artesanal, más amorosa, de acercarse al cine”, dice Farina. Andrés Nazarala cita el decálogo y otras lecciones del maestro en Hotel Tandil: “Mirar el mundo a través del lente”, integrarlo a la vida cotidiana y, como le dice al álter ego del autor, enredado en la intelectualización, “no le des más vueltas”.