Dos libros recientes comparten método y propósito: Roland Barthes. Los fantasmas del crítico (Nube Negra), editado por Alberto Giordano, y Seis formas de amar a Barthes (Capital Intelectual), a cargo de Enrique Schmukler y Maya González Roux, son homenajes razonados a la obra del teórico francés nacido cien años atrás. Barthes, crítico de la cultura, polemista (si no terrorista) y al mismo tiempo figura benevolente, fue autor de una obra extensa y magistral en la que sobresalen libros como El placer del texto, Lo obvio y lo obtuso y La cámara lúcida. El volumen de Nube Negra reúne ensayos de Gonzalo Aguilar, Sandra Contreras, Sergio Cueto, David Fiel, Daniel Link, Silvio Mattoni, Judith Podlubne, Juan B. Ritvo, Beatriz Sarlo y Carlos Surghi. Además de la nota de presentación, Giordano publica un diario personal escrito en Facebook entre julio y septiembre de este año, al que suma un artículo sobre el deseo de escribir crítica literaria. En el segundo libro se crea un puente entre ensayistas argentinos y otros colegas y teóricos franceses vinculados al autor de S/Z: Julia Kristeva, Eric Marty y Tiphaine Samoyault, autora de una biografía titulada a la manera de un discreto epitafio: Roland Barthes (1915-1980).
“La idea de publicar un libro con artículos sobre Barthes nació tiempo atrás. Todavía vivíamos en París y nos dimos cuenta de que en Francia circulaba muchísima bibliografía sobre la obra de Barthes sin traducción al español –cuentan González Roux y Schmukler–. Muchas de las comunicaciones del coloquio de Cerisy-la-Salle (1977) dedicado a él o los artículos del número “Roland Barthes” de la Revue Critique de 1982. El centenario nos llevó a repensar el proyecto inicial y proponer, junto con Heber Ostroviesky, el editor de Capital Intelectual, un homenaje que sea el cruce entre lectores argentinos (Giordano, Mattoni y Edgardo Cozarinsky) y franceses. El primer criterio que organiza el libro es la nacionalidad y tiene el objetivo no declarado de poner en perspectiva el modo de leer a Barthes en Francia y en la Argentina.” ¿Cuáles son esos modos de leer y amar a Barthes? “El libro toca distintos aspectos: el Barthes ensayista, la fascinación de Barthes por la ontología de las imágenes; el mitólogo, el lector amigo, el profesor generoso con sus estudiantes y curioso por las lejanías de lo extranjero. Se ofrece una figura del crítico plural, atravesada por la mirada de los otros, por los textos de los otros; una figura que, creemos, no le hubiera disgustado al propio Barthes.”
El libro que editó Giordano en Rosario reúne un conjunto de ensayos escritos a pedido, para conmemorar los cien años del nacimiento de Barthes; críticos y ensayistas argentinos con improntas barthesianas dialogan con varios aspectos de la obra: la música, el estructuralismo, Proust, las ficciones del yo. “Responden activamente a lo que su obra propone, pero también a lo que entredice, inventándole valores y significaciones todavía no consensuados –dice Giordano–. En ese diálogo buscan perfilar nuevas imágenes del conjunto de la obra barthesiana, o de algunos de sus aspectos, y definir, a partir de lo que reencuentran o descubren en Barthes, orientaciones deseables para la práctica de la crítica literaria y cultural en general, pensándola como una exploración lúcida y sutil de las condiciones y los límites de los procesos discursivos (que Barthes percibió como esencialmente estereotipados y homogeneizadores), a fin de aproximarse a lo que podríamos designar como los márgenes de lo representable, el corazón secreto de los imperativos morales que regularían los intercambios simbólicos en el presente. Estos ensayos evidencian la fuerza del impacto que tuvo la obra de Barthes sobre nuestros modos de practicar la crítica, pero también de la plasticidad con la que nuestros ensayistas reformularon ese legado.” Se destacan, ya que avanzan sobre campos de estudio que conciernen a la cultura argentina, los ensayos de Beatriz Sarlo y de Judith Podlubne. En “Barthes no quiso”, Sarlo desarrolla hipótesis sobre la negativa de Barthes a leer a Borges; una de las más sugestivas es que la obra del escritor argentino había llegado a un lugar que a Barthes le resultaba antipático: el del consenso generalizado sobre el valor de su literatura. En cambio en el ensayo de Podlubne, “Del lado de Barthes: Oscar Masotta”, más regido acaso por las reglas de ensayo académico, se deja oír la voz del archivo en el cuidadoso rastreo de las traducciones y presentaciones de Barthes en la Argentina. Silvio Mattoni participa en los dos libros: en Seis formas… escribe sobre los textos de Barthes para medios gráficos (las simpáticas e improbables “mitologías”, hoy a la altura de una obra maestra si se las compara con cualquier texto escrito en diarios); en Fantasmas… indaga el proyecto de Barthes de escribir una novela (en la antología de textos de Nube Negra Contreras y Ritvo también abordan ese plan). El texto de Carlos Surghi sobre la intimidad como vector fundamental en la producción barthesiana parece alimentar algunas de las hipótesis que Giordano desarrolla sobre las autobiografías de escritores, las ficciones del yo en textos de diversos géneros y los proyectos fantasma de la crítica. Daniel Link y Edgardo Cozarinsky, cada uno a su modo, recuperan el encanto ponderado en los escritos de Barthes.
Autor ausente, entre otros tantos posibles, de ambos libros, Luis Chitarroni alumbra el modo en que la lectura de la obra de Barthes –un circuito cerrado de referencias, citas y repertorios de temas, autores y métodos (incluso uno para evadirse del método)– influyó en la literatura argentina: “La primera cita de Barthes que leí fue en Escrito con un nictógrafo, de Arturo Carrera, pero no me acuerdo si se refería a la indecisión de tachar o a algo menos dramático. No quiero comprobar que es así para dramatizar este enlace o transición entre oraciones, porque en Barthes resulta improbable encontrar las cosas donde estaban una vez que se desató la busca. Lo cierto es que la influencia de Barthes se patentiza en quienes escriben bien, en quienes lo leyeron con un propósito tan desgarrador como escribir o, concediéndonos otra atenuación, seguir escribiendo. Por eso lo reconozco en alguna sutileza o saciedad de Aira o en la sublime, insustituible desde el comienzo, adopción de escritura de Alan Pauls.” La obra de Barthes, que amaba los mecanismos de producción de sentido en las lenguas extranjeras, puede funcionar como factor de rebeldía y creatividad en la cultura local: eso dejan entrever los dos volúmenes de ensayos que celebran un proyecto situado, como los fantasmas y el amor, en el más allá de la literatura.