El 10 de diciembre, el santoral católico celebra a San Melquisedec, figura bíblica del sacerdote y rey de Salem mencionado en el libro del Génesis y en la Carta a los Hebreos. Su vida y ejemplo han sido interpretados a lo largo de los siglos como símbolo de justicia, paz y prefiguración de Cristo como sumo sacerdote eterno.
San Melquisedec: rey y sacerdote, un símbolo de unión divina
San Melquisedec, según la tradición y fuentes en inglés como la Catholic Encyclopedia, fue rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, que recibió a Abraham tras la batalla de los reyes. Le ofreció pan y vino, gesto considerado prefiguración de la Eucaristía, y bendijo a Abraham, mostrando autoridad espiritual y reconocimiento divino.
Textos italianos del Santi e Beati destacan que Melquisedec no pertenece a la línea sacerdotal levítica, sino que su sacerdocio es eterno y misterioso, sirviendo como figura tipológica que conecta la ley antigua con la plenitud en Cristo. Es venerado como modelo de santidad y rectitud moral.
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El relato bíblico y las interpretaciones patrísticas atribuyen a Melquisedec un carácter pacífico, justo y profundamente espiritual. Es ejemplo de obediencia a Dios, sin necesidad de riqueza material ni linaje, y su figura inspira meditación sobre la unión de la realeza con la vida sacerdotal.
En la devoción moderna, San Melquisedec es invocado en oraciones para pedir discernimiento, liderazgo justo y fortaleza espiritual. Textos litúrgicos y en inglés de la USCCB lo presentan como intercesor en momentos de decisión, reconciliación y defensa de la justicia, siendo un patrón simbólico de líderes espirituales y laicos.
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Además de San Melquisedec, el 10 de diciembre se recuerdan a santos como San Basilio el Grande y San Dámaso I, mientras que en la misma semana también se conmemoran San Juan Diego, San Juan Damasceno y la Inmaculada Concepción, destacando figuras de gran trascendencia litúrgica e histórica.
En la Ciudad de Buenos Aires, la memoria de San Melquisedec puede evocarse en la Capilla del Santísimo Sacramento, ubicada en el barrio de San Telmo, donde se promueve la contemplación de líderes espirituales, el estudio bíblico y la oración por justicia y paz, valores ligados al sacerdote-rey de Salem.