Qué es ser un monstruo? ¿Monstruo es el que da miedo? ¿O el distinto? ¿O será que el distinto da miedo? Zoe Hochbaum escribe que un monstruo es la posibilidad de un mundo diferente y así presenta a sus criaturas: seres que, con su presencia, cambian la realidad. Un esposo formal, de los que van del trabajo a la casa, se convierte en gato. Un empresario tiene la piel por dentro y los órganos por fuera: deja viscosidades y sangre por todas las superficies y su obsesión es fabricar toallas higiénicas que ayuden a mitigar esa diseminación asquerosa. Son personajes cotidianos en situaciones insólitas: tienen problemas particulares, algunos sin solución: un hombre que nació con viento en contra no puede evitar que se le peguen los fideos a la cara y se le sequen los ojos siempre azotados por el polvo, pero lo peor es enamorarse de una mujer que nació con viento a favor porque es el encuentro imposible. Un joven griego que está hecho de humo vive dentro de un caño de escape en Nueva York: su ambiente natural son las ciudades con sus chimeneas y su contaminación. Hay seres que trabajan de duendes y están agrupados en sindicatos; hay una superestrella pop que no puede acercarse a sus fans porque los envenena; hay un chico que nació fuera de foco y resulta imposible verlo bien; hay un habitante del vacío que pintó su casa de violeta para no perderla en la inmensidad.
Como en La melancólica muerte del Chico Ostra, de Tim Burton, o algunos libros de Edward Gorey, estos relatos cortos son pequeñas biografías, reseñas de vidas desoladas porque su diferencia les impide entrar en la normalidad. No son los monstruos de la mitología, ni del cine de terror clásico, ni de la literatura de terror: no hay por qué temerles. Son monstruos contemporáneos. Hace tiempo que la función de los monstruos no es aterrar sino acercarnos a la diferencia, recordarnos que hay otros a quienes no conocemos, ni sabemos sobre sus dificultades. En Monstruario las marcas fuera de la norma están a la vista, pero lo que importa es que son criaturas incomprendidas y bien intencionadas. La evolución del monstruo en la cultura popular fue paulatina pero certera: aunque hay muchas películas y narraciones actuales sobre seres implacables, dañinos y criminales, ya estamos acostumbrados al monstruo amigable: Chewbacca de La guerra de las galaxias, los adolescentes de Monster High, los protagonistas de Monster Inc., o el grandote Shrek. El monstruo de Frankenstein, con el tiempo, también entra en esta categoría: si se convirtió en un ser cruel fue porque aprendió a serlo después del abandono de su creador, de su padre. Estos nuevos monstruos revelan cuánto cuesta llegar a ese mundo donde lo diferente ya no importe. Lo lejos que queda esa diversa posibilidad. Por eso, quizá, el relato de las vidas de Monstruario es vivaz y gracioso, pero también triste: una fiesta melancólica de la imaginación.