Quienes frecuentan la avenida de Mayo en la ciudad de Buenos Aires habrán pasado por su puerta un sinnúmero de veces o lo habrán visto desde el colectivo con indiferencia, aunque tal vez desconozcan la historia de uno de los edificios más típicos e inconfundibles de Latinoamérica, poseedor de un estilo arquitectónico difícil de etiquetar.
El italiano Luis Barolo llegó a Buenos Aires con la segunda gran oleada inmigratoria, en 1890, y se destacó en la industria textil como primer productor de algodón del país e importador de telas, además de haber traído las primeras máquinas para hilar.
Conoció al arquitecto Mario Palanti durante el Centenario de la Revolución de Mayo, aunque hay quienes aseguran que ambos formaban parte de una logia masónica y por ello ya se conocían desde antes.
Como muchos de los europeos que en esa época vivían en el país, Barolo creía que el viejo continente quedaría destruido por las guerras y se propuso rescatar las cenizas de Dante Alighieri para conservarlas en un edificio que haría construir a tal fin, inspirado en La Divina Comedia.
Palanti comenzó la construcción del palacio en 1919 contratado por Barolo. La idea original era inaugurar el edificio en 1921, cuando se cumplirían 600 años de la muerte del poeta italiano, pero recién fue terminado en 1923. Barolo no pudo verlo, ya que falleció en 1922, con apenas 52 años de edad.
El Palacio Barolo, el emblemático edificio que se emplaza en la avenida de Mayo a apenas cuatro cuadras del Congreso de la Nación, posee una correspondencia con la estructura del poema de Dante: está dividido en tres secciones -Infierno, Purgatorio y Paraíso-, las bóvedas de acceso son nueve, el mismo número que el de los anillos del Infierno; tiene 22 pisos, como 22 son las estrofas de cada canto, y sus 100 metros de altura podrían equipararse a los 100 cantos de la obra. El faro, colocado en lo más alto, representa a los nueve coros angelicales. Una vez por año, en los primeros días de junio a las 19.45, la Cruz del Sur se ve alineada con el eje de la torre del edificio.
Pero además de la relación que tiene el edificio con el poema se halla en su arquitectura y su decoración una serie de detalles con simbología masónica que podría pasar desapercibida si no se aprecia con un guía, como lámparas sostenidas por cóndores y dragones -macho y hembra- que representan los principios alquímicos (el mercurio y el azufre) y sus atributos, o figuras plasmadas en los pisos.
El palacio llega a una altura de 100 metros si se cuenta el faro giratorio que se erige sobre su cúpula y que en otros tiempos, gracias a 300.000 bujías, era visible desde Uruguay. Cuando fue inaugurado era el más alto de Latinoamérica y contaba con su propio generador de energía eléctrica que abastecía a todo el edificio.
En la actualidad el edificio es uno de los más visitados por los turistas que pasan por Buenos Aires por su historia y por sus increíbles vistas panorámicas de la ciudad desde una torre que sobrepasa a los edificios aledaños y se encuentra casi en el casco histórico. A través de la página https://palaciobarolotours.com.ar/home/ se puede obtener información sobre costos y reservas de las visitas guiadas, algunas de las cuales incluyen música en vivo, show de tango o degustación de vino.