CULTURA

Visiones del caso mexicano

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Durante mucho tiempo en México, en forma de chanza y alabanza, se dijo que la cultura nacional podía respirar tranquila, puesto que descansaba en Paz, refiriéndose, desde luego, a don Octavio. Y no les faltaba razón, ya que si México ha podido profesionalizar la vida artística del país ha sido en gran medida por la visión de sus gestiones.
En el discurso de apertura del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA, 1989), Paz sostenía que se trataba de un reconocimiento “a la naturaleza eminentemente social y libre de la cultura; la obligación que tienen el estado y la sociedad económica de ayudar y estimular a la cultura, respetando siempre la libertad de creación y difusión de las obras literarias y artísticas”, ideales que, aún en construcción, han democratizado y estimulando la vida intelectual del país.
El célebre sistema de becas y apoyos mexicano —actualmente el FONCA cuenta con más de 20 programas de soporte a la cultura, que apoya también a extranjeros— ha permitido a varias generaciones de artistas desarrollar parte esencial de sus trabajos, andamios sin los que vida intelectual del país se habría visto empobrecida de manera categórica. García Márquez, Eduardo Milán y Álvaro Mutis, entre tantos otros, han sido favorecidos por el sistema mexicano.
Las becas, como cualquier otra actividad humana, no se encuentran exentas de polémica y de controversia, en ocasiones por la irresponsabilidad de los propios artistas, que lejos de utilizar el sistema como un apoyo a la creación, lo han tornado su modus vivendi, lo que habla, más que de la responsabilidad del Estado, del desaforado cretinismo de los ciudadanos.
Un hecho nodal es que el mecenazgo mexicano no se corresponde con la realidad de la educación pública del país, en permanente deterioro, puesto que funciona como una política cultural incompleta y perfectible. Desafortunadamente, el estado mexicano es el mecenas rico de un pueblo pobre.
No obstante es un hecho que la posibilidad de ejercer la vocación artística con un dinero que podría utilizarse para otros fines es una conquista y una obligación que —sin cooptaciones ni censuras de ninguna clase— en México ha prendido como una inversión a largo plazo, ya que guste o no guste, incluso pese a los infernales munditos de los artistas, la cultura es el alma de los pueblos.