Desde Perú
En Perú no existen grietas al menos en lo que respecta al fútbol, la selección y a Ricardo Gareca, quien es hoy el ídolo número uno del momento. Según las últimas encuestas realizadas, el Flaco tiene una imagen positiva que ronda el 90% y está claro que si se nacionalizara, los partidos políticos que se encuentran en medio de una enorme crisis de representatividad, no dudarían un minuto en intentar llevarlo entre sus filas. Ricardo Gareca es por estos tiempos un fenómeno, en un país donde el fútbol se vive con una pasión indescriptible.
Es imposible imaginar a un argentino mirando los partidos de un Mundial sin haber clasificado. Pero aquí, en Perú, se han tenido que acostumbrar a eso por más de 30 años, vistiendo camisetas que no les pertenecen, alentando ídolos ajenos o equipos con colores que no son los suyos. Durante esos días de fútbol el mundo se paraliza, los bares se llenan y los peruanos se visten de colores verdes, amarillos, celestes, pero nunca de rojiblanco.
La comunidad internacional en Lima es cada vez más grande producto de su enorme desarrollo económico y social de los últimos años que llevó a millones de inmigrantes a buscar un futuro mejor por estas tierras, algo impensado durante los años 80 y 90, cuando se produjo el mayor éxodo de peruanos a Estados Unidos, Argentina y otros países de la región. Esto hace que durante cada Mundial las comunidades de inmigrantes se reúnan en bares típicos donde se suelen ver por ejemplo, peruanos con camisetas holandesas, bailando carioca después de una victoria brasileña o hablando de “che, boludo” en una parrilla argentina. En definitiva, peruanos celebrando victorias ajenas.
Entender esto es darnos cuenta de por qué Ricardo Gareca es hoy el ídolo máximo de las últimas décadas en el Perú. El Tigre, como lo llaman por aquí, podría devolverles esa ilusión con la que sueñan millones de peruanos desde hace más de 30 años. Es el hombre que por primera vez desde el último Mundial ha logrado colocarlos en la tabla de eliminatorias con chances reales de llegar a Rusia 2018.
Sospechas. El 30 de junio de 1985 Perú y Argentina se enfrentaban en el Estadio Monumental y faltando nueve minutos para el final, cuando parecía que la blanquirroja tenía un pie dentro de México, con resultado favorable de 2 a 1 sobre la albiceleste, aparecía el propio Ricardo Gareca en su faceta de jugador para meter el gol del empate y dejar a Perú afuera del Mundial. Ironías de la vida y del destino hacen que hoy ese mismo hombre que les sacó de las manos la ilusión, pueda regalarles esta ansiada alegría futbolera como una especie de devolución karmática del universo.
Es por eso que algunos pocos detractores dudan de las estrategias de Gareca frente a la Argentina, y otros mal pensados creen que podría acomodar al equipo para dejarse ganar tal cual sucedió, según muchos sospechan, en el Mundial del 78. Está claro que son sólo especulaciones ya que sería imposible que un técnico pueda manejar los pies y la cabeza de los once guerreros peruanos que están dispuestos a dar su vida, sin eufemismos, para regalarle este sueño a su pueblo.
La emoción por los resultados en la tabla de posiciones, y ver que están a un paso de conseguir el gran objetivo, hace que los fanáticos futboleros por esta parte del mundo vivan una alegría ilimitada. Desde aquel último resultado contra Ecuador no se habla de otra cosa más que del Mundial, de Gareca, de sus jugadores y de los memes que los hinchas peruanos difunden por las redes sociales en forma de gastada contra una descorazonada Selección argentina. Pero Gareca y sus tigres saben que nunca jamás se celebra antes de tiempo.
Es por eso que trabajan en silencio, y así como Argentina cambió el Monumental por la Bombonera como si eso acaso hiciera que los jugadores pongan garra, corazón y clasifiquen, Perú decidió reforzar la seguridad en la Videna con efectivos policiales que custodian los techos, para que nadie pueda ver las jugadas especiales que está preparando para este 5 de octubre.
Ricardo Gareca, como la mayoría de los técnicos del mundo, ha pasado por momentos muy complejos, sobre todo en el proceso de reordenamiento de un seleccionado acostumbrado a la falta de disciplina y liderazgo. Por esto fue cuestionado, criticado y públicamente se ha pedido su dimisión al cargo. Llegaba después de la era de Sergio Markarian, a quien muchos terminaron llamando “el vende humo”, un hombre que acostumbraba a encontrar culpables fuera de su plantel y jamás reconocer errores propios.
No fue fácil para el Flaco. Pero poco a poco se ganó la confianza más importante, la de sus jugadores, quienes lo ven como un verdadero líder. Esta selección peruana, y muchos de ellos, le deben su presente a Gareca quien los ha guiado por el camino del deporte y no de las juergas o la diversión en la que durante muchos años se han visto vinculados. La diferencia, tal vez, es que ahora el Flaco los ha convencido de que pueden alcanzar la gloria y que él los conducirá a ella.