Ahora sí: desde esta semana podemos ver el gol del Chapa Suñé. El gol fantasma, que generó tanta intriga en estos 43 años, ya es de carne y hueso. Perdió su abstracción. Está ahí, a un click en YouTube, retuiteado hasta el hartazgo, circulando por el mar inabarcable de las redes sociales y venerado por hinchas e historiadores. Suñé, que murió el último 21 de junio, resucitó en ese gol: un gol de otro tiempo, en que Boca le ganaba finales a River y el fútbol era disfrutado casi únicamente por los testigos directos que habitaban las canchas, o por los que contaban con televisores en sus casas (en los atípicos casos en que los partidos se transmitieron por televisión).
El gol de Suñé rompió su condición evanescente, espectral, por un hombre que se acercó hace algunos meses al Museo Xeneize para decir que tenía material fílmico de esa final del Nacional 76 jugada en cancha de Racing. En la subcomisión de Historia y el Centro de Documentación de Boca fueron cautos: en todos estos años, llegaron hasta ahí muchos que decían lo mismo. Y cuando empezaban a hurgar o a verificar, se daban cuenta de que eran oportunistas que solo querían sacar algunos billetes.
Pero esta vez, el gol de Suñé estaba: “Realmente nadie lo podía creer cuando apareció nítida la imagen”, dijo Guillermo Schoua, uno de los historiadores de Boca que se encontró con ese tesoro buscado por más de cuatro décadas. La perla, encontrada entre latas y cajones olvidados, tiene su génesis: fue un día después de la final, cuando un canal emitió la repetición del partido. El dueño del archivo puso junto a su hermano una cámara Súper 8 delante del televisor y grabó el instante clave, cuando Suñé sorprende a Fillol con un tiro libre que se clava en el ángulo.
Pero como el de Suñé hay muchos otros. Quizás no tan importantes –recordemos que ese gol valió un campeonato– pero que permanecen en el imaginario de los hinchas a pesar de las décadas. Son esos goles transgeneracionales: los que les cuentan los papás a los hijos. Ahí están, entonces, los dos primeros goles oficiales de Maradona en Primera, cuando Argentinos le ganó a San Lorenzo de Mar del Plata en 1976, el mismo año que el de Suñé. O aquel taquito mitológico de José Sanfilippo, en un San Lorenzo contra Boca de 1962. O la palomita de Aldo Pedro Poy, recreada hasta el hartazgo por el mismo Poy y por miles de hinchas, pero nunca vista con la nitidez que disfrutaron los canallas que estaban en el Monumental el 19 de diciembre de 1971. Del otro lado, el lado leproso, también cuentan –sin poder verlo– el zurdazo de Mario Zanabria que les permitió ganarle a Central y consagrarse en el Nacional 74. O el gol del Beto Alonso a Independiente, en 1972, cuando el ídolo de River copió lo que hizo Pelé ante Uruguay en el Mundial de 1970 –esquivar al arquero sin tocar la pelota– y convirtió. Alonso, le dijo a la revista El Gráfico en 2013, nunca pudo ver ese gol. Los hinchas, tampoco.